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Empollones, listillos, frikis o fracasados. El alto nivel intelectual tiene un gran precio para quien atesora este talento, especialmente durante la niñez y la adolescencia. Y aunque en los últimos años el panorama educativo ha evolucionado positivamente en este sentido, lo hace de forma muy ... lenta y hay demasiado papel mojado. Además de sufrir quien tiene una alta capacidad y de hacerlo sus padres buscando responder a su hijo y sus necesidades, lo padece una sociedad que no aprovecha el talento. Acylac, la Asociación de Castilla y León de Altas Capacidades, una entidad sin ánimo de lucro con más de un decenio de trayectoria, reclama atención, pide que se cumplan los protocolos, que se permita e impulse el desarrollo intelectual de los estudiantes cuya cabeza supera la media en una o varias capacidades.
Aunque las cifras pueden oscilar según criterios y definiciones, y moverse por lo tanto entre un mínimo esperable del 2% a un más habitualmente estimado del 5% e incluso el 10% para algunos autores, lo que sí parece claro es que son muchos menos los alumnos evaluados para reconocer su alta capacidad intelectual que los que existen. Y este es solo el primer escollo para dar respuestas a los estudiantes y a las familias con necesidades educativas especiales porque son especialmente inteligentes en una, dos o varias áreas de conocimiento. En Castilla y León hay evaluados 1.282 alumnos, el 0,37% con respecto al alumnado total –338.981 en el curso 2021-2022– según los datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional recabados por la profesora Rosabel Rodríguez, psicopedagoga de la Universidad de Mallorca y expuestos en el reciente congreso de la Asociación Educade.
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Ana Santiago
Los datos muestran que en la comunidad, como ocurre en todas la autonomías en diversas proporciones, son muchos más los casos de varones identificados, 962 el 73,99% de los identificados, que los de mujeres, 320 niñas, el 24,96%, una característica resultado de una cultura masculina, interpretan los expertos.
El mayor porcentaje de detección de casos lo disfrutan Andalucía, Asturias y las Islas Baleares, aún así ninguna alcanza ni tan siquiera el 2% de su alumnado. Castilla y León ocupa el décimo lugar en este sentido. Una asignatura pendiente en toda España.
¿Superdotados, alta capacidad, talentosos...? Pueden encontrarse variadas definiciones y diferencias pero, en cualquier caso, son personas con una inteligencia superior a la media y, por ello, con unas necesidades de aprendizaje también superiores. Explica Diana Gómez Heras, vicepresidenta de Acylac, que «la alta capacidad se mide antes de cumplir los doce años y luego hay una segunda valoración y depende de si tienes un talento es alta capacidad en ello o si es en varios hablamos de superdotados». Destaca que la asociación castellano leonesa, con representación en cada provincia (la suya es Valladolid) reúne a 250 familias, muy frecuentemente con más de un hijo con alto nivel intelectual y explica que esta organización «acompaña, informa y orienta a las familias además de organizar actividades que reúnen a este tipo de alumnado en campamentos, excursiones y otras».
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Diana y su marido Pedro Herrero, padres de dos hijos de alta capacidad, explican el camino más habitual para estas familias. «Comienzas a notar desde que son pequeños otros intereses, unos análisis que no hacen el resto de niños de cuanto los rodea y también, a veces, los profesores detectan este alto nivel. Puedes hacerles pruebas por lo privado que no tienen validez oficial pero como padres te orientan o confirman. Para poder luego acceder a las medidas previstas para estos niños tienen que realizarles la batería de test de la pública, de la Consejería de Educación. El profesor comunica al orientador del colegio la situación y se realiza el cribado». Pero no siempre las cosas suceden «de una forma adecuada, ágil y efectiva. Muchos profesores no tienen formación o tiempo para atender estos casos. No se fijan o no quieren, o pueden, hacerlo, no distinguen a qué niño hay que realizarles las pruebas y a cual no. Es el primer problema», explica Diana. Añade Pedro que «también hay que reconocerles que están sobrepasados, tienen muchos alumnos y no solo los de alta capacidad 'diferentes' sino que hay dislexias, con déficit de atención e hiperactivos y otras peculiaridades y ellos tienen a muchos sin tiempo para detenerse. Y entre que no saben y no pueden....».
El cribado considera un cociente de 130 y más;pero a partir de un cociente intelectual de 120, aproximadamente, suelen aparecer necesidades educativas especiales. Si no son debidamente atendidas pueden suponer un obstáculo en el aprendizaje en vez de una ventaja y afecta mucho además al desarrollo emocional y social de las personas.
Tras lograr un primer paso efectivo, el cribado, la evaluación «requiere una interpretación correcta y hay poca especialización al respecto», añaden. Superados estos pasos llega la aplicación de las medidas adecuadas. Están establecidas y protocolarizadas e, incluso, hay colegios públicos y concertados especializados en este tipo de alumnos, pero la aplicación «en muchas ocasiones también es fallida». Repasa esta familia que pueden aplicarse medidas ordinarias como es la ampliación curricular que se centran en ajustar los contenidos, habilidades y competencias que se espera que los estudiantes alcancen. También las hay extraordinarias que supone que realicen trabajos o proyectos a mayores de la labor ordinaria de un alumno. Y puede pasárseles de curso completo, un último trimestre o en determinadas asignaturas donde necesita más contenido y más avanzado. «Los psicólogos especializados en alta capacidad están muy a favor de esta última medida; pero es la que más falla. No es nada fácil conseguirlo. A estos niños les pasa que intelectualmente tienen más edad que los compañeros que los rodean; pero emocionalmente son niños e, incluso, son más sensibles que los otros pequeños de su edad. Esto crea dificultades de sociabilización;pero suelen estar más a gusto con niños más mayores sino se aíslan. Son los raros, los distintos... y están solos. Sus mentes van por delante, capaces de pensamientos abstractos pero lloran como niños que son. Es importante también, lo hacemos en la asociación, la escuela de padres en este sentido para saber comprender a sus hijos. Lo que queremos, en definitiva, es que estén tranquilos, felices».
Tiene tan solo diez años, pero lo tiene muy claro: «Yo lo que quiero es aprender más». Y es que Pedro sigue haciendo sumas sencillas al comienzo de cada curso cuando su cabeza quiere raíces cuadradas. Y se aburre. Tiene sed de saber, desde muy pequeño le interesaba el funcionamiento de los juguetes más que su empleo en si. Las matemáticas y la informática sobre todo, y la física –añade– que «aunque no la tengo como asignatura sola se da en otras» son sus preferidas;pero ahora está volcado también en los aviones, le interesan especialmente y se adentra en ellos hasta que muda de tercio porque «cambia su foco y necesita conocer mucho de aquello que centra en cada momento su gusto», explican sus padres. Tiene, y necesita tener, su tiempo ocupado así que la esgrima o el pádel forman también parte de su rutina.
Ahora Pedro Herrero Gómez estudia en el colegio Rafaela María. Un centro que sí da respuestas a la inquietud de este pequeño de intensa mirada clara.
Sufrió en su anterior colegio donde la incomprensión marcó sus días. De profesores y de compañeros. El niño ya destacaba desde pequeño y, en segundo de Infantil, «nos dijeron que podría ser de alta capacidad; pero siguió en clase sin más, no nos planteábamos nada, no sabíamos. Nos lo repitieron un año más tarde. Después, nosotros le hicimos primero test por lo privado para saber y, a la vez, la Junta realizó pruebas a los niños ya seleccionados por el colegio como posibles. No resultó de los mejores pero sí entró. Ambos cribados resultaron positivos pero llegó el covid y hasta después del confinamiento no adoptaron medidas. Luego, el orientador decidió la ampliación curricular; pero no le fue bien, no era feliz y sufrió varias agresiones en grupo. Es bastante habitual en estos niños que sufran situaciones de este tipo o al menos que los dejen muy solos. En el colegio nos dijeron 'son cosas de niños'; pero de eso nada, lo sacamos a principios de noviembre y comenzó en el Rafaela. Esto es otro mundo. Ahora cursa quinto de Primaria y está bien», explica su familia. Pedro, como otros niños muy inteligentes, «son muy impulsivos y no se adaptan bien a un sistema de aprendizaje rígido, a unas normas sino a lo que a ellos les despierta interés».
«Su gran problema son las relaciones sociales. También de su hermana Alicia, de 14 años y alta capacidad, que hasta hace poco no habíamos conseguido hacerle pruebas, también privadas, porque ella no quiere ser señalada, quiere pasar desapercibida, enmascararse con el resto de la clase», explica Diana.
Además Pedro «tiene disortografía asociada a una leve dislexia. Esto, ahora en tratamiento con logopeda, le hace ser más lento en los exámenes y aunque está recogido el derecho a que les den más tiempo para ello, muchos profesores no lo aplican», explican sus padres que, ambos, tienen parientes de alta capacidad.
«Es bastante frecuente que junto al elevado nivel intelectual tengan otras especificidades como ser hiperactivos o una dislexia. Por ello necesitan más apoyo».
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