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A las siete y media de la mañana, cuando el Boletín Oficial de Castilla y León se hace papel y tinta, o bits, y despliega su arsenal de restricciones, la chocolatería de Ángel ya lleva media hora abierta. Es el prototipo de establecimiento hostelero: ... negocio familiar, clientela casi fija, arraigado café a café desde hace dos décadas. La web del periódico ya analiza el articulado del Bocyl cuando llega la primera hora punta del día, las nueve y cinco, justo tras la entrada de los niños al cole. Hay gente, pero no tanta como «antes de», cuando se llenaba a rebosar. «Esto va a ser la puntilla para muchos», augura. Varios de sus clientes han venido hoy, tras muchos días sin pasar, para despedirse. «Pensé que había que cerrar el viernes por la noche, luego ya vi que no, que era el jueves», se queja. El lenguaje oficial, el del Bocyl, sigue la pauta, en principio clara, de que a las 00:00 empieza el día. «El presente acuerdo producirá efectos desde el día 6 de noviembre a las 00:00 horas», explicita el de hoy, que marca las restricciones más duras desde el mes de marzo en Castilla y León. Pero en eso también el boato burocrático está lejos de la sencillez que necesitan unos ciudadanos que se someten, desde hoy, a cuatro acuerdos normativos en vigor simultáneamente: el del toque de queda, el de la circulación restringida fuera del territorio, la trasposición de la orden ministerial y las restricciones decretadas por la Junta por el nivel de alerta máximo. Él no es el único que se confunde. Una ronda de 'whatsapeo' confirma que en el bar en el que desayuna una compañera le han dicho lo mismo. Y en otro del centro, una conversación cazada al azar incide en ello.
Coronavirus y restricciones en Castilla y León
Otro ejemplo de esa distancia conceptual entre el mundo político y el real se da en el hipermercado, a kilómetro y medio de la segunda sesión del Pleno de las Cortes. A las diez y media de la mañana, con cola para entrar, cola para pagar a pesar de las 14 cajas abiertas y la leche entera sin lactosa agotada, la megafonía anuncia que debido al toque de queda adelanta su horario de cierre a las nueve y media. No dice «restricción de movilidad nocturna», como les gusta 'eufemizar' a quienes lo imponen, dice «toque de queda». Vuelve el 'whatsapeo', que no se detiene en toda la mañana. «El súper esta mañana era la guerra».
Tampoco resulta sencillo diferenciar el «confinamiento domiciliario» suavizado, o «confinamiento programado», como lo llamó la consejera de Sanidad, Verónica Casado, de la realidad de un día sin bares ni centros comerciales ni gimnasios, que empezará a visibilizarse este viernes por la mañana. En la calle Condes de Ribadeo, en Valladolid, junto a algún local cerrado y en alquiler, sobrevive media docena bares. Hoy la caja ya apunta bajo, aunque mejora algo hacia el mediodía. El viernes solo podrán servir a domicilio o para recoger. «Me parece que solo va a cobrar el Gobierno», dice una camarera en conversación con unos clientes que la llaman por el nombre de pila.
En la calle Librería también hay bares. Y terrazas. Y un cartel colgado de una sombrilla, con letras gordas, que dice «Uso obligatorio de la mascarilla». Bajo él, en una mesa que ya pertenece a la terraza de al lado, cuatro chavales universitarios, sin mascarilla, se ríen y se acercan demasiado para hablar. Y otros dos en la mesa de al lado, y una pareja más allá.
«El virus está entre nosotros», repite Verónica Casado siempre. Y en nuestro espíritu, podría ser la respuesta en una iglesia con aforo reducido a un tercio. Porque las conversaciones, las noticias -el exótico Trump aparte- y los escaparates rezuman virus. El de la librería Sandoval siempre aparece trufado de ensayos. Los títulos son claros: 'Desde las ruinas del futuro, teoría política de la pandemia', 'Corona, política en tiempos de pandemia', 'El día después de las grandes epidemias', 'Cambiemos de vía (lecciones de la pandemia)'.
Las llamadas personales también son pandémicas. Y una de ellas trae noticias de fuera. «En Inglaterra ya se han quedado sin papel higiénico y sin paracetamol». Días de prehisteria. En el escaparate de la librería, a un lado, la novela gráfica de Fido Nesti que adapta un clásico de George Orwell, '1984'. La distopía se pone al día.
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