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Asun Méndez prepara libros junto a una maestra y varios niños en un bibliobús en Magaz de Pisuerga (Palencia). Marta Moras
Cita con la biblioteca en la plaza del pueblo
DISCRETOS INDISPENSABLES

Cita con la biblioteca en la plaza del pueblo

Asun Méndez es una de las tres encargadas de los bibliobuses que cada mañana recorren cerca de doscientos pueblos de Palencia

Sábado, 2 de diciembre 2023, 00:44

Decía Ken Follett que leer aporta habilidades importantes, como hablar mejor o saber ponerte en el lugar de los demás, pero nadie dice «voy a leer este libro para desarrollar mi empatía»: leen porque les gustan las historias. De leer porque sí, para disfrutar de las páginas, sabe mucho Asun. Es una de las técnicos encargadas de los tres bibliobuses que de lunes a viernes recorren Palencia. Entre las tres compañeras, se reparten rutas por cerca de 200 pueblos de la provincia, del Cerrato a los Valles, de Tierra de Campos a la Montaña palentina. En una mañana hay entre seis y diez paradas, a veces dos en el mismo pueblo si hay un colegio.

«A los niños los ves crecer desde infantil hasta que marchan al instituto»

Asun

Encargada de una de las rutas del Bibliobús por Palencia

Asun, que estudió Historia del Arte y que apenas sabía lo que era un pueblo, lleva ya quince años unida a gentes y paisajes rurales, feliz de observar desde la ventanilla cómo la tierra va cambiando con el paso de las estaciones. Cuando llega al pueblo las calles parecen vacías, hasta que el conductor toca el claxon y se asoman los usuarios. «A los niños los ves crecer desde infantil hasta que marchan al instituto. En verano se suman los nietos de hijos del pueblo que marcharon. También se acercan pequeños de familias de fuera que vienen a trabajar, marroquíes, ucranianos… y algunas mujeres que piden lectura para aprender a leer en castellano». A veces no queda otra que eliminar una parada, por falta de usuarios o, más triste, porque cierra un colegio. En esos casos «queda el recurso del servicio a demanda, si alguien puntualmente pide un libro se lo acercamos», cuenta. Alguna vez el camino es inverso y un pueblo nuevo se incorpora a la ruta, «como Villarrobejo, y funciona fenomenal, eso es una alegría».

Un grupo de niños subiendo al bibliobús. Marta Moras

Las usuarias más fieles son mujeres mayores: «Hay señoras superlectoras que devoran todo, incluso ensayo. Pero lo que más prestamos son novelas de sagas familiares, de misterio…». María Dueñas, Carmen Mola o el último premio Planeta están entre los predilectos. También las publicaciones prácticas: manualidades, labores, hacer conservas… Los hombres, aunque muchos menos, se acercan al bibliobús en busca de manuales para de horticultura, fontanería, restauración de muebles «y si piden novela es histórica, de Pérez Reverte, o estudios sobre El Cid o batallas».

«Dame un libro, que seguro que aciertas»

En el bibliobús no hay crítico cultural que empañe el peso como prescriptora de Asun. «Dame tú un libro, que seguro que aciertas», le dicen, sin molestarse si quiera en repasar las baldas. Una visita cada tres semanas, durante quince años, fragua la confianza. Asun sabe lo que funciona con sus lectores: «¿El premio Nobel?, puff… es un tochazo. Tiene que ser algo más entretenido. Muy malo tiene que ser un libro para que no te aporte nada, leer es crecer. Y es importante la letra, ahora tenemos una colección con letra grande que tiene muchísima acogida».

El espacio del bibliobús es limitado y está aprovechado al milímetro, por lo que cada libro se tiene que ganar su hueco. Junto a las novelas imprescindibles y el espacio amplio centrado en los niños, permanece una selección de libros de consulta, de teatro, de poesía también, porque una señora de Piña de vez en cuando pide «uno de poesía de la que rima». También, si los usuarios los piden, acercan libros a través del préstamo interbibliotecario. Los volúmenes que se estropean, o los que pasan mucho tiempo sin ser pedidos, «se expurgan», retornan al depósito del Centro de Bibliotecas, que gestionan de forma coordinada Junta y Diputación. A veces, por carambolas del destino o por una serie de televisión, «esos libros tienen una segunda vida y vuelven al bus, como ocurrió con Los renglones torcidos de Dios», recuerda.

Atraer a la gente

Como la visita del bibliobús es breve y no siempre puede ir el usuario, Asun no es muy severa con las penalizaciones. «La siguiente visita te cuenta que tuvo un percance, o que estuvo enferma, o que falleció el marido», dice. Porque en las visitas al autocar se habla de libros de otros, pero también del propio, el de la vida de cada cual. «Todos necesitamos hablar, y más la gente de pueblos pequeños, que está muy sola. En algunos sitios ni siquiera pasa ya el médico. Puedes recomendar un libro de autoayuda, pero sabes que se queda corto. Al final, en el bibliobús lo más importante es saber tratar a las personas», resume. A Asun le gustaría lograr atraer a gente a la que le da reparo subir al bibliobús. «El invierno es muy largo en los pueblos. Hay mujeres que se apuntan a todo y otras que apenas salen de casa, solo los acompaña la televisión. Nos gustaría llegar a ellas. Hemos empezado a traer el 'Hola', a ver si se animan».

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