Encuentro inédito con un ministro 'podemita'

La propia Ione Belarra pasó por Soria no hace mucho, pero fue en un acto sobre repoblación al que también asistieron Pedro Sánchez y Teresa Ribera. Y Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, estuvo presente en la Conferencia de Presidentes de Salamanca, a finales de julio, pero acompañada por Félix Velasco, Carolina Darias, Isabel Rodríguez y el propio Pedro Sánchez.

El presidente de la Junta ejerció como anfitrión en el Colegio de la Asunción de Carolina Darias –dos veces, una como ministra de Política Territorial y otra, tres meses después, como responsable de Sanidad–, Salvador Illa y Luis Planas. Y luego se ha visto en territorio castellano y leonés, sin más ministros por medio, con la vallisoletana Reyes Maroto, Raquel Sánchez, Fernando Grande-Marlaska, Luis Planas, José Manuel Rodríguez Uribes, Margarita Robles y Magdalena Valerio. Incluso, con motivo de una Mesa de la Automoción, pudo conocer a la recién nombrada Diana Morant, que acompañaba a Reyes Maroto en aquella ocasión.

No pasó por aquí Pablo Iglesias mientras le duró el cargo gubernamental y esperan turno de visita en el banquillo ministerial Alberto Garzón, Manuel Castells, Yolanda Díaz e Irene Montero. De los 16 titulares actuales de Ministerio que pertenecen al PSOE, Fernández Mañueco se ha visto cara a cara en Castilla y León con seis, además de con los ex ministros Salvador Illa, Magdalena Valerio o José Manuel Rodríguez Uribes.

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El encuentro entre Belarra y Mañueco resultó cordial a pesar de algunas puyas en los discursos de la breve rueda de prensa posterior. Alabaron el trabajo conjunto, se mostraron de acuerdo con matices incluso al hablar de que en lo tocante a las pensiones hacen falta «certidumbres» y se emplazaron a seguir la misma senda de diálogo en el ámbito de los servicios sociales. El saludo protocolario fue todo lo confuso que puede ser en estos tiempos en que la mascarilla y la retirada de la pandemia hacen dudar entre el abrazo, el codo-codo, el choque de manos o los dos besos. Un modo embarazoso pero gracioso y cordial de romper el hielo, junto a la conversación sobre la primera niebla densa del otoño, antes de entrar en materia en un encuentro inédito.