Las muchas lluvias del invierno y temperaturas no demasiado altas; aunque la comunidad haya vivido ya varios veranillos desde enero, han producido una polinización poco agresiva, que no ha precisado hacerse fuerte para proliferar y sobrevivir. Esto ha hecho que las llamadas alergias primaverales se adelantaran ... y también hará, previsiblemente, que se prolonguen mucho más de lo habitual. Ya llenan las consultas de Alergología. Y también que sea en Castilla y León una temporada menos intensa, más moderada. Así lo explica la catedrática de Alergología de la Universidad de Valladolid, Alicia Armentia, en sus previsiones, en coincidencia con las de la sociedad científica de la especialidad de la que también forma parte.
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«Bien hidratado y menos contaminación nos anuncian una temporada larga y persistente en los síntomas que provoca a los afectados y un 33% de los alérgicos (700.000 hay en la comunidad) lo son al polen. Antes, en julio, solía terminar la polinización ahora llegará previsiblemente a agosto y si hace calor en este mes puede que ya se agosten las plantas y se acabe. Y junto a ello, y favorecido por las corrientes subsaharianas, llegan también muchos insectos que se están infectados pueden transmitir enfermedades importantes como la garrapata o el mosquito tigre... y nos encontramos con que el dengue que antes solamente se detectaba en Canarias, o la fiebre de Crimea-Congo, aparecen en nuestras zonas. Ahora nos llegan a las consultas muchos niños porque les pica mucho la piel y resulta que tienen una garrapata. Estamos quitando más que nunca. Es habitual dejar a los pequeños con pantalones y mangas cortas jugando en hierba, salen al campo, también con las mascotas, y aunque pasen calor sería mejor ponerles ropa que les tape piernas y brazos para protegerlos de las garrapatas», apunta esta especialista.
Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) se prevé que más de un tercio de la población mundial pueda presentar alergia respiratoria en unas décadas, constituyendo los pólenes una de las sensibilizaciones más relevantes. En la zona de Castilla y León son especialmente relevantes los pólenes de las gramíneas, olivo, plátano de sombra y cupresáceas. «En el primer trimestre del año se ha observado un comportamiento atípico de la polinización de las plantas cupresáceas, características de esta época. Las inusuales altas temperaturas vividas desde finales de enero han provocado un adelanto de los picos de polinización», apunta.
«En Castilla y León la primavera será moderada, menos en la zona de Segovia, que se prevé intensa. También en algunos puntos de Castilla-La Mancha, como Ciudad Real y Toledo, será muy importante, como en Madrid. Sin embargo, en Aragón, se espera que los alérgicos tengan una primavera leve», puntualiza el doctor Juan José Zapata, presidente del Comité de Aerobiología Clínica de la SEAIC.
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Por lo tanto, resume, «este año se prevé que, con motivo de las temperaturas tan altas que se han registrado al inicio del año y la gran cantidad de precipitaciones que ha habido en el mes de febrero, el polen se mantenga más tiempo en el ambiente: lo que puede provocar que los síntomas de la alergia sean más persistentes. El cambio climático y la contaminación aumentan la incidencia de las enfermedades alérgicas. Según datos de la AEMET, este enero ha sido el más cálido desde que hay registros: con una temperatura media sobre la España peninsular de 8,4°C, valor que queda 2,4°C por encima de la media de este mismo mes».
Y es que el cambio climático afecta a la dispersión, la cantidad y la calidad de los alérgenos, así como en la distribución y en la gravedad de las enfermedades alérgicas. «En consecuencia, aumenta la incidencia de las enfermedades respiratorias como el asma, la rinitis alérgica y la conjuntivitis. Además, cambia la distribución y la cantidad de polen en las áreas urbanas, así como los periodos y la duración de las temporadas con mayores niveles de polen», señala la profesora Carmen Andreu, secretaria de la SEAIC.
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Explica la doctora Armentia, también jefa del servicio de Alergología del Río Hortega, que «no es que haya ahora más polen; lo que sí hay es un mejor diagnóstico porque AtenciónPrimaria funciona de maravilla y en seguida nos derivan a los pacientes. Y diagnosticar y tratar resulta incluso más barato para el sistema sanitario porque se resuelve el problema. Si no te curas entonces sí es caro».
«La concentración de polen atmosférico no ha variado ostensiblemente en las últimas décadas, pero sí el periodo en que se mantiene en el aire que respiramos debido al calentamiento de la atmósfera que hace que las especies polinicen antes y durante más tiempo. El polen ha pasado de ser un alérgeno estacional a ser una causa perenne de enfermedades alérgicas. Todo el año se puede tener clínica de alergia al polen (rinitis, conjuntivitis, dermatitis, urticaria, asma…) debido a que siempre hay una especie polinizando. Por ejemplo, este invierno, desde diciembre ha polinizado el ciprés, y se mantuvo hasta marzo. Luego toman el relevo árboles como el plátano de sombra, tan frecuente en ciudades y posteriormente las gramíneas (la especie más alergénica), las oleáceas y otros arbustos. Se estima que, en 2050, la mitad de la población mundial sufrirá asma y su mayor causa será la alergia al polen», añade.
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Explica asimismo esta especialista que «frecuentemente nos preguntamos si tienen que ver en esto el cambio climático, la contaminación o los cambios en la alimentación. Y las tres razones pueden ser la causa. Los aerosoles biológicos juegan un papel vital en las interacciones entre la atmósfera, biosfera, clima y salud pública. Los gases que condicionan el efecto invernadero, la combustión de fósiles, el cambio climático que hemos provocado están afectando a todos los seres vivos, entre ellos el polen, organismo vivo que se defiende de la contaminación y condiciones adversas aumentando sus proteínas de defensa, que son claramente las moléculas alergénicas más potentes, encargadas de la germinación y la perpetuación de su especie», añade esta especialista. Así que, explica la profesora Armentia, «las bacterias transportadas por el aire, esporas de hongos, el polen y otras biopartículas son esenciales para la reproducción y propagación de organismos a través de diversos ecosistemas, y pueden causar o amplificar enfermedades, no solo la alergia, también cardiopatías, ictus, cáncer… en humanos, animales y vegetales. La contaminación también daña el suelo, afecta a las semillas que germinan, las raíces de las plantas, y a sus frutos comestibles, a los herbívoros que las comen y luego nos comemos. Arrojamos cantidades inmensas de productos tóxicos a la tierra y mares que nos sustentan y luego pretendemos estar sanos».
«La sequía está cambiando los calendarios naturales de la floración, alterando el tiempo en que aparecen los insectos polinizadores, que también la sufren. Un ejemplo es que en nuestra área ha predominado las especies de himenópteros más resistentes a la deshidratación y otras que también eran necesarias van desapareciendo. El néctar es de peor calidad y no atrae a los insectos que polinizan las flores, disminuyendo el número y calidad de los frutos y la producción de miel», destaca Armentia
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Así que «el polen sufre alteraciones en sus procesos metabólicos, aumentando las proteínas de estrés que son proteínas con gran poder alergénico. Se produce una reducción en las tasas de fotosíntesis, de las síntesis de proteínas totales y en sus tasas de crecimiento. De todas formas, y aunque asociemos la sequía con la meteorología y la falta de lluvias, la mayor parte de nuestras cuencas no han disminuido tan notablemente. Los estudios desde hace años han ido advirtiendo de un aumento de la evaporación debido a un aumento de superficie forestal. Muchas veces invasora y no productiva, que también ha causado el aumento de sus pólenes».
«El cambio climático, que aumenta el poder desecante de la atmósfera ha influido sin duda, pero más el abandono rural, las dificultades en la ganadería, que ha conllevado al aumento de la extensión de malas hierbas que a su vez se convierten en combustible para los incendios cada vez más frecuente y que tanto afectan a los pulmones de nuestros pacientes alérgicos», describe Armentia.
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