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Una mujer graba con el móvil asomada por el techo solar del coche, durante la caravana por Valladolid. Gabriel Villamil

La caravana de Vox añade tensión política en las vísperas del pase de Castilla y León a la fase 1

Seis mil vehículos ocuparon las capitales de Castilla y León y acentuaron la sensación de que el confinamiento empieza a relajarse peligrosamente

Antonio G. Encinas

Valladolid

Sábado, 23 de mayo 2020, 21:14

Cinco personas con chalecos fosforito con el logo de Vox a la espalda reparten banderines de España a los coches que abandonan el aparcamiento de la Feria de Valladolid a claxonazos. Banderines redundantes en muchos casos, puesto que la bandera es algo así como la ... pancarta oficial y no falla ni en las motos, que también hacen acto de presencia. Un afín, sin chaleco pero metido en faena de 'banderinear' ventanillas y organizar la salida, se acerca. «¡Es impresionante, de verdad!», dice con un punto de emoción.

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A las 10:40 apenas un coche forrado de banderas -estaba en ello, en realidad- dotaba de color al aparcamiento desde el que estaba prevista la salida. Para las 12 del mediodía, el 'parking' disuasorio estaba lleno, la cola ocupaba toda la avenida Ramón Pradera y se desbordaba por la calle Las Eras hacia los Bomberos; por la calle Bálago, casi hasta la rotonda con Sementera; y ocupaba un carril de la avenida de Salamanca desde el puente Mayor.

¿Cuántos coches había? Complicado. El aparcamiento tiene oficialmente 416 plazas. Los tramos de las calles mencionadas suman unos 2 kilómetros de longitud. El tamaño medio de los coches ronda los 4 metros -había de todo, desde un Peugeot descapotable hasta un coche rojo carne de ITV, un Clio sin banderas o un todoterreno de BMW, y unas cuantas motos de todos los tipos-, así que necesitaría, cada uno, pongamos que seis metros para no pegarse. Eso daría otros 650 vehículos. En algunos casos ocupaban dos carriles. También había muchos estacionados, listos para salir protesta en ristre. Y otros que se sumaron después.

El margen de error es amplio, desde luego. Sobre todo porque la circulación era constante y siempre hay agregados, gente a pie, otros aplaudiendo desde las ventanas, como en la esquina de la avenida de Salamanca hacia Poniente, también con la bandera como pancarta.

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Los mil vehículos no los quita nadie, seguro. ¿Más? Seguramente. ¿Dos mil? Quizá es mucho, pero por qué no. Esa es la cifra que aportó la Delegación del Gobierno en Valladolid, recogida por la Policía Nacional, «entre bicicletas, motos y vehículos». Y a eso habría que añadir las personas que apoyaron con sus aplausos desde las aceras, especialmente en el Paseo de Zorrilla. La organización, según Europa Press, habló de cinco mil vehículos.

Cuesta calcular, como costaba también entender lo concreto de la manifestación. Más allá de los gritos de «¡Libertad, libertad!» y «¡Pedro Sánchez, dimisión!», lo que había sobre todo era cláxones. Ruido. Mucho ruido. El ruido de cacerola transmutado en bocinazo. Un ruido de desahogo, de frustración, de protesta por la situación en general y por las decisiones del Gobierno en particular, se entiende. La caravana, eso sí, se extendió porque además el recorrido fue de ida y vuelta por el Paseo de Zorrilla, con lo que transcurrieron casi tres horas de bocinazos hasta que todo acabó.

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Valladolid capital tiene, según las estadísticas, 136.034 turismos, según los datos de la Junta de Castilla y León (de 2017). Y Vox obtuvo el respaldo de 28.788 votos en Valladolid y 56.110 en el total de la provincia. Tan evidente parece que no estaban todos en la manifestación como que había muchos manifestantes que no eran votantes de Vox pero sienten la asfixia de la pandemia y sus efectos económicos.

Y algo similar se puede decir del resto de Castilla y León. Por porcentaje, se movilizó más Salamanca, donde se contabilizaron 1.800 vehículos. En Burgos fueron 700. Otros 600 en León; 330 en Palencia; 240 en Segovia -la precisión aumenta cuanto más bajo es el número, claro-; 110 en la Zamora gobernada por Izquierda Unida y 100 en Soria.

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Seis mil vehículos.

«La manifestación contra el Gobierno sectario de Sánchez e Iglesias, responsable de la muerte de miles de españoles y la ruina de millones, ha sido un éxito», reclamó el diputado de Vox Pablo Sáez, uno de los seis que obtuvo la formación el pasado 10-N en Castilla y León.

En la jornada del ruido, resultó relevante el silencio.

Ayer no tocaba rueda de prensa de las autoridades autonómicas, que también han iniciado un paulatino proceso de desescalada de comparecencias públicas, como se irá comprobando en las próximas semanas. Se ofrecieron los datos crudos: 82 positivos nuevos. Eso en hospitales, porque en residencias se confirmaron 160 casos respecto al día anterior, un número abrumador por más que se estén acabando de realizar los test PCR a todos los residentes (47.264 al principio de la pandemia, en torno al 30 de marzo, 42.765 ahora).

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Ante la ausencia de políticos en rueda de prensa telemática, Castilla y León vio asomar tibiamente la cabeza a los dirigentes en las redes sociales, su coto de libre expresión habitual. Ni Alfonso Fernández Mañueco (PP), presidente de la Junta, ni su vicepresidente Francisco Igea (Cs), ni siquiera el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, tuiteador compulsivo, quisieron meterse en charcos a la primera de cambio. Igea lo hizo más tarde. «Las banderas se agitan para las celebraciones o para el combate. No veo nada que celebrar. Para el combate no me esperen. Ya hay suficientes víctima. Trabajemos para que no se repita. Trabajemos para sujetar entre todos esa bandera que hoy ondea a media asta», escribió.

El delegado del Gobierno, Javier Izquierdo, desgranó a retuits los anuncios del presidente Pedro Sánchez respecto al desconfinamiento. Luis Tudanca, secretario autonómico de los socialistas tuiteó un simple «libertad para ser libres. Y para que todos los demás lo sean». Y compartió el mensaje del alcalde de Burgos, Daniel de la Rosa, también PSOE, que fotografió una pancarta que rezaba: «Por la sanidad pública, contra el discurso del odio». Se calentó más el procurador de Unidas Podemos Pablo Fernández, que empezó por citar a Rabindranath Tagore -«la verdad no está de parte de quien más grita»- y acabó transcribiendo el cartel de una sanitaria al paso de un coche con banderas de España: «Las sanitarias currando, los ricos y fascistas contagiando».

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El burgalés Ander Gil, portavoz socialista en el Senado, publicó cuatro fotos, incluida una en la que una persona se abrigaba con una bandera preconstitucional, acompañadas de este mensaje: «La manifestación de Vox: la 'revolución de la libertad', de los aguiluchos, las cuberterías de plata y los Alfa Romeo».

Carlos Martínez, regidor soriano, se limitó a escribir la etiqueta con la que el bando antimanifestación contrarrestó las etiquetas de la caravana. «#ElVirusSoisVoxotros», puso. «Expresándome en libertad», le replicó a quien le dejó caer que eso estaba «un poco feo». Alguien que justo antes había escrito «la gente expresándose en libertad. Rabian luego cabalgamos».

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Este ambiente de crispación política, que ha ido a más a medida que han avanzado las semanas y los batiburrillos de las fases de desescalada, preocupa especialmente a quienes han vivido la pandemia más de cerca. Sobre todo porque en determinadas zonas de España no se ha vivido la intensidad de contagios que se ha padecido en Castilla y León y la relajación parece evidente. Isidoro, propietario del bar La Pucelana, en Alicante, es de los que no piensa abrir hasta que lo vea claro, diga el BOE lo que diga. Allí la prevalencia de la covid-19, según el estudio del Instituto Nacional de Estadística, es del 2,7%, pero Isidoro sigue la actualidad de su tierra a distancia y no quiere riesgos. Pocos metros más allá, una cervecería fue multada días atrás por la Policía Local por incumplir todas las medidas preventivas.

La percepción del riesgo parece haber bajado y eso alarma a los médicos, que se desgañitan alertando de que un rebrote sería fatal en lo sanitario y la puntilla en lo económico.

En parte, esta bajada de la conciencia de lo que está en juego se debe a la continua flexibilización de las condiciones de cada una de las fases de desescalada, que sufren continuos ajustes en función de la evolución de la pandemia. Ayer ya se habló de fútbol, de playas y de turismo extranjero, de nuevo con un horizonte temporal, lo que siempre resulta arriesgado: julio. Así que quien más, quien menos, empieza a soñar con el veraneo, aunque sea en la casa del pueblo que acogerá a los nuevos emigrantes urbanos. Para eso, recuerdan los médicos, habrá que seguir rebajando el golpe de un virus que, según el Ministerio de Sanidad, provocó 361 casos nuevos confirmados en el país. Castilla y León fue la tercera comunidad con más positivos.

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