Palo

Como uno de mis mejores amigos es oftalmólogo (y de los buenos), le llamé para contarle lo que me estaba ocurriendo y, sin dudarlo un instante, me ordenó que fuera urgentemente a la clínica donde estaba él pasando consulta en ese momento.

Reconozco que tanta diligencia me acojonó, pero a medida que pasaban los minutos la doble visión empezó a disminuir y, tras ser examinado a conciencia, la receta fue sencilla y barata: un colirio que me estuve dando unos días a pesar de que ya veía bien. Cuando le dije a mi colega que tanta prisa por auscultarme me había asustado contestó que a él también, porque la diplopía es uno de los síntomas clásicos del ictus.

Desde entonces me fijo cada vez más en esas personas con las que me cruzo y que según dicen los neurólogos han sufrido un trastorno cerebral que los ha dejado muy tocados.

Ahora que sé que este mal es la primera o segunda causa de mortandad en nuestro país, afirmo que aunque la palabra ictus viene del latín y significa golpe, sus efectos no son un golpe propiamente dicho: son un palo. Para quien lo sufre y quienes ayudan a seguir viviendo al afectado.