![Coronavirus: Castilla y León se asoma a la tercera ola con seis provincias sin bajar ni un día del nivel 4](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202101/04/media/cortadas/manuecoigea-kzUB-U130125585768gW-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Alfonso Fernández Mañueco, presidente autonómico, lo invistió de realidad institucional: «Estamos en la tercera ola», dijo en Onda Cero Salamanca. Y Franciso Igea, su vicepresidente, le aplicó el barniz incontestable de los datos para concluir: «Toda la comunidad pasará en breve a ... nivel 4», sentenció en Radio Palencia.
Por eso, en la Junta no se descarta que haya que «reescalar medidas en breve» y, por supuesto, se mantienen firmes en que habrá que seguir con el confinamiento perimetral de la región -que ya estaba prorrogado hasta el día 10 de enero- el toque de queda a las 22 horas y la limitación de las reuniones a un máximo de seis personas. «Son medidas eficaces que permitieron en la segunda ola bajar la incidencia acumulada, salvar vidas y la economía», justificó Fernández Mañueco.
Coronavirus en Castilla y León
Antonio G. Encinas
La tercera ola es tan real que sus raíces se hunden en 2020. En los estertores de un año aciago que acabó con festejos navideños cuando Castilla y León apenas había logrado asomar la cabecita por encima del nivel 4 de riesgo, el máximo que marca el semáforo pactado por las comunidades autónomas y el Ministerio de Sanidad.
Los datos son nítidos. Desde el 5 de noviembre hasta ahora, seis provincias han permanecido siempre en esa alerta roja sanitaria: Burgos, León, Palencia, Soria, Valladolid y Zamora. En 60 días, solo tres territorios han conseguido pasar del rojo al naranja, Ávila (21 días), Salamanca (18 días) y Segovia (29 días) Y Segovia ya había perdido esa categoría.
Salamanca y Ávila, las dos únicas que aún permanecían en nivel 3, con algunas restricciones más livianas respecto a los aforos, volverán al rojo «en cuestión de días», anticipó ayer el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea.
Han transcurrido 11 días desde la Nochebuena. Es en este punto cuando puede empezar a notarse la escalada de casos provocados por las reuniones familiares, y su efecto habrá que analizarlo hasta pasada, al menos, otra semana, cuando entrarán en juego las cenas de Nochevieja. Y los datos muestran que hay provincias en las que ya amaga un rebrote.
Ávila estaba en 84 casos por 100.000 habitantes en Nochebuena, y ya se ha situado en 108 Salamanca lo calca: de 89 a 108. en el marcador de incidencia acumulada a 14 días. Segovia fue más allá, de 132 a 222.
Esas eran las provincias que mejor encaraban la época navideña. Las que antes aliviaron sus restricciones. En el resto, las cifras son engañosas. La situación es mejor de lo que era el día 24 de diciembre en todas ellas. Sin embargo, Soria, Valladolid o Palencia están subiendo en las últimas jornadas.
Lo peligroso del caso es que este resurgimiento de la covid-19 comienza a crecer desde una base ya elevada. Basta decir que la 'nueva normalidad' se entiende a partir de menos de 25 casos positivos por cada cien mil habitantes (incidencia acumulada a 14 días) y que ahora mismo ninguna provincia de Castilla y León se encuentra por debajo de 100. Y lo que es peor. El ritmo al que se desalojan las UCI es lento. El pico se alcanzó el 20 de noviembre, con 248 ingresados en críticos. 44 días después, aún hay 137. En el mismo periodo de tiempo, en la primera ola, se bajó de 246 a 41.
Incrementar los contagios, y por consiguiente las hospitalizaciones y los ingresos en unidades de críticos, amenaza al sistema sanitario. Ya se vio en la primera ola. Y la tercera arranca de números ya elevados.
Si la vacunación avanza con rapidez y se alcanza un «porcentaje significativo de la población vacunada» en los primeros seis meses de verano, como vaticinaba el ministro Illa, el virus podrá contenerse cada vez con más eficacia, pese a que haya que conservar ritos recién adquiridos como la mascarilla o el gel hidroalcohólico.
Para llegar a ese punto, sin embargo, aún falta mucho y uno de los daños colaterales de esta pandemia es su influencia en la atención médica a otras patologías severas, que quedan en el olvido por el colapso de los recursos sanitarios.
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