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Es la enfermedad neurológica aguda más prevalente y grave, más discapacitante. Y se estima que una de cada seis personas puede sufrir un ictus a lo largo de su vida y, además, uno de cada tres afectados lo padece en edad laboral. Es por ello ... que los accidentes cerebrovasculares son todo un reto médico, desde el momento que se produce con una intervención de cuya rapidez depende directamente el resultado de vida y de secuelas; pero también de organización territorial, de medios desde que ocurre hasta que se culmina la rehabilitación ambulatoria. Castilla y León arrastra deficiencias asistenciales que ahora que la pandemia lo permite se corregirán en buena medida con un nuevo diseño del mapa de dotación. En ello trabaja Sacyl. Pero la rehabilitación posterior, la que se alarga en semanas y meses e, incluso, más no cuenta con grandes aportaciones públicas. Esta semana se han celebrado dos días para esta dolencia. El pasado día 26 fue la jornada dedicada al daño cerebral y el día 29 al ictus.
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Por ello, ya en 2014, Aspaym puso en marcha una unidad ambulatoria especializada en la recuperación de estas personas una vez que pasan la fase aguda.
En Castilla y León, entre cuatro y cinco mil personas al año sufren un ictus; pero la mortalidad ha ido en un descenso muy marcado de la mano de la intervención rápida de los medios asistenciales con la implantación del Código Ictus, la trombolisis (tratamiento para disolver el coágulo) y de las unidades especializadas, pese a sus carencias. Así mientras en los años 80, y según datos del INE, la mortalidad era de unos 3.300 afectados al año en la comunidad y suponía el 15,56% de las causas de muerte; en el año 2.000 ya bajaron a 2.433, el 9,48% del total; y ya en 2014 fueron 1.892 (6,81%) para caer en 2019, último año con datos, a 1.690 fallecidos por esta causa; lo que supone el 5,88% de las enfermedades causantes de fallecimiento. Pero pese a estas mejores cifras, no solo encabeza las causas de mortalidad en las mujeres y es la segunda en varones, sino que cada año, estos miles de nuevos casos generan su consecuente carga social expresada en discapacidad y dificultades en la vida diaria y económica dado el consumo de recursos sanitarios y pérdidas de productividad laboral por discapacidad y mortalidad. Dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos discapacitantes, lo que incrementa notablemente la necesidad de recibir asistencia o cuidado, según apunta el último documento, de 2019, de 'El atlas del ictus de Castilla y León'. Así, en comparación con otros enfermos crónicos y con la población sana, el consumo de recursos sanitarios es mayor entre las personas que han padecido un ictus, principalmente respecto al uso de urgencias y la hospitalización y el estado de salud autopercibido por ellas es peor que el de otros pacientes. Asimismo, presentan peor estado de salud mental y tienen una mayor afectación en las distintas dimensiones de la calidad de vida relacionada con la salud, especialmente la movilidad, el autocuidado y las actividades cotidianas. Según los datos de este trabajo, avalado por diferentes sociedades científicas, entre ellas la de Neurología o la de Familia y Comunitaria, tres de cada cuatro personas que padecieron un ictus en Castilla y León tienen 65 años o más, con lo que la edad unida al evento «se traduce en mayores dificultades para realizar las actividades básicas de la vida diaria, así como en una mayor necesidad de cuidado», recoge.
La prevención relacionada con el tratamiento de los factores de riesgo modificables es la medida más efectiva en la reducción de este problema y, «entre los factores de riesgo modificables de mayor peso, por su prevalencia y por ser causa de ictus más graves es la fibrilación auricular no valvular, cuyo adecuado manejo repercute muy favorablemente en al reducción de su impacto», recoge dicho trabajo. Desde Ictia, el citado centro especializado en la rehabilitación de estas personas, se apunta a que «el 80% de ellos son evitables si se controlan factores de riesgo tales como el tabaquismo, la vida sedentaria, el consumo de alcohol y drogas, el colesterol, una dieta rica en sal y grasas, la hipertensión, la diabetes, la obesidad y las enfermedades del corazón».
El ictus puede ser isquémico (producido por un coágulo), supone el 80% del total, o hemorrágico (un derrame), el 20%, y abarca desde los tratamientos farmacológicos a la superespecialización del intervencionismo que se aplica en ambos tipos de accidente cardiovascular.
El perfil de los pacientes que acuden a Ictia son personas que han sufrido algún tipo de afectación neurológica, como ictus, accidentes cerebrovasculares, parálisis cerebral, traumatismos craneoencefálicos, distintos casos de esclerosis, ataxias y tumores cerebrales, entre otros. El año pasado, este servicio atendió a 164 personas dentro del programa de rehabilitación: 69 hombres, 64 mujeres, 16 niños y 15 niñas.
A lo largo del año 2020, «sumaría un total de 1.038: 587 sesiones de fisioterapia, 150 de terapia ocupacional, 166 sesiones de logopedia y 135 de psicología». Este es el amplio abanico que ofrece Ictia a sus pacientes; pero «no necesariamente necesitan sesiones de todo. Cada paciente es un mundo y cuando un usuario llega al centro, lo primero que hacemos es evaluar sus necesidades, lo entrevistamos y vemos su situación, la intensidad de sesiones que precisa. Puede ser rehabilitación solo física o neuropsicológica o precisar logopedia... es tan variado como personas hay y es el mismo fisioterapeuta el que se encarga de su seguimiento y terapia física. Con el que comienza continúa, es la mejor forma de ver la evolución», explica Marta Sanz, fisioterapeuta de Ictia.
«Un paciente puede estar desde un mes en el centro hasta un año, depende de sus secuelas, del área afectada de su cerebro. Lo perfecto es que empiecen cuanto antes con la rehabilitación, incluso en el propio hospital de agudos;pero en cualquier momento puede haber mejora. Ahora sabemos de la neuroplasticidad del cerebro, sabemos que siempre puede haber cambios. Hay un tiempo en que son más notables y rápidos, más palpables y en otros momentos parecen ralentizarse; pero la rehabilita ción siempre aporta. Luego algunos recuperan el 100% y en otros perduran las limitaciones. Lo positivo es que siempre mejoran», destaca Marta Sanz.
Ocho fisioterapeutas, tres logopedas, un psicólogo y dos terapeutas ocupaciones configuran el equipo de Ictia junto con otros profesionales hasta los 22 trabajadores.
Junto a este centro, el Benito Menni completa la oferta de centros especializados en estos tratamientos en Valladolid y Burgos, León y Salamanca cuentan también con espacios sociosanitarios para la recuperación de estos pacientes.
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