Un obrero trabaja en la construcción de un edificio en Valladolid. Ricardo Otazo

Castilla y León

Seis de cada diez parados que salen de la lista dejan de buscar empleo o se marchan

La región tiene 28.300 desempleados menos que antes de la pandemia, pero también 18.000 personas menos en edad de trabajar

Lunes, 17 de abril 2023, 00:01

El paro lleva meses de bajadas en la comunidad. El año pasado, por primera vez desde 2018, lo hizo en los cuatro trimestres respecto a sus predecesores, según muestra la EPA, y en 2023 la tendencia se mantiene en los registros del SEPE. Sin embargo, ... que baje el paro no es sinónimo de que los afectados encuentren trabajo. De hecho, según pone de manifiesto la Encuesta de Población Activa, el 63% de la bajada del paro en Castilla y León se debe a otros motivos. Porque mientras el año pasado cerró con 28.300 desempleados menos de acuerdo con la estimación del INE, la cifra de ocupados no tuvo un incremento equivalente, sino que creció bastante menos, en concreto en 10.400 personas.

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La conclusión sería algo así como que la bajada del paro también tiene un 'lado oscuro'. Castilla y León tiene 28.300 parados menos que antes de la pandemia, pero 18.000 de ellos no han encontrado trabajo, sino que han desaparecido de la estadística.

Porque se han jubilado, algo nada extraño en una región tan envejecida como Castilla y León; o porque se han trasladado a otra comunidad autónoma o bien al extranjero; o por la marcha de mano de obra foránea; o porque han pasado a dedicarse a otras actividades al no encontrar empleo, desde apuntarse a algún tipo de curso de formación a no hacer nada. También, aunque de esto no hay cifras oficiales, porque se han adentrado en la economía sumergida. En definitiva, muchas de las personas que abandonan el paro no lo hacen por haber encontrado un empleo, sino solo porque han dejado de estar disponibles para trabajar.

La comunidad contaba en el último trimestre de 2022 con una población de 2,32 millones de personas, que según la EPA suponían 25.000 menos de las que había justo antes de estallar la pandemia, en el cuarto trimestre de 2019. A la vez, la población activa, es decir, las personas de 16 o más años «que se declaran parte de la mano de obra dedicada a la producción de bienes ó servicios –ocupados– o están disponibles para ello por la búsqueda de un empleo remunerado –parados–» (según la definición de Eurostat), tiene como último dato 1,11 millones de personas. Son 18.000 menos que los 1,13 millones que había en el último tramo de 2019.

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El resto, 1,21 millones de habitantes, son lo que la EPA considera inactivos, esto es, menores de 16 años, mayores de esa edad que siguen estudiando, personas de más de 65 años y gente que no quiere o no necesita trabajar.

La región tiene cuatro puntos menos de tasa de paro que la media nacional, los mismos que tiene España de más en tasa de actividad

La pérdida de población activa es el gran drama de la comunidad castellana y leonesa, uno de sus factores diferenciales con el conjunto de España. En los tres años que van de 2019 a 2022, el país ha visto incrementar sus activos en 329.000 personas, hasta alcanzar la cifra de 23,48 millones. En ese lapso de tiempo ha habido un aumento del 1,3% en España y un descenso del 1,6% en Castilla y León.

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Uno de los indicadores más valorados a la hora de diagnosticar la marcha del mercado laboral es la tasa de paro, que solo mide la EPA. Es el porcentaje de la población en edad, condiciones y disposición de trabajar (población activa) que no tiene un puesto de trabajo. Castilla y León siempre sale muy favorecida en este parámetro y, con el último dato, luce un 8,8%, la tercera más baja de España tras las del País Vasco y La Rioja. La tasa de paro media nacional es del 12,8%, es decir justo cuatro puntos por encima de la de la comunidad.

Pero, ¿qué sucede con la tasa de actividad, con el porcentaje de personas aptas para el trabajo dentro del total de la población? Casi exactamente lo contrario. En España es del 58,5% y en Castilla y León, del 54,7%. Solo Galicia, Asturias y Cantabria tienen tasas menores.

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La pérdida de gente apta para trabajar de la región se da en todos los tramos de edad salvo en el de mayores de 55 años

El envejecimiento de la población es uno de los principales problemas de la comunidad y un análisis de la composición de la población activa por tramos de edad no hace sino añadir dramatismo a la ecuación. Entre 2019 y 2022 se han perdido 1.800 activos de entre 16 y 19 años;2.500 menos hay de entre 20 y 24; los de 25 a 34 han descendido en 13.800 personas y los de 35 a 44, en 20.600. Ninguno de ellos se ha jubilado.

Cuando se pasa al tramo de 45 a 54 años, la pérdida de activos es ya de solo 900 y entre los de 55 y más años, el número de integrantes ha aumentado en 21.700 personas en los últimos tres años.

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La bajada del paro y el aumento de la ocupación se topan, así, con un horizonte preocupante. El 'caladero' de mano de obra autóctona se agota. Cada vez hay menos personas jóvenes aptas para trabajar, mientras que aumentan las de los tramos de edad más elevados. Algo que también sucede con el paro: que se enquista entre el colectivo de trabajadores repudiados por el mercado laboral, con cada vez más parados de larga duración.

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De los 98.300 parados que refleja la EPA, 16.000 llevan desempleados entre uno y dos años y otros 26.200, dos años o más. Sumados son más de 42.000 personas, que no son la mitad pero se acercan.

Desempleados en la oficina del SEPE y el Ecyl de Poniente. Henar Sastre

Récord de distancia entre el paro registrado y el paro estimado

La Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2022 cifraba el número de parados de Castilla y León en 98.300 personas, mientras que el Servicio Público Estatal de Empleo tenía registrados en diciembre del año pasado 121.999 desempleados (en marzo bajaron a 119.646). Esta diferencia, de más de 23.000 personas, se explica por las diferencias en los métodos de cálculo. El paro registrado contabiliza a las personas inscritas en las oficinas públicas de empleo que demandan un puesto de trabajo el último día hábil del mes y excluye a las personas que se encuentran en búsqueda de empleo pero que no tienen disponibilidad para una incorporación inmediata, que buscan un trabajo específico o que rechazan hacer cursos de formación.

En la lista del SEPE se incluye también un buen número de personas que no computan en la EPA, por ejemplo, quienes se dan de alta para acceder a algún beneficio o prestación para los que es obligatorio inscribirse o aquellos prejubilados que cobran del SEPE pero ya no van a volver a trabajar.

La EPA es una investigación de muestra, continua y de periodicidad trimestral, en la que se encuesta a unas 200.000 personas de 63.000 hogares. Los parados que estima la EPA son aquellas personas de 16 años o más que durante la semana de referencia han estado sin trabajo, disponibles para trabajar y buscando activamente empleo. De modo que una persona puede considerarse en desempleo por el INE sin estar inscrita en una oficina pública de empleo y viceversa.

A la hora de analizar el estado del desempleo, los expertos prefieren la EPA, ya que se elabora con unos parámetros homogéneos en todos los países que integran la Organización Internacional del Trabajo, lo que permite realizar comparaciones de los datos de España con, por ejemplo, los de los países de la UE que aporta Eurostat. El paro registrado en el SEPE que se publica cada mes se tiene más como un dato indicativo e inmediato de por dónde se mueve el mercado laboral. En cuanto a datos mensuales registrados son más valorados los de afiliación a la Seguridad Social, que a la postre es la cifra de personas que tienen empleo. Aunque tampoco sea exacta ya que se le escapan quienes se encuentran en la economía sumergida.

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