Día Mundial del Cáncer
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Día Mundial del Cáncer
Una cuarta parte de los enfermos de cáncer pierden o dejan su trabajoEl diagnóstico de un cáncer es un impacto en cualquier vida. Si además es una persona joven, en plenitud laboral o, peor, en el paro o es autónomo, suma dificultades económicas y de acceso a tratamientos más allá de los que cubre Sacyl. Y la ... soledad es otra situación que agrava la conmoción del sufrimiento y generalmente largo tratamiento.
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Ana Santiago
Muchos enfermos tienen que dejar su trabajo y recuperar empleo se convierte en una tarea imposible. A otros les conceden algún tipo de incapacidad que, a su entender, no se corresponde con sus competencias para resolver tareas. Otros realmente no están en condiciones de llevar una vida plenamente activa. Cuando vuelven el espacio vacío en el currículo es mal aceptado por el empleador, incluso aunque se explique la causa sin tapujos. Hay rechazo a contratarlos por miedo probablemente a que recaigan o tengan mayor fragilidad o necesidad de citas médicas.
Por ello, la Asociación Española del Cáncer (AECC) ha querido dar especial protagonismo a la inserción laboral en este 4 de febrero, el Día Mundial para recordar una enfermedad que asola a quien la padece y a su entorno y que, en 2023, llegó a 18.188 castellanos y leoneses lo que supone que hay 764 personas por cada cien mil habitantes que sufren un proceso oncológico nuevo cada año. Y en este impacto, en la comunidad, el diagnóstico llega a 5.802 en edad laboral, el 32% de los enfermos añade este problema a su vida. De ellos, según los datos de esta ONG del cerrado ejercicio, hay 1.162 con especial vulnerabilidad. O bien porque están en el paro como le ocurre a 360 afectados o porque son autónomos, 802, y la enfermedad no les permite asumir una rutina laboral para defender su negocio. Así que entre un 20% y un 25% de los enfermos oncológicos de la comunidad pierde o abandona su trabajo por el cáncer.
De todas las enfermedades crónicas, el cáncer es la que tiene una mayor prevalencia de pérdida de trabajo. El riesgo de estar en desempleo aumenta un 34% entre quienes lo superan en comparación con la población general, según los datos que maneja esta ONG. Según el Observatorio del Cáncer de la AECC, el 37,4% de la población diagnosticada de cáncer en 2023 en España se encuentra en edad laboral y según el estudio Toxicidad Financiera del Cáncer (2019), de esta entidad, el 28,4% de los pacientes afirman haber perdido o dejado el trabajo después de la enfermedad y un 3% ha tenido que cambiar de puesto. Según regula la normativa actual, una persona trabajadora que se encuentra en periodo de incapacidad temporal por un diagnóstico de cáncer, puede ver reducida su nómina hasta un 25%. Esta disminución de ingresos mantenida en el tiempo (los periodos medios de incapacidad oscilan entre 280 y 365 días) y unida al incremento degastos derivados de la enfermedad, hace que muchos pacientes se encuentren en una situación económicamente vulnerable. Según el informe del Observatorio, el cáncer provoca un coste económico al 41% de las familias superior a 10.000 euros durante la enfermedad.
Pero no es solamente eso, no es únicamente un problema de ingresos sino de toma de decisiones y de vivencias amargas. La sacudida del cáncer en la situación laboral de los pacientes depende de diferentes factores, como su edad, nivel formativo, tipo de diagnóstico, otras patologías previas, tipo de empleo y condiciones de este (régimen general, autónomos, fijos discontinuos,…), sin olvidar a las personas en situación de desempleo. Factores que condicional el nivel de impacto.
Las dificultades para la continuidad en el trabajo vienen determinadas por el propio diagnóstico y el impacto psicológico que dificulta la realización de la actividad laboral y la toma de decisiones en la comunicación de la enfermedad a la empresa así como la falta de información sobre derechos laborales.
El diagnóstico también genera un impacto en la vida laboral de los allegados, especialmente en aquellos que tienen que asumir los cuidados del paciente, pues existen muchas dificultades para conciliar la atención que precisa con la jornada laboral. Según este estudio, los datos muestran que un 6,8 % cuidadores han perdido/dejado el trabajo por la enfermedad (sin contar bajas laborales) y un 2,2% de cuidadores han tenido que cambiar de empleo.
La Asociación contra el Cáncer también apunta a las posibles dificultades para cumplir horarios y mantener ritmo de trabajo si la persona está trabajando y no hay facilidades en el entorno laboral, además de la estigmatización del cáncer en responsables y compañeros; aunque tal señalamiento es algo que ha mejorado considerablemente en los últimos años en toda la sociedad.
Además requiere acudir al tratamiento y soportar los efectos secundarios de los mismos tanto físicos como psicológicos, ingresos hospitalarios y asistencia recurrente a citas médicas que dificultan o imposibilitan desarrollar su actividad laboral.
Los ingresos suelen disminuir y las facturas aumentar. En muchos casos hay angustia y posible sintomatología ansioso y depresiva. Y por si fuera poco, se sufren alteraciones de la imagen corporal y la autoestima se lesiona lo que puede interferir en el ámbito laboral.
Además, apunta la AECC, falta de información sobre derechos y recursos laborales y puede sumar un largo periodo de inactividad en el caso de ausencia laboral. Y todo ello sin contar con las secuelas no siempre transitorias u otras limitaciones que dificultan la reincorporación inmediata o impiden retomar las funciones habituales.
El miedo a la recaída, dificultades para la adaptación del puesto de trabajo e, incluso, necesidad de búsqueda de un nuevo empleo en el caso de despido o que no sea posible la reincorporación al puesto que se tenía o personas que ya estaban en desempleo y sus posibilidades de encontrar un puesto aún merman más.
El aumento de la esperanza de vida y, por lo tanto, una población superviviente pero más envejecida se traduce en mayores tasas de cáncer. Y esto es especialmente relevante con los datos de Castilla y León. Con mayor afectación de hombres que mujeres –932 casos nuevos por cien mil habitantes frente a los 601 de mujeres– el alto número de diagnósticos conlleva mayores necesiaddes sociales y asistenciales. Sobre todo porque dibuja una lógica curva ascendente conforme aumenta la edad, especialmente desde los 75 años, grupo etario en el que en 2023 se alcanzaron los 7.545 diagnósticos, el 42%.
Este aumento de las tasas plantea otro gran reto para los próximos años: poner el foco sobre las necesidades no cubiertas tanto de los pacientes, como de los supervivientes de cáncer, como la citada de la la reincorporación laboral, uno de los objetivos estratégicos que recoge el Plan Europeo Contra el Cáncer impulsado por la ECL (Association European Cancer Leagues), cuya presidencia ha asumido la organización española para los próximos dos años. Y es algo que afecta al enfermo, pero también a sus allegados.
La esperanza de vida al nacer alcanza los 80,99 años en los hombres y 86,46 en las mujeres de Castilla y León, valores similares a los del resto del país. El porcentaje de personas mayores de 65 años sigue aumentando, acompañado de lo que se ha denominado «envejecimiento del envejecimiento», o aumento del grupo de más de 80 años. Este envejecimiento progresivo de la población aumentará la incidencia y prevalencia de enfermedades como el cáncer, así como la demanda de atención sociosanitaria de las personas dependientes y su entorno; además de un incremento en su nivel de dependencia.
En este sentido, el envejecimiento de la población y la ampliación de la esperanza de vida dan como resultado que los hijos de las personas de la cuarta edad sean población de la tercera edad, que tiene una mayor probabilidad de tener un mayor grado de dependencia que cohortes de edad de la pirámide situados por debajo de estos. La población vive ahora más años, pero también es mucho más dependiente, lo que se traduce en que vivimos más años, pero con una calidad de vida inferior en los últimos años de vida. En definitiva, podemos concluir que la disminución de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida están modificando la estructura de edad de la población, así como las pautas culturales con las que concebíamos el envejecimiento.
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