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Las profesionales de Patrimonio Inteligente trabajan en la restauración del cuadro, en el vestíbulo de las Cortes. carlos espeso

El cuadro de los Comuneros que nadie vio durante 40 años en el Museo del Prado

Cuatro especialistas trabajan en el vestíbulo de las Cortes de Castilla y León en la restauración de un lienzo de Planellas

Víctor Vela

Valladolid

Lunes, 25 de julio 2022, 01:12

Primero hay que descalzarse.Los pies, en calcetines, deben avanzar con cuidado. Sin arrastrarse, sin retorcerse, sin restregarse. Como si flotaran, casi. Hay que tener mucho cuidado cuando uno pisa una obra de arte, cuando camina por encima de un cuadro que hasta hace unas ... semanas estaba en el Museo del Prado. Cristina Torinos deja a un lado las sandalias de trabajo y se adentra sin calzado en este lienzo ahora vuelto del revés.

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La tela es enorme, gigantesca, tan grande (453x748 centímetros)que si fuera alfombra, muy pocas habitaciones pucelanas podrían albergarla en su interior. Por encima hay bolsas llenas de arena (con doble capa para evitar que se escape algún granillo), hay planchas de hierro y placas de madera, elementos cotidianos que hacen peso para que nada estropee este momento preciso del proceso de restauración.

Nadie diría, al ver este despliegue de cachivaches, estos paseos en calcetines, que ahí abajo hay un tesoro que empieza a vislumbrar una segunda vida. El vestíbulo de las Cortes de Castilla yLeón acoge desde el pasado 23 de junio las delicadas y minuciosas labores de recuperación de 'Salida de los comuneros de Valladolid', obra del pintor barcelonés Juan Planella (1850-1910)que durante años ha permanecido oculta a la mirada del público, enrollada y escondida en los almacenes del Museo del Prado.

El trabajo que a lo largo de once meses acomete Cristina –junto con Diana Álvarez, Puerto Martín y Ana González, la jefa del equipo de Patrimonio Inteligente– permitirá no solo devolver el esplendor perdido al cuadro. Su labor será clave para difundir un lienzo que muy pocos ojos han podido ver en su plenitud. Ni tan siquiera los expertos saben a ciencia cierta cómo es una obra, fechada en 1887, de la que, como única referencia, existe una foto antigua, en blanco y negro, de no muy buena calidad.

No hay una imagen en color, mucho menos digital, que permita hacerse una idea completa:qué tonalidades mandan, cómo es la combinación cromática. Para eso, habrá que esperar a que avancen estos trabajos que se ejecutan en las instalaciones del Parlamento regional.

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Varios procesos de la restauración del cuadro. CARLOS ESPESO

Allí se ha instalado este taller efímero donde hay planchas y botes vacíos de miel, hervidores, pinceles de mil tamaños y guantes de fregar. «La restauración es un sector minoritario, sin mucho material específico, y por eso tenemos que adaptar las herramientas y productos a nuestras necesidades», cuenta Ana González. Los tarros de cristal sirven ahora para las mezclas de adhesivos. El hornillo se usa para poner la cola al baño maría. Hay un aspirador industrial que debe usarse con sumo cuidado para no hacer vacío y que la tela se pueda dañar.

Aquí no vale un paso en falso.

Todo debe hacerse de forma cuidadosa. Se trabaja con una obra de arte única que muestra una escena clave en la historia de Castilla y León.

Planella recogió el momento en el que el ejército comunero, con Juan de Padilla y el obispo Antonio de Acuña a la cabeza, abandona Valladolid para dirigirse al campo de batalla en 1521. El artista catalán presentó esta obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1887, con la que obtuvo una «medalla de segunda clase». Las revistas artísticas de la época no la glosaron con palabras elogiosas. «El cuadro no tiene otra intención que la pintura de un grupo de guerreros a caballo. Parece un tapiz, ni más ni menos», decía la reseña publicada, el 15 de junio de 1887, en el número 22 de 'La ilustración española y americana'.

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Sin embargo, el Estado sí que vio el valor de la obra y la adquirió por 4.000 pesetas (24 euros). Así lo recoge la real orden del 14 de noviembre de 1887, que ya contemplaba que el destino del gigantesco lienzo sería el Museo del Prado. Pero, tan solo cuatro días después, una nueva orden establecía que quedaría en depósito en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona.

Fotografía en blanco y negro del cuadro de Planella. EL NORTE

De ahí pasó al Ayuntamiento de la Ciudad Condal, luego al Museo de Arte de Cataluña y en 1987 se trasladó al Museo del Prado (de acuerdo con una una orden ministerial del 15 de diciembre de 1986). Allí, en la gran pinacoteca, ha permanecido enrollado desde entonces, sin ser nunca expuesto.Hasta que la Fundación de Castilla y León, dirigida por Juan Zapatero, decidió rescatar esta obra del olvido, restaurarla y, merced a un acuerdo de depósito con el Prado, posteriormente exhibirla:que el público pueda ver de nuevo un lienzo durante tanto tiempo oculto.

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En los primeros pasos de la restauración, la pintura se colocó boca arriba, para asegurarse de que la capa pictórica estaba bien fijada. Se retiró (por fases) la capa de papel japonés (con fibras desordenadas)que se había colocado al enrollarla y se volvió a empapelar después, esta vez con papel de seda (fibras ordenadas) y cola de conejo. «Con esa cola fijamos la pintura, relajamos la tela y con la plancha luego eliminamos las deformaciones», provocadas durante estos casi 40 años en los que ha permanecido enrollada. «La tela tiene memoria». Y por eso es necesario domarla de nuevo, aplicando ese peso de sacos de arena y tablas de madera.

Con la tela bien lisa, se enrolló de nuevo para poderle dar la vuelta. Ocurrió el pasado día 14. Ahora, el trabajo se centra en el reverso de este enorme lienzo compuesto por siete fragmentos de tela de lino, de un poco más de un metro de anchura cada uno de ellos y cuyas costuras hay que reforzar. Para ello, se hacen tiras de papel coreano que se adhieren con gacha líquida (un adhesivo con harina y coletta)para reforzar esas uniones. Una de ellas (a la izquierda del cuadro)se encontraba en un estado más delicado y por eso la unión se fortalecerá con una tela de línea continua, más fuerte que el papel coreano.

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Una vez completada esta tarea, se dispondrán bandas de tensión en los bordes, para favorecer la colocación del lienzo en el nuevo bastidor (que necesitará de un entelado flotante que servirá de apoyo a la tela del cuadro). Ese es el momento, ya con la pintura hacia arriba, en el que se desempapelará por completo y se podrá ver por fin, después de 40 años, el estado real en el que se encuentra la pintura. «En torno al 25%de la superficie se ha visto afectada. El cuadro estaba enrollado y apoyado en el suelo, así que las franjas que estaban más en contacto con la superficie tenían problemas de humedad», cuenta Ana González.

En las zonas donde se haya perdido pintura (óleo), habrá que aplicar de nuevo color, en un proceso de reintegración cromática que persigue «recuperar la unidad estética» y cuyos trabajos ya se harán en vertical, con el uso de andamios para acceder a las partes más altas del cuadro. El objetivo es que antes del verano de 2023, este cuadro recupere todo su esplendor y luzca, por primera vez en décadas, ante la mirada de los visitantes a lasCortes.

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