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Collegium, arte y un mecenas para revitalizar el Arévalo mudéjarCuando se fue a Estados Unidos a estudiar dejó Arévalo con unos 120 bares, ahora Javier Lumbreras calcula que queda una treintena. Todos en extramuros. La villa mudéjar muestra su historia desde la sobriedad de soportales y calles ajenas a la vida comercial y hostelera. ... En la Plaza de la Villa, empedrada con cantos rodados, frente al Museo de Historia de Arévalo y la Iglesia de Santa María, se alza la Iglesia de San Martín, convertida en una sala cultural. Allí se acaba de inaugurar 'La lluvia no cae del cielo', una exposición del proyecto Collegium que firma Lumbreras.
Hace 37 años compró su primera pieza de arte. Hoy la Colección Adrastus, que gestiona con su mujer, se acerca al millar de obras, firmadas por 150 artistas de 40 países. Le rondaron varios pretendientes pero finalmente Lumbreras pensó en su pueblo. «Me ofrecieron ubicaciones en Miami, Nueva York, México o Madrid pero en esas grandes ciudades esto sería una gota en un océano. Lo hemos pensado para este entorno porque tiene más capacidad de transformación aquí, el resultado permea de otra forma aunque tardará años», augura Lumbreras que se formó en finanzas y ciencias políticas.
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«Intentando entender las revoluciones históricas, me encontré con la importancia de los objetos artísticos desde el Renacimiento, cuando la subjetividad se apropia del concepto», rememora este admirador de Emerson y como el pensador norteamericano se pregunta por «el propósito» de lo que acomete en su afán por «intentar que lo que hacemos sirva para algo. De ahí nace Collegium, con intención de ser útil».
Lumbreras considera que «los proyectos de arte son transformadores y lo logran en tiempo más corto que otras disciplinas.El arte acelera cualquier revisión a través de mensajes subjetivos». Por eso de la acumulación pasó a la acción con el fin de «llevar vida a Arévalo, de que pasen cosas, de crear tejido social en torno al arte».
Reconoce que «el coleccionismo es un bicho que te pica y no puedes dejarlo. Pero mi proceso es racional, llevo muchos años en el mundo del arte a través de patronatos de instituciones en Los Ángeles,Miami, Nueva York y México. Entiendo esa parte institucional del arte». Desde esa experiencia ha buscado aliados para un proyecto de investigación, producción y exhibición internacional. Tras dos años de exposiciones (20.000 visitas por cada una), la Junta ha integrado Collegium en su lista de museos.
El proyecto consta de cuatro pilares. «La Fundación Collegium, que queremos hacer crecer con nuevos patronos. La arquitecta Tatiana Bilbao para la construcción de la sede. El etnólogo y filósofo jesuita Alfonso Alfaro, que da el empaque teórico, y Patrick Charpenel, también coleccionista, y los comisariados», cuenta el empresario que ha invertido casi un millón de euros en la compra del colegio de los jesuitas, una casa construida sobre una ermita y una nave. Serán 15.000 metros cuadrados para dos construcciones nuevas, «una por el tema de la eficiencia energética y otra para el hospedaje de artistas y los talleres de producción artesanal. Habrá forja, soplado de vidrio, cerámica que necesita un horno...».
«La idea es que en los próximos dos años se levanten los nuevos edificios. Queremos que vengan artistas a trabajar a Arévalo y que conozcan la producción artesanal local. Nuestro deseo es que se empapen del lugar y que enseñen también a los artesanos a producir una artesanía de mayor nivel que luego puedan vender en una pequeña tienda aquí», prosigue. Los espacios serán de uso profesional de lunes a viernes y el fin de semana «pensamos en familias que vengan a Arévalo a hacer un taller de alguna artesanía. Estamos a 120 kilómetros de varias ciudades a la redonda. El patrimonio y la gastronomía ya la tenemos, esto puede ser otro aliciente».
En cuanto a la colección, «no buscamos una sede, no queremos que se estanque. Seguirá creciendo y está al servicio de los comisarios, es su herramienta principal para organizar exposiciones junto con préstamos de otras instituciones».
Investigar, crear y mostrar es su intención «para fomentar el conocimiento emocional, potenciar la capacidad humana para empatizar. Cada vez atesoramos más saber científico pero estamos perdiendo la espontaneidad, conocer por ejemplo cómo funciona un proceso telepático, nuestras reacciones, nuestras relaciones, todo lo relativo al humanismo. El arte es muy efectivo en reflejar estos procesos, aunque también puede ser muy abstracto y subjetivo», reflexiona quien tiene claro que «financieramente es una estupidez comprar arte contemporáneo. Solo tiene sentido financiero si coleccionas 'picassos', maestros consagrados y muertos, que también lo hago para vender. Pero yo compro obra de gente que tiene 20, 30, 40 años y no veré la evolución de su carrera. El periodo de validación del arte tarda décadas. Si alguno llega a algo será un placer para la colección.Acertar es casi imposible. Por otra parte si te dedicas a intentar acertar se pierde el propósito inicial, entras en el juego comercial y se desvirtúa el arte por el arte».
Superada la materialidad del arte, «hay quien como Tino Sehgal crea situaciones efímeras», lo que se busca en esos objetos «no es la técnica sino los conceptos, ese es su valor. La reproducción de la realidad ya no tiene sentido, como decía Goethe 'si pinto a mi perro exactamente igual a como es tendré dos perros pero no una obra de arte'. En el arte hay que ver, oír, sentir, entra por todos los sentidos, por el ojo, la nariz, la vibración del sonido. Todos los sentidos están implicados en la contemplación. Hoy en día existen tantos formatos que hasta la falta de formato es uno».
Para Javier Lumbreras un museo, una sala de exposiciones, es «un entorno amigable donde olvidar tus preocupaciones vitales y recibir un apapacho emocional. Mi mujer es mexicana y apapacho es un término de allí, viene de una lengua indígena que va más allá y significa 'abrazo del alma'. Eso es el arte, una vivencia no un dogma de fe».
En ese sentido camina Collegium. «A partir de la fundación familiar haremos una más grande», cuenta quien estudió el 'efecto Guggenheim'. «Le pregunté al director de esa fundación en Nueva York que por qué eligieron Bilbao. Yme contestó que por la voluntad política de un lehendakari, José Antonio Ardanza. Yo no controlo la voluntad política, pero esto es lo que puedo hacer», sentencia convencido de que el turismo cultural puede reactivar esta comunidad.
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