De tapas y pinchos por Valladolid

El 'Punky Naartínez', un concierto de jazz que improvisa en el paladar

Valladolid posee una oferta coctelera cada vez más pujante. Con diversos establecimientos reconocidos en los últimos años, la mixología se están haciendo un hueco en los planes de los locales como una alternativa al ocio convencional y también entre las rutas y paradas de los visitantes, para quienes supone un atractivo turístico más a la hora de visitar la ciudad.

Distinguidos por su originalidad e innovación, el auge de las coctelerías coincide con el crecimiento de FIBAR y, al calor de la feria internacional -que reúne en la Feria de Muestras lo mejor del sector a nivel mundial-, el bartendering gana adeptos y lugares de referencia en el callejero de la capital vallisoletana, unos con más pompa y renombre y otros más recogidos pero igualmente destacados por sus elaboraciones.

En la zona de la plaza Martí y Monsó (Coca), la calle Dulzainero Ángel Velasco que abre el paso entre esta zona de ocio y su vecina de la calle San Lorenzo (Poniente) alberga desde hace seis años uno de estos rincones dedicados a llevar un paso más allá el arte de la coctelería: Amor Amargo Tavern. Su barra, de hecho, ha sido incluida en la lista de Top Cocktails Bars como una de las 50 mejores de España y Portugal en 2024. Y no es casualidad.

Ya desde su entrada se atisba un lugar distinto que acoge al cliente y lo invita a dejarse llevar, a experimentar con los sabores que se ofrecen y probar cosas nuevas. El abanico de opciones -que oscila entre los ocho y los diez euros en función de los ingredientes utilizados- abarca casi todo lo que uno pudiera esperar de este tipo de establecimientos, desde los tradicionales combinados como el Bloody Mary, el Margarita o el Manhattan, hasta cócteles previamente creados por sus especialistas en su carta.

En el caso de estos últimos, el 'Punky Naartínez' es toda una odisea que combina productos internacionales para conseguir una elaboración con carácter propio. Así, se combina el mezcal mexicano con un vermú típicamente europeo como bebidas alcohólicas. Hasta aquí, todo 'normal'. Pero a ello se le añade naranja salada y ceniza, que se culmina con un preparado de ácido cítrico y una mezcla de semillas de sésamo y wasabi japonés en buena parte del 'rim' (denominación inglesa utilizada en el argot coctelero para referirse al preparado que se añade al borde del vaso o copa).

El sabor resultante es singular, agradable aunque notablemente fuerte para los paladares de gusto más sensible. En su conjunto, las notas de sabor se asemejan a una banda de jazz donde los instrumentos de diferentes familias improvisan por su cuenta, sin aparentemente nada que ver, para generar una pieza armoniosa de gusto prominente.

La mezcla alcohólica figura como la percusión que lleva el ritmo del sabor, una melodía alterada al gusto por los extras como la naranja y el toque de ceniza. Y por si esto fuera poco, la variación de la cuerda se la aporta el junte aplicado en el borde, donde los matices ácidos aparecen o no en función de la zona desde la que se de el sorbo, un detalle que aporta una vuelta de tuerca más a un sabor de por sí estudiado para impactar. El resultado, sin duda, es sorprendente.

Además de cócteles como estos, si hay una característica que aporta un distintivo propio y enorgullece a este establecimiento coctelero es la posibilidad de personalizar el trago en función de los gustos individuales. Esto es, si el cliente aporta sus gustos, los mixólogos pueden imaginar un combinado único y personalizado en función de estas preferencias. Esta posibilidad es una de las que mejor resumen la esencia -para nada acibarada- de este céntrico local que en poco más de un lustro ha sabido hacerse un hueco no solo en Valladolid, si no entre la élite de la coctelería ibérica.

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