2023 será año perdido

Las convocatorias a urnas conllevan campañas electorales, que resultando poco aprovechables para la mejora de la atención ciudadana, no son lo más nocivo de la situación. Lo peor, con diferencia, son los meses de precampaña que en nada se distinguen de los quince días que marca la legislación para pedir el voto en campaña.

Puede que una parte de la energía que dedican los políticos a intentar ganar unas elecciones o a que las ganen sus compañeros de partido salga de sus costillas, pero otra parte no menor de ese tiempo y empeño electoral es tiempo y dedicación que no emplean en su horario de despacho los días laborables y en la tarea por la que reciben un sueldo público. Sea de gestión en un gobierno (con el plus de que repercute directamente en el servicio a los ciudadanos) o de control a quien gobierna desde la oposición. Si esto se ciñera a las dos semanas de la campaña, podría ser asumible, porque las elecciones son cimiento básico en una sociedad democrática. El problema es cuando parasitan el calendario, porque el modo mitin es incompatible con el rigor que exige el modo gestión y las reformas serias.

Ese es el contexto de unas elecciones municipales atípicas en Castilla y León, porque las papeletas para elegir alcalde no hacen pareja, por primera vez, con las que escogen presidente de la Junta. Aún así, los partidos harán lectura regional de los resultados. Y nacional. ¿Aguantará el Sanchismo? ¿Se abrirá paso el Feijoismo o/y el Abascalismo? Por eso se afanan los dirigentes autonómicos en arropar a sus candidatos y disfrutamos, excusen el modo irónico, de la gira de estrellas de la política estatal.

Ustedes eligen a su alcalde. Eso es lo esencial. Pero la papeleta que escojan implica para los partidos una prueba de estrés para medir su tono muscular. Con el enfoque puesto en las capitales de provincia, donde el PP logró hace cuatro años sólo la Alcaldía de Salamanca y el PSOE gobierna Valladolid, León y Burgos, además de Soria y Segovia, siendo la opción más votada en Palencia. Suman los socialistas Ponferrada y Miranda de Ebro por Medina del Campo y Aranda de Duero de los populares.

Ahí es donde se cuecen las elecciones. En ver si el PSOE resiste y aguantan las siglas a su izquierda o si el PP recupera terreno urbano. Estos miran de reojo a Vox, con Cs en desintegración. 'San Escrutinio, que suban los de Abascal, pero no mucho', ruegan en las sedes del PP, mientras en Vox confían en el tirón de la marca nacional. El candidato es accesorio. Les funcionó en 2022, con un Juan García-Gallardo desconocido a rebufo de dirigentes estatales: Abascal, la Olona de entonces... Tan poco pesaba lo autonómico que dos días que hubo pleno en el Congreso y los prebostes nacionales no pudieron venir a Castilla y León, Gallardo ni programó campaña. No le hacía falta. Sacó 13 escaños y gobierna con Mañueco.

Es tiempo de candidatos, de padrinos de candidatos y de la clac que rodea al candidato, de aplauso fácil y crítica ausente. 2023 pasará, pero que pase pronto. Y que el personal vuelva al tajo, a poner al día la tarea.