Castilla y León
La estancia media en el hospital cuesta 4.224 euros y 11.606 si es UCISanidad ·
Desde los 1.995 euros de una hernia inguinal a los 84.193 de salvar a un neonato, Sacyl gasta 4.613 millones de euros al añoSecciones
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Castilla y León
La estancia media en el hospital cuesta 4.224 euros y 11.606 si es UCISanidad ·
Desde los 1.995 euros de una hernia inguinal a los 84.193 de salvar a un neonato, Sacyl gasta 4.613 millones de euros al añoLa sanidad no es gratuita. Consumirá este 2023 más de 4.613 millones de euros, un 8,9% más que en 2022. Cada vez que simplemente se llama por teléfono al médico de Familia para una consulta, ya cuesta dinero al sistema. Ni qué decir ... cuando se precisa un ingreso e, incluso, cuidados intensivos.
La Atención Primaria, de menor complejidad asistencial pero mayor movimiento, consume el 20,49 % del presupuesto de la Gerencia Regional de Salud, es decir, 783 millones de euros (sin computar el gasto de receta farmacéutica). Una cita ordinaria con el facultativo de cabecera supone 15,25 euros y con el pediatra, 22,44 euros, más del doble si es fuera de la jornada ordinaria. En Atención Continuada, 36 euros en ambos casos.
Si la atención requiere una cirugía ambulatoria, entonces el gasto asciende a 73,48 euros. Y la enfermería no es más barata: 15,80 la consulta normal y 24,7 en horario de urgencias. Los fisioterapeutas, matronas o el trabajador social se mueven entre los 14 y los casi 25 euros por cita. Estos especialistas atienden más de 14,2 millones de consultas anuales –según datos de 2022–; enfermería suma más de 7,1 y Pediatría, otros 1,4 millones. Y ello sin contar el medio millón de asistencias a domicilio. Son los datos de la Consejería de Sanidad para sus cuentas.
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En cuanto a las pruebas en este primer nivel asistencial, la más barata, que es una ecografía, ya supone 10,26 euros y la mamografía seis más.
Y suma y sigue. Tras el paso por este primer nivel asistencial, o en ocasiones directamente con la llegada a Urgencias –más de un millón anuales—, los hospitales reciben 3,9 millones de pacientes en consultas externas. Así que cuando un niño tiene mucha fiebre y sus padres lo llevan al punto de atención continuada o un corte de cuchillo en la cocina necesita sutura o una caída produce un esguince o, peor, alguna fractura, el mínimo del gasto para Sacyl es de unos 36 euros y el máximo -depende de si hay paso final por un quirófano e incluso una UCI- pueden ser dos mil y cinco mil. Y muchísimos procesos rondan los 25.000 euros.
Una urgencia hospitalaria normal –esas que un solo hospital contabiliza cerca de 80 en un solo día– son 197 euros. En el momento en que se atraviesa la puerta del servicio y se pone en marcha toda la cadena de recepción de documentación, triaje y reconocimiento clínico, la hucha empieza a vaciarse. Si luego se precisan análisis o radiografías o el largo etcétera de un hospital, la factura sube. Una analítica sencilla añade 16 euros, un estudio de Anatomía Patológica 76,5 y el coste medio de una prueba radiológica supone 41. Una simple placa, 20 euros. Un TAC llega a los 80 y la Resonancia Magnética asciende a los 145.
Así que el paso por el hospital puede suponer en realidad una factura, siempre cara, de lo más variado tanto como compleja es la medicina; pero los datos de Sacyl muestran que el coste medio de un proceso con hospitalización es de 4.224 euros y si es en UCI de 11.606 euros. Suele ser de una semana el primero y hasta unos diez días la atención a críticos (hasta cinco meses algunos casos de covid). Todo suma. Una factura millonaria cada día y sin reversión, solo son gastos. Unos cálculos que recogen no solo el mero acto clínico sino al limpieza, mobiliario y mantenimiento, luz, agua y calefacción, personal de seguridad... Un hospital nunca cierra.
Los datos facilitados por la Consejería de Sanidad muestran que la atención a un neonato en una unidad especializada en prematuros supone, hasta que se le da el alta, 28.842 euros si no requiere especial aparataje ni procedimientos complejos. Y de forma bastante habitual, entre los 43.701 y 84.183 euros, según la gravedad de cada caso. Incluso hay un registro de 136.925 euros por sacar adelante a un pequeño prematuro durante 169 días.
Una cesárea tiene un coste de más de 4.500 euros y un parto normal, de 2.847. Implantar una válvula artificial supone 30.264 euros si ha habido un problema coronario serio que lo indique. Sin él, unos 19.000 euros. Y un 'bypass' coronario son 21.086 euros. Los procesos más caros, después de la asistencia a prematuros, son las traqueostomías (76.176 euros). Esta lista –siempre son costes medios, una complicación alargaría el seguimiento y el precio– incluye la atención los traumatismos en la cabeza con un coma profundo –29.869 euros– o los 45.326,40 euros en los que está valorado realizar una craneotomía para acceder al interior de la cabeza para tratar un trauma múltiple importante. O el tratamiento con injertos de un quemado grave, que asciende 53.855 euros.
Los trasplantes son de los procesos más caros, y ello sin contar toda la enfermedad previa que aboca al paciente a tal necesidad. Un implante de hígado llega a los 36.122,35 euros y a 24.482 el de páncreas. El trasplante alogénico de médula ósea son 27.934 euros y el trasplante renal 28.080.
La atención a un enfermo respiratorio grave, tipo covid, tiene un coste medio por proceso de 24.206, con ventilación asistida de más de 96 días, tres meses.
Y un repaso por patologías más frecuentes se mueve entre los 1.500, muy habitual en torno a 2.000 y los 3.560, por ejemplo, de un infarto. Una apendicitis cuesta 2.877 euros y un cáncer digestivo, 3.500.
La sanidad es cara. Más que cualquier hotel de lujo: 450 euros cada noche solo la cama. Algo más de 24, la alimentación diaria.De ahí que los responsables sanitarios y los profesionales insistan en reclamar un uso racional y respetuosos con el sistema.
Nunca llegó a implantarse. Buscaba concienciar de forma realista del precio que tiene la Sanidad, del gasto que supone la más mínima visita al médico. No para desalentar a acudir al mismo pero sí para valorar y racionalizar su empleo.
Fue bautizada como 'factura en la sombra' que se le facilitaría a cada usuario, o en mano o por correo o cualquier sistema digital más barato, para que conociera que el empleo que acaba de realizar de las instalaciones y profesionales sanitarios supone determinado gasto para el sistema. Aquel intento del año 2010, en plena crisis económica, en forma de orden de la entonces ministra socialista Trinidad Jiménez, para concienciar sobre el alto coste de la asistencia no logró triunfar, aunque tuvo algunas anecdóticas e incompletas experiencias en Andalucía o en la Comunidad Valenciana. El proyecto buscaba responsabilizar al ciudadano del uso que hace de la sanidad para promocionar su sostenibilidad. Su carácter fue residual en el Sistema Nacional de Salud y ni siquiera explorado en una Castilla y León en la que la Junta sí llegó a anunciar pilotajes que nunca llegaron.
También ha entrado en escena en varias ocasiones el debate sobre la posible implantación del copago sanitario en busca de la sostenibilidad del sistema sanitario. No solo por costear parte de la factura tras ser atendido sino como un hecho disuasorio para evitar que el ciudadano acuda sin demasiados motivos médicos.
Ya en julio de 1991, cuando se publicó el Informe Abril, se incluía el copago como medida de cofinanciación y de efecto disuasorio para los usuarios entre las recomendaciones que se exponían para «un futuro sostenible de nuestro sistema sanitario», la necesidad del mismo se ha venido proclamando repetidamente. El copago ya existe en las aportaciones por prestación farmacéutica de los no pensionistas.
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