

Secciones
Servicios
Destacamos
«Devoran palomas, patos, todo tipo de peces, cualquier cosa que pillan; son una especie invasora con la que hay que acabar, pero una vez que están en nuestros ríos es muy complicado». Roberto Carlos Valdivieso, delegado en Valladolid de la Federación de Pesca y Casting de Castilla y León, constata la dificultad de poner coto a la presencia cada vez más frecuente de siluros en los ríos y embalses de Castilla y León.
El embalse del Sobrón (Burgos) y el de Los Rábanos y el azud de Almarail (ambos en Soria) son el epicentro fluvial con mayor presencia de este pez, que puede superar los 2,60 metros de longitud y más de 120 kilos de peso. Esos puntos son la zona específica donde su captura está permitida con arpones, artes de tirón y ancla, de noche, e incluso utilizando fuentes luminosas artificiales como medio de atracción y paralización, modalidades contempladas en el plan de control que la Consejería de Fomento y Medio Ambiente puso en marcha en 2019 para poner freno «a los efectos tan perjudiciales que esta especie causa al resto».
En la batalla contra el pez de agua dulce de mayor talla de toda Europa la ley prohíbe devolver al río los ejemplares capturados. En los últimos años ya está dejando de ser llamativa la pesca de piezas de esta especie en el Duero, el Pisuerga y el Tormes, donde el año pasado se han localizado ejemplares de hasta 65 kilos. «Poco a poco van colonizando los cauces; en Valladolid estamos capturando unos cuantos, aunque el más grande no superó los cinco kilos y fue pescado en San Miguel del Pino», explica Valdivieso. «El problema tanto del Duero como del Pisuerga es que solo se puede pescar en un 2% o 3% del cauce, el resto de las orillas son prácticamente inaccesible, lo que también dificulta el control de los siluros; además, en los dos últimos años hemos tenido fuertes riadas que han movido los peces y por eso igual están llegando más a las cuencas vallisoletanas».
Animal con preferencia por aguas mansas y turbias y cuya presencia no entraña riesgo para los bañistas –«no son monstruos de río», suelen bromear algunos pescadores–, el siluro se introdujo ilegalmente en la década de los setenta en el pantano de Mequinenza (Zaragoza) y en 2010 se localizaron los primeros ejemplares en aguas de Castilla y León -también atribuidos a sueltas ilegales- en el embalse burgalés del Sobrón. Es en 2014 cuando se comunican a la administración regional sucesivas capturas en los embalses sorianos de La Cuerda del Pozo y Los Rábanos y en su entorno fluvial.
«Es una especie que, a pesar de todos los esfuerzos de pescadores y administraciones, sigue sin estar bajo control dada su enorme capacidad reproductiva y capacidad de adaptación al medio, siendo fundamental extremar las medidas de vigilancia y control», se señala desde la Consejería de Medio Ambiente, a la que se ha comunicado la captura de medio centenar de siluros en Burgos y Soria desde 2019.
En Aragón, con el embalse de Mequinenza convertido en principal foco de pesca deportiva por la captura del siluro, la Guardia Civil ha sorprendido a pescadores que los capturan para comercializarlos en Rumanía y Bulgaria, donde gozan de aceptación culinaria.
Con más de dos mil pescadores federados y unas 145.000 licencias de pesca en Castilla y León, en los cauces fluviales de la comunidad que empiezan a ser colonizados por el siluro su captura se realiza con cebos de lombriz, gusano o pellet de harina y lance pesado (vinilos o peces artificiales). Con este último método ha picado la gigantesca pieza cobrada por el vallisoletano Sergio Rodríguez en las profundidades del Ebro.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.