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Cuando se va a cumplir el primer aniversario de la desaparición de Esther López, con muchos indicios pero ninguna evidencia definitiva -a no ser su muerte violenta-, el misterio de lo que le pasó está aún lejos de resolverse. Desde las hemerotecas, una treintena de víctimas de otros tantos crímenes 'perfectos' en Castilla y León en las últimas tres décadas lanzan un grito sordo y siguen torturando las mentes de los investigadores, incluso cuando estos ya se han jubilado y las familias de los asesinados simulan que pasan página sin dejar de mirar un solo día las fotos enmarcadas de los seres queridos cuyas vidas les arrebataron.
Desde principios de los años noventa del pasado siglo, esa treintena de expedientes ensombrecen el alto porcentaje de éxitos en la resolución de casos de la Policía Nacional y la Guardia Civil en una comunidad que se vanagloria de mantener una de las tasas de criminalidad más bajas de España desde que existen estadísticas.
Los integrantes de los Grupos de Homicidios, que por sistema se mantienen bien lejos de los periodistas, mucho menos se avienen a comentar estos casos que, hoy por hoy, se han convertido en una «mancha» en su historial: treinta crímenes que, por muy burdos que sean en su factura, son 'perfectos' desde el momento en que los autores siguen en libertad y sin castigo. Aunque los criminólogos y la Policía Judicial se apresuran a negar la mayor: «no hay crimen perfecto sino una mala investigación», puntualizan. También reconocen que la suerte es un factor que juega en las pesquisas y culpan al ruido mediático de entorpecer, cuando no de estropear, las investigaciones.
Algunos de los autores de estos crímenes llevan más de treinta años haciendo su vida tranquilamente y otros puede que hayan muerto en su cama llevándose con ellos todas las respuestas. Entre sus víctimas, las hay que ni siquiera se sabe a ciencia cierta si están vivas o muertas, como en el caso de las niñas de Aguilar. En casi todas las provincias de Castilla y León (Ávila, Segovia y Soria son la excepción), hay un crimen sin respuesta y una víctima sin reparación. Aunque en muchos casos la Justicia haya decretado el archivo y otros hayan prescrito al pasar varias décadas desde que ocurrió el suceso, para los investigadores estos casos siguen 'vivos' y confían en que las nuevas técnicas criminológicas les ayuden a detener a los culpables.
En la provincia de Valladolid se cuentan desde la última década del pasado siglo cerca de una veintena de estos homicidios (y/o asesinatos) sin autor conocido, nueve de ellos localizados en la capital. El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional tiene algunas de esas «espinas» clavadas, reconoce un veterano policía que durante más de veinte años ha estado investigando delitos violentos, desde atracos y grupos organizados hasta las muertes más inexplicables. También la Guardia Civil tiene sus propias 'espinas'. Ahí sigue abierto sobre la mesa del equipo de investigadores de la Policía Judicial de la Comandancia el expediente del joven de Laguna de Duero David Hernández, cuyo cuerpo, acuchillado y golpeado, fue encontrado por un vecino en la parte trasera del polideportivo la madrugada del 16 de abril de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia de covid, a apenas cien metros de su casa. Qué urgencia llevó al joven de 18 años a salir de su casa con el chándal encima del pijama, aquella noche en la que encontró la muerte, posiblemente a manos de varios autores, sigue siendo una incógnita. Su madre, incansable, no deja de espolear a los investigadores para que no se olviden de su hijo.
«Intento hacer vida normal por mis otros dos hijos, aunque por la noche, sola, llore. A quienes le asesinaron solamente les deseo que tengan en la cabeza, todas las noches, como tengo yo, la foto de cómo dejaron a David». Lorena Sánchez clama justicia, al igual que la familia de Esther López, desaparecida en la madrugada del 13 de enero de 2022 en Traspinedo y cuyo cadáver fue encontrado 24 días después. Las incansables pesquisas del equipo integrado por miembros de la Comandancia de la Guardia Civil de Valladolid y la UCO durante once meses apenas han dado respuestas. La jueza instructora espera respuesta de las partes para acordar si se prorroga la investigación, pues está a punto de expirar el plazo máximo de un año que establece la Ley de Enjuiciamiento Criminal y todavía hay varias diligencias solicitadas cuyos informes no han llegado todavía al juzgado.
Otro caso de muerte violenta sin autor conocido que han ocurrido en la provincia de Valladolid es el de Óscar Gómez Incio hostelero de Tordesillas, en 2007. El asunto fue archivado en 2010 pero el despacho jurídico criminológico Balfagón y Chippirrás que representa a la familia acaba de solicitar la reapertura de la causa y aportado nuevas pruebas en base a la posible manipulación de un documento en el que se detallaba la coartada del principal sospechoso del homicidio, un obrero portugués que llegó a estar imputado por homicidio imprudente y omisión de socorro. El joven hostelero, de 29 años, regentaba con su padre el bar La Bodeguilla y perdió la vida en la madrugada del 25 de mayo de 2007 al enfrentarse a una cuadrilla de obreros portugueses que estaban golpeando o intentando robar el mobiliario de la terraza del local nada más cerrar el establecimiento. La víctima les recriminó su actitud y recibió un empujón que le hizo perder el equilibrio y se golpeó la cabeza con el bordillo de la acera. Murió antes de que llegara la ambulancia. Los agresores huyeron.
Las hemerotecas hablan de otras víctimas asesinadas sin respuesta de Valladolid: José Gil, Leoncio García, Benito Román, Bárbara Mena, Javier Gutiérrez, Juan Holgueda, Ana María Manrique, Rosario Rodríguez, Jesús Cea, José Ignacio Reyes, Eutimio García, Joaquín Aja y María Serinaldo.
El crimen de la niña Laura Domingo Alonso (1991) estremeció a España e inauguró una década negra de desapariciones, asesinatos y violaciones de niñas y mujeres. Laura desapareció en la tarde del 8 de abril en el barrio burgalés de Capiscol. Estaba jugando con dos amigos en la calle de Sajamón, frente al portal de su vivienda. Según el testimonio de los otros niños, Laura fue abordada por un hombre de unos 30 años que vestía cazadora marrón, quien le pidió que le acompañase a visitar a una tía de la niña. Laura se fue de la mano con ese hombre en dirección a la carretera de Logroño. Fue encontrada muerta veinte días después en un pequeño arroyo cercano al río Arlanzón, en un lugar conocido como La Majada, a unos 400 metros de San Medel y ocho kilómetros de la capital burgalesa. El 26 de mayo de 2009 la Audiencia de Burgos decretaba el archivo provisional de las diligencias. El caso prescribirá el 26 de mayo de 2029.
El triple asesinato de Salvador Barrio Espinosa, su esposa Julia Dos Ramos y su hijo Álvaro en su domicilio de la calle José María Ordoño es el caso más extraño de este milenio (2004). La 'Operación Caín' tuvo como principal sospechoso a Rodrigo, el hijo mayor, que contaba 16 años y estudiaba en un internado. Heredó un millón de euros. El asunto fue archivado por la jueza de menores. Después, las líneas de investigación se centraron en otro sospechoso, Ángel Ruiz, quien atropelló y mató a una vecina con su vehículo y antes había contratado un sicario para cometer otro asesinato en Bilbao. Su animadversión manifiesta hacia Salvador Barrio le puso en el foco de la investigación, pero 18 años después el misterio continúa. Este hombre está en prisión y sigue como investigado. Faltan dos años para que el caso prescriba, pero como las diligencias se reactivaron en 2014 a partir de nuevos indicios contra el principal sospechoso, se abre un nuevo horizonte para los investigadores hasta el año 2034.
No se sabe si están vivas o muertas. Virginia Guerrero y Manuela Torres, de 14 y 13 años, las niñas de Aguilar de Campoo (Palencia), desaparecieron en la madrugada del 23 de abril de 1992. Fueron vistas por última vez subiendo a un coche en Reinosa (Cantabria). La Audiencia Provincial de Palencia archivó el caso definitivamente en septiembre de 2022, cuando se cumplían tres décadas de la desaparición de las menores, pero las familias han llevado el caso hasta el Tribunal Constitucional. Sería la primera causa en materia de desaparecidos que el TC abordaría en su historia, en el caso de ser admitida. De no ser así, anuncia la letrada Carmen Balfagón, las familias están dispuestas a trasladar el asunto al Tribunal de Estrasburgo para que se regulen en España las investigaciones en materia de desapariciones de personas.
En los archivos palentinos, uno de los crímenes más antiguos que sigue pendiente de resolución es el caso de Perfecto Andrés, de 71 años, un vecino de Villarramiel que apareció decapitado en su vivienda en enero de 1991. Trece años antes, otra mujer del mismo pueblo, Pilar Rey, apareció también degollada. Ninguno de los dos sucesos se han esclarecido. El 23 de octubre de 2001 se encontró el cadáver de José Manuel Gutiérrez Álvarez, vecino de Guardo, en el canal de Iberdrola. El cuerpo se encontraba semidesnudo de cintura para abajo y con un balazo en la cabeza. Llegó a ser procesada una persona, pero el jurado popular declaró la no culpabilidad por falta de pruebas concluyentes.
El caso de Rosario Rodríguez Temprano, de 49 años, la directora de la sucursal de Caja España en Velilla del Río Carrión, es el crimen sin resolver más reciente en la provincia de Palencia. La mujer, natural de la localidad zamorana de Granja de Moreruela, fue asesinada a cuchilladas en la oficina el 29 de enero de 2003 y el caso está a punto de prescribir. El móvil barajado inicialmente fue el robo, dado que de la entidad desaparecieron 6.000 euros. El caso fue sobreseido un año después por la Audiencia de Palencia por falta de autor conocido, aunque hubo un detenido que estuvo en prisión varios meses pero fue puesto en libertad porque las pruebas eran circunstanciales.
El taxista Constantino Guerra Pérez (2001), Rocío Fernández Ameijeiras, (2005), Sheila Barrero (2004) María José Zapico (1993), el niño Antonio Hernández (1998), Pablo Flecha y su esposa (1993), José López García (1992) y Edda Schneider (2007) son los nombres de las víctimas de algunos de los crímenes sin resolver en León desde hace tres décadas.
El crimen de Navatejera, reabierto por tercera vez en la Audiencia de León a instancia de los padres de la víctima es uno de los más mediáticos y en el que se han denunciado «anomalías» en el procedimiento desde el mismo levantamiento del cadáver. A finales de mayo de 2005, Rocío Fernández Ameijeiras desapareció, según los padres de la víctima, acompañada del principal sospechoso, a quien atribuyen una relación sentimental con la joven. No volvieron a verla hasta que el 7 de junio se halló su cadáver en un vertedero de Navatejera. El caso está a expensas de los resultados de una prueba biológica remitida al Instituto Nacional de Toxicología por la representación procesal de la fallecida, que asegura que entre las ropas de la joven había pelos de caballo que se intentan cotejar con los del negocio del sospechoso.
¿A quién pertenece el ADN? El crimen de Susana Acebes Carballés, de 26 años, asesinada en su casa de la capital zamorana en la noche del 16 de septiembre de 2000, sigue siendo un auténtico misterio. Los investigadores interrogaron a más de 200 personas, se realizaron pruebas de ADN, se colocaron carteles por toda la provincia y se 'pincharon' decenas de líneas telefónicas, sin resultado. La hermana de la joven, alarmada porque esta no había acudido a la cita que tenían la tarde anterior, se decidió ir a buscarla a su piso. Allí encontró el cadáver: Susana había sido estrangulada con su propia camiseta tras recibir varios golpes en la cabeza, presumiblemente mientras dormía. La cerradura de la puerta de acceso al domicilio no estaba forzada y todas las ventanas estaban cerradas. El autor no solo borró sus huellas a conciencia, sino que dejó pistas falsas a la Policía, alterando la escena del crimen con colillas y botellas, e incluso manipulando el cadáver.
Para los investigadores, la hipótesis principal era que el autor del asesinato pertenecía al entorno social de la joven y se trató de un crimen de los que antes se llamaban «pasional». La única detención fue la de su exmarido, a quien se consideró sospechoso tras una separación traumática, pero el hombre quedó en libertad sin cargos a las pocas horas.
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Alguien que estuvo en la escena del crimen pero quiere mantenerse en el anonimato «por respeto a la familia», recuerda que existe ADN de un varón que se encontró en el cadáver de Susana y se cotejó con el de todos los sospechosos, pero no hubo correspondencia alguna. «Esta prueba pudo ser dejada a propósito por el autor del asesinato», apuntan, aunque lo ven como una posibilidad remota, pues el criminal tendría que tener muchos conocimientos sobre el material genético «lo que en aquella época no era algo habitual». O también tratarse de un psicópata que conoció a la joven de manera casual y tuvo suerte. «Lo cierto es que se hizo una investigación muy exhaustiva, lamentablemente, sin resultado», se lamentan.
El juzgado número 5 de Zamora inadmitió la última prueba que presentó la familia (varios mensajes en las redes que apuntaban a posibles testigos) por considerar que no aportaba nada nuevo y archivó el caso en 2020.
El crimen del pianista. En Salamanca, sigue sin resolverse el caso del músico segoviano José María Jorge Esteban, de 31 años, separado y sin hijos, que apareció desnudo y muerto a puñaladas en el dormitorio de su domicilio de Pizarrales el domingo 24 de febrero de 2002 con varias heridas de arma blanca. Para la Policía Nacional, la primer hipótesis fue que se trató de un crimen pasional y que le asesinó la persona con la que acababa de mantener relaciones. No forzaron la entrada del domicilio y el autor, que se llevó algunos efectos personales de la víctima, fue meticuloso, limpió todo y llevaba guantes, pero dejó dos huellas dactilares. El entorno laboral del profesor interino del conservatorio también se investigó, sin resultado.
Las pesquisas llevaron a los investigadores hasta Segovia, donde residían sus parientes y era una ciudad que visitaba casi todos los fines de semana. Ellos dieron la voz de alarma porque no contestaba a sus llamadas. El segoviano asesinado había sido componente durante cinco años, entre 1991 y 1996 del mítico grupo folk Nuevo Mester de Juglaría, con el que grabó varios discos y realizó giras por España y Latinoamérica. Al entierro, que tuvo lugar en la localidad segoviana de Santa María La Real de Nieva, acudieron miembros del grupo junto a más de un millar de personas. Ante la falta de indicios, el Juzgado 1 de Salamanca archivó el caso 17 meses después.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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