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«Al principio pensábamos que íbamos a tener cuatro o cinco casos y pronto aquello fue terrible. Cientos de pacientes, varias plantas destinadas solo a covid, todos los recursos sanitarios, sin conocimientos sobre la infección, sobre su tratamiento... al principio les poníamos oxígeno y no mucho más. Intentábamos que no fracasaran los órganis y que el propio organismo venciera la infección. Fue una época de mucho estudio, de investigación», explica el doctor Carlos Dueñas, internista delClínico de Valladolid y coordinador autonómico de la especialdad para la pandemia.
Luego «comenzamos a emplear algunos fármacos que sabíamos que, al menos, no eran perjudiciales y que tenían un efecto antiviral, contra la malaria, el VIH... combinaciones. Se empezó a hablar del efecto de los corticoides, a conocer mejor la fisiopalogía, el rendesivir...Ya teníamos algo. Conocíamos mejor la enfermedad, el mayor riesgo de trombos... y empezamos a dar anticoagulantes. Así estuvimos hasta septiembre de 2020. Evitando complicaciones, los fármacos dañinos... En la cuarta ola hubo un 'boom' de pacientes pero al menos no dábamos tanto palo de ciego. Las tres primeras olas fueron de supervivencia y angustia, las otras tres de avanzar en el control y conocimiento de la enfermedad», destaca este especialista de Valladolid. «Hay que hacerse cargo de lo que es tener tres plantas en un hospital dedicadas al covid. No siempre llenas, pero no puedes mezclar y hay que estar preparado. Esto ha afectado negativamente a otras patologías, claro. La ocupación del 80% ha sido lo habitual frente al 60% anterior a la pandemia. Además, si ingresas a alguien le haces pruebas al entrar, al tercero, séptimo y décimo cuarto día... complica mucho toda la asistencia».
«Lo más parecido que se ha vivido a esta pandemia fue el VIH y fueron años duros porque falleció mucha gente porque no se sabía tratar. Se tardó diez años en encontarar la combinación de fármacos efectiva, no había los medios de ahora para conocer avances. Esto es lo mismo pero en dos años. También la colza fue una experiencia similar. Llegaban enfermos y enfermos y no se sabía la causa. Con el covid además se añade la transmisibilidad. Hay un grupo de prestigiosos infectólogos, jubilados, que revisa cuanto se publica y hacen resúmenes y orientan porque ahora hay muchísima información, avances y son difíciles de seguir».
«La segunda etapa, la de las tres últimas olas son muy diferentes porque ya hay más concocimiento y arsenal terapéutico y lo más importante, la vacuna que ha permitido reducir drásticamente las complicaciones y la mortalidad. Ahora tenemos muchos menos ingresos y ya estamos muy rodados. Ahora se trata de evitar que tengan que ingresar. Hay un porcentaje de vacunados que no responden bien, que no han generado anticuerpos y luego algunos que no se la han querido poner y son los que ingresan o personas mayores que mueren en realidad con covid no por él. Incluso alguno tras pasar por la UCI ha negado haberlo tenido. Pero no hay la menor duda de que el no vacunado tiene cuarenta veces más posibilidades de complicaciones y mortalidad».
En cuanto a los tratamientos «contamos ya con la oferta de anticuerpos monoclonales.Tienen dos posibles usos. Una persona de alto riesgo, con leucemia por ejemplo, que vive con alguien que ha dado positivo. Se le pone, es un pinchazo único, esta monodosis antes de que se contagie. La otra es antes de que evolucione si ya se ha infectado. No se puede generalizar más su uso porque son dos mil euros por paciente y eso sería insostenible para el sistema. Actualmente hay tres, de los laboratorios de AstraZeneca, de Glaxo y de Roche pero solo la de este último está ya en mercado y no funciona con Ómicron y el de Glaxo hay que solicitarlo a la AEMPS. Estamos a la espera de AstraZeneca. Y luego hace falta implementarlo realmente en el sistema, establecer población diana de riesgo, criterios... porque además es de uso hospitalario».
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