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Cada día es el mismo, o peor. Cuidar de un anciano sin autonomía o de una persona con problemas de salud mental o con discapacidad, sobre todo cuando son grandes dependientes, es entregar las horas a la atención del afectado. Y no es solo la ... compañía para ir al médico, los terapeutas o el colegio. Encargarse de papeleos y solicitud de posibles ayudas y subvenciones. Y no es solo encargarse de su aseo, comida o vestimenta diaria. Requieren cuidados con respiradores, curas, cogerlos en brazos para tumbarlos en la cama o llevarlos a la bañera. Un agotamiento físico y mental.Nadie lo duda. Los cuidados continuados son cada vez más frecuentes porque hay más ancianos, viven más aunque en peores condiciones de demencia y movilidad y también es mayor la supervivencia de otras personas afectadas por la falta de autonomía porque la atención y medios médicos han mejorado mucho.
Además la actividad de los cuidadores supone cambiar en muchas ocasiones sus hábitos; lo que afecta a la vida familiar, social y laboral. El cuidado es difícil de compaginar con una vida normal salvo que se disponga de claros apoyos y un buen nivel económico para costearlos. «Esto se traduce en una gran sobrecarga física y psicológica», destaca un estudio de la Red Centinela Sanitaria sobre 'Factores de riesgo del cansancio del cuidador', que analiza en un informe actual datos obtenidos en 2020. Es un trabajo de enfermeros que busca mejorar la atención al cuidador porque «si el cuidador está cuidado, el enfermo está cuidado», reflexionan.
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El trabajo analiza así 321 casos de cuidadores. El 71% son mujeres y el 29% hombres con una edad media de 69 años y que tengan entre los 55 y los 74 es lo más habitual. Este retrato desde los centros de Atención Primaria revela que el 5% de los cuidadores informales no tiene estudios; el 58% solo de Primaria y el 23,2% de Secundaria. Además, en el 45% de los casos son los hijos los encargados de la atención y en el 36%, lo es el cónyuge. El resto se reparte entre otros familiares. El 5% son padres.
Este análisis detecta que el 16% tuvo que cambiarse de casa y que el 13% dejó su trabajo para encargarse de su allegado con dificultades.
Más de un tercio de los cuidadores carece de todo tipo de ayuda. Y este 5 de noviembre Día del Cuidador, es una jornada para recordar necesidades. Esto es algo que indigna a los afectados. Desde la Asociación a la Dependencia y Enfermedades Raras, las familias reclaman más apoyos en los casos de padres que cuidan de sus hijos «porque esto es para toda la vida, desde muy temprano, desde que nacen y mientras las mujeres sí tienen apoyos en otros problemas, en este estamos totalmente abandonadas», destacan. Hay trescientas familias en la asociación y el 92% son mujeres y, de ellas, el 80% están solas. Con mucha frecuencia el problema de un hijo discapacitado termina facilitando un divorcio.
La inmensa mayoría de los cuidadores familiares tienen una dedicación diaria al dependiente. Los que solo prestan tal dedicación en fin de semana no llegan ni a tres de cada cien y las tres cuartas partes sí disponen de conocimientos para afrontar los cuidados. En general, son los propios centros de salud los que facilitan tal orientación, pero algunos también han recibido información en Servicios Sociales, cursos de formación específicos o asociaciones de familiares y pacientes.
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La sobrecarga intensa por problemas musculares y psicológicos es habitual en casi la mitad de estos cuidadores informales y solo un 39% no muestra tal problema. Y ¿cuáles son estas secuelas? Pues los dolores de huesos y musculares afectan al 53%; provocan trastornos de sueño al 37% y cambios frecuentes de estado de ánimo al 33%.
La prevalencia del consumo de tabaco, café y alcohol es alto en estos cuidadores, un refugio bastante habitual y el hartazgo reconocido con respecto al enfermo lo relata el 16,2% de los afectados.
En este trabajo, la persona no autónoma que precisa tal atención tiene una edad media de 86 años pero el rango de edad se mueve entre los 10 y los 103 años. Lo más frecuente es cuidar de los abuelos dependientes. Hay menos cuidadores de niños o personas con enfermedad mental;pero, según relatan los propios afectados, suelen ser, si son casos severos, mucho más duros porque invaden la vida familiar en plena actividad social y laboral y la situación acompaña al cuidador toda su vida.
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