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A la izquierda, Diego Hernangómez y Sara Hernández, en su domicilio junto a Marc. A la derecha, Emilio y Myriam López, junto al pequeño Luca. Henar Sastre / El Norte
Coronavirus en Valladolid: Nacimientos en plena crisis sanitaria: «Es bonito, pero da rabia no compartirlo con la familia»

Nacimientos en plena crisis sanitaria: «Es bonito, pero da rabia no compartirlo con la familia»

La vallisoletana Sara Hernández y la abulense Myriam López, que acaban de tener a sus hijos, cuentan cómo es dar a luz en la pandemia del Covid-19

Eva Esteban y javier ruiz-ayúcar

Valladolid

Domingo, 12 de abril 2020, 08:24

Sábado, 28 de marzo. Dos y media de la madrugada. Sara Hernández alerta a su pareja, Diego Hernangómez: «Vamos para el hospital». Acababa de romper aguas. El pequeño Marc, el segundo hijo en común del «equipo», como se refiere de un modo cariñoso esta joven, estaba en camino. Cogieron el coche y en apenas diez minutos –el tiempo que tardaron desde el domicilio familiar, en Laguna de Duero, hasta el Hospital Río Hortega de Valladolid– estaban en Urgencias. Como a cualquier otro paciente, les interceptaron en las carpas habilitadas situadas en el exterior del centro hospitalario. A ella, de 31 años, le hicieron un cuestionario rápido para descartar que tuviera el Covid-19. A él, de 41, no le preguntaron «absolutamente nada». «Me preguntaron si tenía fiebre y tos, pero como no había tenido ningún síntoma, nos pasaron directamente a la zona de paritorios, sin pasar por Urgencias ni tener contacto con nadie», sostiene.

Uno de los aspectos que más llamó la atención de estos jóvenes fue que «no había casi nadie». Juzgaron en comparación a sus experiencias previas –era el tercer hijo de Sara y el tercero de Diego–. En otras ocasiones, dice esta madre, en la sala de maternidad había «seis o siete personas». Esta última vez, tan solo tres: la matrona, la enfermera y el anestesista. «Mi pareja pudo entrar, y era algo que nos preguntábamos si nos dejarían. La verdad es que cuando llegamos allí no dábamos un duro porque pudiera estar en el parto porque a él no le preguntaron nada acerca del coronavirus, aunque si lo hubiera tenido nos lo habría pegado tanto a mí como a los niños», asevera.

Siete horas después, sobre las nueve y media de la mañana, rompió un llanto. Marc acababa de nacer. La vida se había abierto paso en plena pandemia. Este pequeño, el menor de cuatro hermanos, pesó 4,1 kilogramos. Sus padres dicen que es «un amor, aunque un poco llorón y gruñón, pero como todos los bebés». ¿Y sus hermanos? –Diego tiene un año y Enzo y Eric, cinco– «Pues el de doce meses lo llevaba un poco peor los primeros días, se ponía a llorar cuando su padre cogía a Marc, pero ahora se acerca, le acaricia, le da besos... Y los mayores están a su bola, ya están acostumbrados porque lo han vivido con el otro», apunta.

Aunque ya están en casa, Marc no conoce a sus abuelos ni a sus primos. Ellos solo le han visto por fotografías y videollamadas. «Se hace difícil, da rabia no poder compartir estos momentos bonitos con la familia», lamenta Sara Hernández, al tiempo que reconoce que echa en falta la «mano» de su madre y su suegra para ayudarles tanto con el recién nacido como con los otros «terremotos». Cuenta, además, que aunque el piso donde viven «no es muy grande, pero tampoco pequeño», el hecho de estar todo el día confinados se hace «cada vez más cuesta arriba». «Estar tanto tiempo encerrados te hace estar más nerviosa y tener menos paciencia;es un cúmulo de cosas, sobre todo por los niños, que los pobres ya no saben qué hacer», lamenta. «Surgen dudas que al estar aislado se hace un poco de aquella manera y que en circunstancias normales sabrías resolver», continúa.

A lo que Sara Hernández se refiere, entre otros aspectos, es en qué hacer para, por ejemplo, que el bebé recupere un tono de piel «más normalito». «Está un poco amarillo, algo normal en muchos bebés al nacer, pero como a él no le da el sol... Le saco un poco a la ventana para que le dé la luz, pero poco más», asevera.

Unos días antes (el 24 de marzo), pero en distinta ciudad, esta vez en Ávila, Myriam López dio a luz a Luca. Su llegada al mundo, desvela su madre, se produjo con «total normalidad» pese a haber tenido lugar en pleno estado de alarma y, a día de hoy, así continúan, aunque confinados en la vivienda familiar. «Podemos estar todos para cuidar del bebé y no recibimos visitas», afirma.

Ahora, la familia al completo se encuentra «perfectamente», aunque esta abulense reconoce que, ante la llegada de Luca, «tenía mucho miedo porque con todo lo que estábamos escuchando no sabía lo que me iba a encontrar, si iba a estar bien atendida, si iban a estar el cirujano o el anestesista si necesitaba una cesárea…». Nada más lejos de la realidad, y para su sorpresa, lo que se encontró en el Hospital Nuestra Señora de Sonsoles de Ávila fue «normalidad absoluta». Se convirtió, además, en la primera mujer en dar a luz durante el estado de alarma.

Una vez en Urgencias, los profesionales sanitarios comunicaron a Emilio, su pareja, que debía regresar a su domicilio, aunque al poco tiempo recularon y le dijeron que sí podía acompañarla durante el nacimiento de su hijo. «La sensación era que no sabían muy bien qué hacer en este caso; había un poco de descontrol, pero después ya vimos que dejaban entrar a las parejas juntas», recuerda López.

Al igual que la vallisoletana Sara Hernández, Myriam López no mantuvo contacto con ningún sospechoso de coronavirus. Las medidas de protección estuvieron presentes en todo momento, pero «inevitablemente» esta pareja abulense sintió «miedo». «Todo fue normal, el ginecólogo me atendió enseguida, di a luz el lunes –24 de marzo– y no noté ninguna diferencia con el trato que recibí en mi primer parto», señala.

Ninguna indicación concreta

Tras cuatro días de ingreso, madre e hijo recibieron el alta hospitalaria para regresar a su casa. Esta mamá indica, al mismo tiempo, que «ni cuando estaba en el hospital ni con el alta nos dieron una indicación específica contra el Covid-19», un aspecto que han «echado en falta». La única consigna fue que se quedaran en el domicilio y que, en caso de algún problema, acudir al pediatra. «Eso sí que nos preocupó un poco porque sabíamos que con todo esto no había pediatra», incide.

Estos nacimientos son luz entre tanta oscuridad, un rayo de esperanza en medio de un ambiente de tensión e incertidumbre. En plena emergencia sanitaria la vida no espera. Las salas de maternidad son un oasis de tranquilidad en los hospitales.

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