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Vidal Arranz
Domingo, 4 de abril 2021, 09:41
Hay muchos motivos por los que está justificado celebrar el 40 aniversario de 'El Crack', la celebrada película de José Luis Garci, pero si hubiera que elegir sólo uno sería el plano detalle de los ojos de Alfredo Landa sorprendidos y conmocionados por el horror. Un horror en forma de bomba con la que sus enemigos hacen estallar su coche, con la niña a la que adora dentro. Un horror que evoca el de tantos atentados que, todavía en 1981, formaban parte del paisaje cotidiano del país. Pero, en cualquier caso, el horror de lo imprevisto, lo inesperado e insoportable, lo que te hace estallar, lo que lleva a un hombre duro a hacer 'crack'.
Los ojos de Alfredo Landa, que interpreta al detective Germán Areta, son los ojos de la desolación, de la desesperanza, de la amargura infinita e inconsolable. Los ojos de una película que ahora encuentra por fin una edición doméstica en Blu-ray a su altura (hasta ahora sólo había estado disponible en formato DVD) gracias a la editora vallisoletana Divisa, que la ha incluido en su nueva línea de discolibros con 64 páginas de información y un amplio apartado gráfico. 'El Crack' en alta definición ha perdido en gran medida el velo que emborronaba las imágenes, pero no todo, porque una parte de grisura e indefinición son consustanciales a la película. Por ello mismo, la noche sigue siendo oscura y negra, pero no tan ciega y opaca como antes.
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De la escena mítica de la explosión Garci recuerda, sobre todo, la potencia del estallido, que ciertamente es una de las razones de la conmoción que provoca en el espectador. «Yo de efectos especiales no tengo mucha idea, pero le pregunté al encargado: 'Para que esto pegue una buena explosión ¿cuánto le ponéis?' Y si me dijo '40' yo le dije: 'pon 100 y a ver qué pasa'. Y fue impresionante. Teníamos muy bien acotada la zona, pero, aun así, del coche no quedó nada y la cristalera de la cabina donde estaba Alfredo se vino abajo. Fue un impacto muy grande. Tremendo». Probablemente ese «exceso de efecto especial» fue necesario para producir la sensación de verdad de la escena, que no se limita a representar una explosión, sino que se la hace sentir al espectador, y la amplifica mediante la mirada de Landa.
En los ojos de Germán Areta, que merecen figurar en la antología de lo mejor del cine español, está resumido mucho de lo que es 'El Crack'. Y es que, para empezar, es la definitiva consagración de Alfredo Landa como actor dramático, más allá del nervioso y chispeante protagonista de las comedias españolas de la época. Los ojos de Areta confirman que Landa ha derrotado al landismo. Pero la batalla decisiva se libró antes, en la escena inicial de la gasolinera, en la que el espectador se enfrenta con la figura del detective por primera vez. «Es la ocasión en que más he tardado en rodar una secuencia», le confiesa Garci al guionista Javier Muñoz, en el muy completo texto de presentación que acompaña al Blu-ray. Con Muñoz coescribió 'El Crack 0', la última y reciente reencarnación de los personajes nacidos hace 40 años.
«Fueron dos noches seguidas, desde las 10 hasta las seis de la mañana. Porque yo sabía que esa secuencia era clave», recuerda Garci. «Y Alfredo estaba absolutamente concentrado, consciente de lo que se jugaba en aquellos primeros minutos». Al final, cuando dice su primera frase: «Bareta, dame el mechero o te quemo los huevos» el espectador sabe que está ante un Landa completamente diferente al actor al que estaba acostumbrado.
Quizás por su carácter inhabitual –y más en el cine de la época– o por la osadía de irse a rodar a Nueva York en unos años en los que eso era casi impensable, o por el madrileñismo militante de que hace gala, el caso es que la película de Garci cuenta con una legión de adictos que la han convertido en una obra de culto. «La ciudad es una constante en tus 'Cracks'. La ciudad implacable, corrupta e inmisericorde, y, al mismo tiempo, tierna, vivaz, entrañable y anónima, rindiendo los honores debidos a esos melodramas disfrazados de cine negro que son tu Crack I y Crack II», escribe el poeta Luis Alberto de Cuenca. En esa misma línea, Javier Muñoz afirma: «Sin temor a equivocarme, creo que Garci es el director que mejor ha plasmado la ciudad de Madrid en una pantalla de cine. A la altura de Woody Allen y su Nueva York».
Un Nueva York que también está presente en 'El Crack', si bien como resultado de un rodaje de lo más accidentado. Manolo Summers, que conocía el lugar porque había estado rodando poco antes 'Ángeles gordos', aseguró a Garci que la obtención de los permisos reglamentarios era muy complicada y le animó a evitarlos. «Rodad sin permiso y si os pillan y os echan, volvéis a la media hora», fue el consejo del padre del líder de los Hombres G.
Aquello funcionó. Pero antes hubo que resolver el verdadero gran obstáculo de aquel rodaje: el olvido de la ventanilla de la cámara. «En el día de Navidad de 1980 aquello era un problema de verdad. No es como hoy que, a través de internet, se compra cualquier cosa en cualquier lugar del mundo», recuerda Garci. Para obtener la imprescindible ventanilla fue necesario montar toda una operación logística en la que se vio involucrado Benito Rabal, el hijo de Paco Rabal, que era ayudante de dirección y se había quedado en Madrid. Tampoco había móviles entonces, de modo que primero hubo que localizarle y luego pedirle que recogiera el instrumental y lo llevara a un avión que volara a Nueva York para que el equipo pudiera recogerlo en el destino. El resultado de tantos esfuerzos son unos planos de la gran manzana que riman con la Gran Vía de Madrid tanto por su impetuosidad urbana como por la ambientación navideña y el sonido de los villancicos.
«Cuando se disfruta hoy de 'El Crack' con la perspectiva de las tres (cuatro ya) décadas transcurridas, uno se da cuenta de lo mucho que ha cambiado España, y no precisamente para bien», opina el periodista Pedro G. Cuartango, en un texto escrito para el libro 'Adictos a El Crack', «ya que frente a lo políticamente correcto de nuestro tiempo, se puede observar en la película una serie de valores como la amistad y la camaradería masculina en torno a una idea de la vida que está a punto de extinguirse». Ese mundo de las partidas de mus y de los combates de boxeo que tan vívidamente retrata Garci forma parte de ese paisaje.
Con todo, más allá del costumbrismo y de cierto casticismo madrileño, lo que queda es una sensación moral turbia, densa y pastosa, muy propia del mejor cine negro, que confronta al espectador con un mundo cruel en el que ni siquiera los tipos duros como Areta pueden proteger a los seres que más quieren. Pueden, eso sí, vengarse a posteriori, pero una vez que su alma ya está rota. 'El Crack' retrata una desolación existencial sentida, no teorizada, que en su momento operaba como contrapunto del optimismo de aquellos primeros años ochenta.
«En un mundo nuevo como era el de la Transición española», recuerda José Luis Garci en conversación con este diario, «'El Crack' era una película que decía que los tiempos pueden cambiar, sí, pero que la esencia del individuo va a estar siempre ahí». Y ahí sigue, igual que siempre, cuarenta años después.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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