Fernando Palenzuela y Carlos Garcés, en la Hemeroteca de El Norte de Castilla. Ramón Gómez

Dos jubilados con vidas laborales más largas que su edad

Fernando Palenzuela y Carlos Garcés han estado 76 y 67 años de alta en la Seguridad Social. Extrabajador de Michelin uno y de Campsa el otro, ejercieron a la vez como autónomos, de electricista y de pintor rotulista

Lunes, 30 de octubre 2023, 00:03

No se puede negar que Carlos y Fernando se han ganado la jubilación a pulso. El primero ha cumplido 66 años y el segundo, 68. Llegan a la Redacción de El Norte con sus informes de vida laboral emitidos por la Seguridad Social, que certifica que tienen una vida laboral de 67 años, 10 meses y 9 días; y de 76 años, 1 mes y 2 días, respectivamente. En ambos casos es el tiempo que han figurado en situación de alta en el sistema. También tienen años cotizados como para cumplir con cualquier exigencia con la que el Ministerio quiera endurecer el acceso a la pensión de jubilación y, además, podrían prestar alguno a quien lo necesite: más de 44 uno y más de 42, el otro.

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Fernando Palenzuela, nacido en Venta de Baños y residente en Laguna de Duero, debutó laboralmente con 16 años en Leche Pelayo, pero hizo prácticamente toda su carrera en Michelin, que cuando él llegó «se llamaba SAFEN». Una vez que cumplía su jornada laboral de ocho horas diarias allí, como especialista en mantenimiento y electromecánica, trabajaba como instalador eléctrico, primero en Vimat, en Torrelago, y después en Inerpa, la empresa fundada por él mismo. «Algunos días hacía 16 horas, pero otros llegaba a 20», comenta como si nada.

Carlos Garcés, vallisoletano de Cigales, se estrenó con 15 años ayudando a su hermano, que trabajaba como rotulista. «343 carteles pintamos a mano para el campo del Rácing Valladolid, que estaba donde ahora está el Carrefour del Barrio España», recuerda. A los 18 años entró como peón en la delegación de Campsa en Rentería para trabajar en el suministro de gasóil y la descarga de buques. «A los once días me hicieron fijo y 44 años pasé en la empresa, la mayor parte en Santovenia», informa. Algunos días se metía en la cama a las dos de la madrugada y se levantaba a las cinco para poder simultanear su otro trabajo como pintor rotulista, su verdadera pasión.

A qué dedican el tiempo libre

Palenzuela, que confiesa que durante 35 años solo paraba «durante los 21 días de vacaciones en la Costa Brava, donde dormía 14 horas al día», se quita mérito para otorgárselo «a quien ha sido la auténtica currante», su esposa María Nieves. «Todo lo que he podido hacer ha sido gracias a ella», declara. Ambos tuvieron un hijo con espina bífida que sufrió una mala praxis médica y tuvo que pasar por 19 operaciones en 15 años. Actualmente, Mario Fernando trabaja como auxiliar administrativo y es voluntario en Cruz Roja, Aspaym y el Banco de Alimentos.

Garcés, padre de tres hijos y ahora viudo, también contó con la inestimable ayuda de su esposa, que en este caso se ocupaba de la contabilidad y administración de la empresa de rotulación. «Ella llevaba las cosas de ordenador y yo, las de calle».

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Dos trabajadores como ellos tenían que acabar conociéndose y sus vidas se cruzaron, precisamente, mientras desempeñaban sus empleos 'secundarios'. Carlos fue a colocar un cartel a Torrelago y hubo que mover un cuadro eléctrico, labor de la que se ocupó Fernando.

Ambos coinciden en que como ellos «ha habido muchísima gente» en su generación. Personas que para mantener una familia con un solo sueldo tenían que esforzarse buscando un ingreso adicional. Eso sí, «muchos no lo hacían legalmente» y ellos jamás dejaron de declarar «ni un tornillo» uno, «ni un pincel» el otro.

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«No creemos eso de que los jóvenes de ahora no quieran trabajar. Lo que no quieren es hacerlo por un sueldo indigno».

¿Piensan que los jóvenes de hoy en día no quieren trabajar y prefieren cobrar una ayuda y quedarse en casa? Es uno de los temas que surgen en la conversación. También en esto coinciden: «Para nada. Lo que no quieren es trabajar por un sueldo indigno».

Hoy, Palenzuela dedica su tiempo a fabricar una casa de muñecas para su nieta. Ya le ha puesto las paredes, el tejado y las luces y está instalando el ascensor. Garcés, que vive con uno de sus hijos, mata el tiempo pintando cuadros de paisajes, «lo que más» le ha gustado en la vida. «He tenido que aprender a fregar con el fairy ése que te deja las manos muy finas y estoy tratando de volver a aprender a ligar, pero no hay manera», lamenta.

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«Los salesianos me enseñaron que para saber había que estudiar –cuenta Fernando– y me gustaría haber sacado algún título y tener un solo trabajo, pero por un hijo haces lo que haga falta, todo». Estos días, entre sudoku y sudoku, lee la prensa y se sorprende de todo lo que se dice de la Inteligencia Artificial, eso de que ha llegado para cambiar el futuro.

«Eso ya lo teníamos en Michelin hace 40 años, lo llamábamos 'las tablas de la verdad'. Según la cantidad de datos que metías, mejor era la instalación eléctrica resultante. Cuando otros decían que ya estaba, yo iba y metía uno más».

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