![Coronavirus Castilla y León: La incertidumbre frente al pupitre](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202008/15/media/cortadas/GF4LP8Z1-kuJF-U1101070152738Xn-1968x1216@El%20Norte.jpg)
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EL NORTE
Domingo, 16 de agosto 2020
En 14 años como director, nunca me he gastado tanto dinero en algo como este año en material frente a la covid-19», reconoce Agustín Gallego, al frente del colegio Santa Clara, en Cuéllar (Segovia). Geles, garrafas de hidrogel, dispensadores, secamanos y mascarillas de repuesto compartirán este año espacio con libros, pizarras, pinturas, probetas de laboratorio. Todo tiene que estar listo el 1 de septiembre. Al final, «más gasto que lo mucho que hemos invertido años atrás en Informática», asegura Gallego. Él es uno de los directores de colegios e institutos de la comunidad que tendrán que afrontar, en unos días, el inicio más incierto del curso, con planes de organización ante la situación actual (entradas escalonadas, patios segmentados, aulas preparadas para la enseñanza presencial) y alternativas listas por si hubiera que regresar a las clases 'on line'. Responsabilidad, mucha. Incertidumbre y dudas, también.
Maite Izquierdo, instituto Pinar de la Rubia (Valladolid)
«Hemos diseñado un plan de vuelta a las aulas pensando en que habrá clases normales, presenciales. Pero esto puede cambiar de un día para otro», explica MaiteIzquierdo, directora del instituto Pinar de la Rubia. «Aquí todo el mundo tendrá que llevar mascarilla y traerla de casa. No todos los centros somos iguales. Quizá en un colegio rural, con quince alumnos por clase, tengan más espacio. Nuestra ratio es de 27-28 alumnos por aula. No se pueden guardar más las distancias. La mascarilla será obligatoria», indica Izquierdo.
Habrá un plan de entrada escalonada (con la dificultad añadida de que hay estudiantes que llegan de pueblos del entorno en autobús). En el patio: espacios fragmentados para cada curso y la prohibición de jugar, por ejemplo, al fútbol. El centro tiene que coordinarse además con el colegio Alonso Berruguete (600 alumnos) con el que comparte patio.
Dentro de las instalaciones, señales de dirección por los pasillos, las escaleras... Habrá dispensadores de gel a la entrada de cada aula, «aunque pediremos a las familias que cada alumno traiga el suyo, también para agilizar el inicio de las clases». «Mientras no haya una vacuna, y lo siento en el alma, no podemos programas salidas educativas».
La cafetería se ha cerrado y convertido en sala covid. «Todas las semanas tenemos dos o tres chicos que te dicen: 'Me duele la garganta'. Eso ha sido así siempre. Ahora, con esta situación, cuando esto ocurra, ese niño tendrá que esperar en la sala covid hasta que la familia venga a recogerlo. Ante cualquier síntoma, la responsabilidad es que se quede en casa y no venga al centro. Y estoy pensando, a título particular, en comprar equipos epi para los profesores que tengan que atender a ese niño. No se ha pensado mucho en cómo se expone a los profesores. Y hay que cuidarlos».
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«Los departamentos han tenido que revisar su programación en función de lo que no se pudo impartir el curso pasado», cuenta Izquierdo, quien pide mesura ante la recuperación de materias. «Ningún alumno va a destrozar su vida porque no haya recibido algunos contenidos académicos durante cuatro meses. Eso se adquiere, más pronto o más tarde. La educación también es la adquisición de competencias, y esto nos ha enseñado mucho: en valores, responsabilidad. Los estudiantes son más conscientes de la importancia de la investigación, de la ecología... En tres meses hemos conseguido digitalizar el centro más que en los seis años anteriores».
Durante las primeras semanas, los docentes participarán en programas de formación digital ante una posible vuelta a la enseñanza 'on line' y se trabajará con los alumnos en contenidos ya pensados directamente en esas plataformas. «Hay que compaginar estas herramientas, incluso aunque no nos confinen. Por ejemplo, a la hora de entregar trabajos, se pueden colgar en las plataformas, sin necesidad de llevar un pincho», informa Víctor Vela.
Fernando Javier Martín, colegio San Agustín (Salamanca)
«Hay ilusión, muchas ganas de volver a abrir el colegio, pero también están el miedo, la incertidumbre... y la certeza de que vamos a tener infectados. Si ya se están produciendo contagios en entornos familiares de diez o doce personas, en un centro con 680 alumnos y 56 trabajadores... Estoy seguro de que vamos a tener casos y habrá que ver cómo se resuelven esas situaciones», asegura Fernando Javier Martín, director del colegio San Agustín, en Salamanca.
«Los protocolos no es que estén claros, es que no pueden estarlo. Si tenemos un niño que da positivo en una clase, nos dicen que hay que aislar a sus compañeros y al profesor. Pero es que ese profesor también da clase en otras aulas, a muchos grupos. Por ejemplo, si tenemos un caso en primero de la ESO A, aislamos a esa clase. Pero, ¿qué profesores van a la cuarentena? Eso nos preocupa. En primero de la ESO hay once profesores, que además imparten clase en todos los demás cursos».
«Ya tenemos prevista una alternativa 'on line', si no se pueden seguir las clases presenciales. Vamos a pedir a los profesores que parte del temario lo impartan, aunque sea presencial, como si estuvieran 'on line'. Somos conscientes de que en cualquier momento puede volver esa situación, y también de que afrontarlo durante todo el curso sería demasiado». Martín recuerda que el centro ha tenido que hacer una importante inversión en medidas higiénicas.
«Hemos comprado alfombras, desinfección de calzado para las entradas, una máquina friegasuelos. Y a eso hay que añadir las mascarillas, los geles hidroalcohólicos, que aquí son litros y litros, además de las distancias, los espacios, las puertas...». «Sobre el papel, todas las pautas están muy claras (separación por ciclos en los patios, en las mesas del comedor), pero habrá que ver luego la realidad del día a día, cómo evoluciona esto. Vamos a intentar que los chavales de distintos cursos no se mezclen en el recreo, pero es complicado. En las aulas no vamos a tener problema. Son grandes, las distancias se pueden mantener. Y si no, podemos reducir la ratio de la clase, nosotros ahí no tenemos dificultades», asegura Martín, quien lanza un mensaje de «responsabilidad» hacia los padres: «Han de ser conscientes de que si el niño tiene algún síntoma, no tienen que traerlo al centro, aunque se de la situación de que no tengan con quien dejarlo», informa Rosa García.
Andrés Llorente, colegio Filipense Blanca de Castilla (Palencia)
También con una «enorme responsabilidad» asume Andrés Llorente el inicio del próximo curso. De su gestión dependen 930 alumnos (desde ludoteca e Infantil hasta Bachillerato), más personas en el Colegio Filipenses Blanca de Castilla de Palencia que en muchos pueblos de la comunidad. «Estamos intentando hacer grupos estables de convivencia, donde los chicos no se mezclen ni siquiera con los alumnos de otro grupo. Será el tutor quien pase el mayor número de horas posible con los alumnos. Para el recreo, hemos dividido los patios en tres partes, con horarios distintos para las clases».
«Lo más complicado», subraya, ha sido organizar el comedor escolar. «Hemos programado todo para que los más pequeños coman en el aula. Tienen su propio espacio, será como su burbuja. Los mayores tendrán mesas aisladas, separadas, para que coman con los compañeros de clase», indica Llorente, quien reconoce que estas medidas pueden sufrir algún cambio dependiendo del número de usuarios del comedor.
«Al finalizar el curso pasado, el claustro de profesores trabajó en los dos escenarios:el presencial y el 'on line'. Del 9 al 14 de septiembre convocaremos a las familias de Primaria para hacer una formación y explicarles el procedimiento, en caso de que tengamos que volver a casa. En la tercera semana, cuando empiece la ESO, haremos lo mismo con Secundaria» afirma Llorente, quien agrega que se ha dejado poco espacio para la improvisación. «Lo tenemos todo muy bien configurado. La vez anterior fueron decisiones de fin de semana que funcionaron muy bien y ahora hemos depurado esa experiencia que nos va a permitir afrontar mejor ese escenario, si es que llega», informa M. Alonso.
Agustín Gallego, colegio Santa Clara (Cuéllar, Segovia)
«Va a ser un curso complicado», reconoce Agustín Gallego, director del colegio Santa Clara, en Cuéllar, un centro con 369 alumnos y 32 profesores. De momento. Porque están a la espera de docentes de refuerzo. Las dos clases de cuarto de Primaria cuentan con 25 alumnos. De acuerdo con las ratios marcadas por la Consejería de Educación (máximo de entre 22 y 25), se tendrían que desdoblar. Pero, a estas alturas del curso, desconocen si contarán con ese tercer profesor (ya adjudicado para otros centros). Si fuera así, esa nueva clase ocuparía el espacio de la biblioteca que, de momento, no se va a utilizar.
«Mi idea es sacar lotes de libros y llevarlos a las aulas», desde donde funcionarían cómo bibliotecas exclusivas. Tras la devolución, los libros se quedarían unos días en cuarentena. Pero los volúmenes se prestarían entre los alumnos de una misma clase, no de todo el centro. «No vamos a abrir la biblioteca para que vengan niños y niñas de cualquier edad y curso, cuando estamos haciendo grupos estables de convivencia», dice Gallego, quien propondrá al Consejo Escolar que no se desarrollen actividades extraescolares por la tarde.
También se han diseñado dos turnos de recreo, con delimitación de parcelas en los patios. Se ha previsto además el escalonamiento de entradas y salidas, así como la apertura de dos puertas laterales que habitualmente se encuentran sin uso (habrá así seis accesos). Y se han comprado termómetros para tomar la temperatura a los alumnos. Entre las dudas, cómo organizar los baños de Infantil. Los protocolos de la Junta recomiendan un aseo por aula. Gallego recuerda que, al finalizar el pasado curso, cada centro tuvo que realizar un plan de intervención para esta temporada que ahora comienza. «Y para ello no contamos con el asesoramiento de ningún técnico».
Disponen además de un plan de digitalización, que se completa con formación del profesorado («hay que prever un marco de formación a partir de lo que cada centro ya tenga»). Entre esas dudas por la falta de asesoramiento se encuentra la de qué hacer con la señalización en el suelo (si pintarlo, con pegatinas, dónde situar los diversos elementos de protección). «No nos tenemos que obsesionar con las programaciones. Siempre será más lo que se hace en el colegio que lo se pueda hacer en casa. El curso pasado tuvimos un poco de frenazo durante tres meses, pero los niños de Infantil y Primaria, con un curso académico al 60% o 70%, lo pueden recuperar a lo largo de la etapa educativa», informa Mónica Rico.
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