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Un padre con su hija, en la celebración de Teru en Bukkarayasamudram, ciudad de la India, en una imagen de Cristina García Rodero expuesta en la plaza de San Pablo. CARLOS ESPESO
Valladolid viaja a la India con las fotografías de Cristina García Rodero en 'Tierra de sueños'

Todos los secretos de las fotos de la India expuestas en las calles de Valladolid

Cristina García Rodero explica varias de las historias contenidas en las imágenes que hasta el 11 de enero pueden verse en la plaza de San Pablo

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 4 de diciembre 2022, 15:33

Cuando te fijas tanto en los rostros, eres capaz de ver en ellos lo que para otras personas pasa desapercibido», dice Cristina García Rodero (Puertollano, 1949), fotógrafa que ha convertido su mirada en objetivo profesional al tiempo que en combustible vital. Mirar para describrir, para sorprenderse, para comprender. «Fíjate en Kullayappa», dice, mientras apunta con el dedo a un chaval que, con la camisa amplia y la mano izquierda en el bolsillo, posa frente a la cámara. Lo hace junto a su abuela, Nancharamma, en la vivienda familiar, en una de las zonas más empobrecidas de la India. «La madre –recuerda García Rodero– acababa de dar a luz y estaba ingresada en el hospital de Bathalapalli», una localidad a 25 kilómetros al sureste de Anantapur, en la India.

«Me contaron que la madre, antes de marcharse, le había pedido a la abuela que cuidara de los críos, de Kullayappa y de su hermana, una niña con una discapacidad. Pero yo creo que era al revés. Míralo. Es el niño, con ese gesto, con esa actitud, quien demuestra que es él quien cuida de la familia», explica la fotógrafa en la plaza de San Pablo.

Cristina García Rodero, junto a la foto de Kullayappa y su abuela. CARLOS ESPESO

Allí, en esa plaza vallisoletana, puede verse hasta el 11 de enero una colección de cuarenta fotografías que forman parte de 'Tierra de sueños', una exposición (de la Fundación LaCaixa y el Ayuntamiento de Valladolid) con las mejores imágenes que Cristina García Rodero rescató del viaje que hizo a la India, entre enero y marzo de 2015, para conocer de primera mano el trabajo solidario de la Fundación Vicente Ferrer.

«Es increíble cómo el sueño de un hombre ha llevado tanto bien –a través de colegios, hospitales, centros asistenciales– a más de 400 localidades de la India que viven en la pobreza más absoluta. Para mí fue un reto poder contar todo lo que ha sido capaz de hacer Vicente Ferrer. Mi trabajo es el deseo de abrir los ojos a la gente para que sepan lo que ocurre en el mundo».

60.000 fotos

Viajar, mirar, comprender y luego, mostrar lo visto y conocido en fotografías. «Si no compartes tu trabajo con los demás, no tiene sentido», dice García Rodero, quien tomó más de 60.000 fotos durante aquel viaje («tirar, tirar y tirar hasta que te quedas sin tarjetas»), de las que seleccionó poco más de 200 para un libro, un audiovisual y, destiladas al máximo, esta exposición que puede verse de forma gratuita en Valladolid.

¿Cómo saber, entre tantísimas, cual es la foto buena? «Lo más difícil para un fotógrafo es acertar con la edición y cómo contar en una imagen toda la historia que hay detrás. Por eso, lo más importante es que la foto te emocione. Buscas que esté bien compuesta (a veces eso se da en la descomposición), pero sobre todo tiene que expresar una emoción».

Las instantáneas de esta muestra callejera cumplen con esta premisa. Y Cristina García Rodero lo explica en un recorrido especial por su exposición. Durante su estancia en la India, la fotógrafa visitó los tres en hospitales que la fundación gestiona en aquel país. Allí conoció a mujeres como Sagamma. Su marido le contagió de sida y después la abandonó. Ahora, recibe tratamiento en el hospital mientras su hija Anithamma, de 5 años y portadora del VIH, vive con su abuelo, un campesino de 71.

Una mujer camina tras dar a luz, en un hospital de Kalyandurg. CARLOS ESPESO

Este día, Anithamma había ido a visitar a su madre al hospital. En un momento dado, el abuelo salió de la habitación para comprar unas galletas y la niña se echó a llorar cuando vio que la figura que lo cuida y protege se acababa de marchar. El abrazo de la madre no era suficiente para calmar la desazón de la niña. Hay más abrazos hospitalarios en la exposición. Como el de esa madre que, exhausta, descansa junto a su hija en una cama de hospital. Oesa mujer que acaba de parir y camina por los pasillos quirúrgicos con un gorrito de lana con el que se tapa los oídos para evitar resfriados. «Es habitual meterse ajos (un antibiótico natural)bajo el pañuelo».

Abortos selectivos

«Los médicos no suelen enseñar las ecografías a las familias para evitar los abortos selectivos. Tener un hijo en la India es una bendición. Dar a la luz una niña se percibe como un castigo. Los padres de ellas están obligados a pagar la dote. Las bodas duran muchos días, hay muchísimos invitados y si la familia tiene varias hijas, puede terminar arruinada», cuenta García Rodero, quien precisamente veía en las bodas una oportunidad excelente para trabajar. «Me metí como en siete bodas, porque eran momentos de fiesta, de máxima alegría, donde la gente se viste con sus mejores galas para pasárselo bien».

A la izquierda, Shirvani en el día de su boda. Lleva un saco lleno de arroz que ofrecerá a la familia del novio como símbolo de prosperidad. A la derecha, Lakshmi Narayamma, de 25 años, ha presentado su cabello como ofrenda por la salud de su hija, Lakeswari, de 5 años. CARLOS ESPESO

Asistió a celebraciones por el ritu hindú, también por el musulman e incluso vio un enlace cristiano, en el que Sirisha, la novia, espera a que comience la ceremonia mientras posa delante de una foto inmensa de un jardín versallesco («frente a su realidad desértica, buscaron un póster que mostrara justo con contrario»).

Justo al lado está la foto de Dharani, una niña de 10 años que, en su casa, en Guntakal, recibía la visita de familiares y vecinas. «Tradicionalmente, nueve días después de la primera menstruación, la familia organiza una ceremonia de cinco días para celebrar que la joven ya se puede casar», apunta la fotógrafa, quien recuerda cómo aquella niña recibió como regalos saris, frutas, collares.

Nandini B. CRISTINA GARCÍA RODERO

Otras niñas no tienen tanta suerte. Es el caso de Nandini B., una joven albina que estudiaba en un centro de personas con discapacidad visual en Bukaraya Samudram. «Su madre murió y su padre la abandonó: por su color de piel la veía como una niña monstruo. Al final, se marchó a vivir con sus abuelos, quienes le regalaron el collar que luce en la fotografía».

Las niñas son grandes protagonistas de la exposición. Está Siria, quien posa ante la cámara con el pelo mojado después bañarse en plena calle con el agua de una fuente. «Muchas casas no tienen aseo y, aunque existen baños públicos, es mejor que las niñas no vayan allí. No solo porque suelen ser foco de infecciones, sino, sobre todo, porque allí se producen muchas violaciones».

Tejasre y Prameela. CRISTINA GARCÍA RODERO

Pero también miran a cámara Tejasre y Prameela, de 12 y 10 años, quienes se asoman al telón azul que forma parte del espectáculo teatral en el que participan. Con esa función se intentaba concienciar contra los abortos selectivos por razón de género. «Una de ellas era impresionante. La felicité. Le dije:'Podrías ser actriz'.Pero luego pensé que había hecho mal en darle esa ilusión cuando, posiblemente, nunca podría salir de su ciudad», cuenta García Rodero.

Hay más niñas, como la pequeña que juega con un cordero durante la festividad del Teru o esa otra que, en la misma fiesta, mira a cámara cogida por su padre. «En este caso, fue él quien me llamó la atención. La niña estaba enferma, apenas se podía mover y el padre, para que su hija no se perdiera la fiesta, la llevó en brazos durante más de dos horas. Cuando les pregunté si podía hacerles una foto, me encantó cómo el padre se henchía de orgullo por su hija». Y también está Nagamani, una niña de seis años, con glaucoma, que juega al corro de las patatas en un centro de la fundación. «Sus ojos resplandecían de la propia enfermedad».

«Tuve libertad absoluta para ir por todos los sitios y, cuando decía que iba de la Fundación Vicente Ferrer, las familias me abrían las puertas de sus casas». También colegios e instituciones, como el centro de atención a menores con parálisis cerebral de Bathalapalli. Allí, una monitora juega con varios niños en un improvisado columpio. «Me gustaría que quienes visiten la exposición se vayan con una idea: ¡Qué diferente es el mundo, pero qué iguales que somos todos!», dice Cristina García Rodero, quien confía en que sus fotos sirvan para «abrir los ojos ante otras realidad y provocar emociones en torno a esta tierra de sueños».

Tierra de sueños, de Cristina García Rodero. Hasta el 11 de enero en la plaza de San Pablo. Visitas escolares (cita previa en el 900 801 137). Visitas guiadas (sábados a las 18:00 y domingos a las 12:00 horas), con reserva en CaixaForum.org

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