Ana María Prieto siempre ha preferido trabajar. «He hecho de todo, soy peluquera, pero he estado en una pescadería, como reponedora, en una charcutería... en lo que pillara. Estuve siete años en un 'Todo a cien' que luego quebró y fue cuando me quedé en ... el paro. Cobré el desempleo, ayudas y viví con la renta garantizada. Pero no me gusta no ganarme la vida. Hay gente que no acepta trabajos porque se cobra a veces menos que con la renta; pero yo no soy así. Estuve casi cinco años sin empleo y el paro me hundía porque soy muy activa. La dificultad es que cuando pasas de los 40 no es fácil encontrar un empleo, difícil tener oportunidades». Y así es cómo llega esta vallisoletana de 42 años, madre de dos hijos, a formarse como asistente personal en busca de nuevas oportunidades. Contenta con el trabajo, aunque su sueño era ser fotógrafa o escritora y «soy sincera esto no es mi vocación»;pero se entrega en el día a día en la asistencia de dos personas mayores y del pequeño Alberto de seis años de edad que «por la edad y su discapacidad necesita vigilancia continua y ayuda para más cosas que otros niños», explica su madre Isabel Núñez Medina.
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«Mi hijo tiene síndrome X frágil (una forma de discapacidad intelectual), es además muy inquieto, probablemente hipermotriz, y tiene problemas sobre todo para aprender, va más despacio y tiene problemas con la sensibilidad, el tacto, los sonidos... es como que no los percibiera bien», explica Isabel quien, al ser divorciada, al menos entre semana, se encarga del pequeño; lo que hace más necesario este tipo de recurso.
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Ana María es quien se encarga «de vestirlo, asearlo, prepararlo y llevarlo al cole donde se queda a comer y recibe estimulación, precoz, logopedia... es un centro de educación especial», explica Isabel, también vallisoletana de 44 años que cada día «tengo que ir a trabajar, estoy en el sector del marketing, porque alguien tiene que traer el dinero a casa y porque me gusta trabajar, no depender de nadie, y necesito un asistente personal por ello para Alberto, sobre todo para ello».
Ana María explica que «mi trabajo no es la limpieza, hay familias que abusan cuando te contratan y te ponen también a hacer la casa. No es eso, un asistente está con la persona con discapacidad, como apoyo para que pueda llevar una vida normal. Luego, eso sí, tienes que coger el punto a todo, cada persona es distinta y tienes también que hacer de psicólogo, empatizar con ellas, responder a sus necesidades de limpieza o para que coma y en el caso de un niño es fundamental que se sienta seguro con la persona que lo cuida cuando su madre no está, que esté tranquilo y se sienta comprendido. En la formación te dicen que hay que despegarse, no empatizar y no llevártelo a casa, que es un trabajo; pero es imposible no hacerlo y menos con un niño. Lo que le pasa te preocupa, no puedes evitar cogerle cariño y si le pasa algo o ha estado inquieto claro que te lo llevas a casa». explica.
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