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Las monjas cismáticas del convento de Belorado van a seguir peleando por mantener su posición en el cenobio, pese a ser conscientes de que se tendrán que marchar y «no estar convencidas» de ganar la batalla por su propiedad. La situación que viven, la «desinformación», que aseguran que lanzan los medios de comunicación, y la «falta de verdad», las coloca al borde del colapso, lo que no las impide mantener la pugna, según anuncia BURGOSconecta.
Una fuente del propio convento ha asegurado que no tienen «conocimiento oficial» de la decisión del Juzgado, ni siquiera «desde el inicio del proceso» y que las bretoneras se enteran de lo que pasa «por la prensa» y porque les informan terceras personas. Sin embargo, hace pocos días el Juzgado N1 de Briviesca admitía a trámite la demanda de desahucio de las monjas cismáticas.
Las fechas se acortan y lo primero que deberán decidir es si acuden o no al Juzgado de Briviesca, a una vista fijada para el 19 de diciembre y que, en el caso de no comparecer en legal forma, llevaría aparejada la práctica del lanzamiento, el 23 de enero de 2025. En caso de no acudir a la vista del mes que viene, ya saben que tendrán que salir por una orden judicial.
Las exclarisas ven «tranquilas» el curso de los acontecimientos. Les llueven «calumnias y difamaciones», como han expresado en numerosas ocasiones; y el «abuso de poder» que, dicen, dimana del arzobispo de Burgos, Mario Iceta, que es apoyado por los periodistas y «están de su lado».
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Ahora, medio año después del inicio del conflicto, tras meses cerrado el convento, cualquier persona puede acceder al torno a comprar los chocolates de las bretoneras y acceder a su pequeña y elegante iglesia.
La mañana del 13 de mayo fue un caos en el Arzobispado. Una llamada, a la hora del Rosario de la Aurora que celebraba por las calles de Burgos Mario Iceta, explosionó unos minutos después. En Belorado pasaba algo gordo. Las hermanas clarisas del convento más famoso en el mundo del chocolate en España, se levantaban en armas contra lo que los sedevacantistas llaman 'modernidad'.
Una llamada de Iceta al cura de Belorado le pone en alerta. Se dirige al convento y, tras una larga espera, es recibido. Monseñor Iceta escucha las razones de las entonces religiosas desde el manos libres del párroco de Belorado. «Pero ¿qué pasa? ¿Dejan la Iglesia Católica? ¿Qué razones dan? ¿Están tan convencidas de lo que dicen?» un diálogo similar a este, mantuvieron las monjas rebeldes e Iceta.
Pocos minutos después, llegó un manifiesto llamado 'Católico' con más de 70 páginas en el que no se despachaban a gusto contra el Vaticano II, contra Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y II y contra Francisco. Sólo mostraron algo de respecto con el «padre Benedicto XVI», como lo llamaron. Así empezó la ruptura de estas monjas con Roma desde un pueblo de Burgos.
Nada vale después de 1958 y la muerte de Pío XII. Lo que vino más tarde es «herético» y contrario a la Iglesia, que dicen ellas, fundada por Cristo.
A partir de ahí llegó la jira de Pablo Rojas y Francisco José Ceacero, que abandonaron el convento de Belorado en junio después de algo más de un mes junto a las exclarisas. Del brasileño Ribeiro da Silva y el argentino maestro de boxeo y experto en mate Sergio Casas, para regresar de nuevo el brasileño, que reside en San Damián, el albergue contiguo al convento.
En medio año se han cruzado acusaciones, se ha echado a delegaciones del arzobispo del convento, se han intervenido las cuentas, se ha cerrado el cenobio y el torno, se han vuelto a abrir. A las mujeres de La Bretonera se las ha demonizado o se las ha entronizado, según quien las interpreta. Se ha interpuesto una demanda de desahucio, se las ha excomulgado; las excomulgadas han denunciado a monseñor Iceta, se ha personado la Guardia Civil varias veces… Ha abandonado una monja y se ha ido una monja a Vitoria. Otras dos han salido, no se sabe si por desavenencias para hacer otras gestiones por la comunidad fuera del convento.
Han pasado 182 días y la situación, lejos de arreglarse se ha enquistado más. Ahora, con el agua al cuello por deudas, conocedoras de que desde el punto de vista canónico están en situación irregular y han perdido cualquier opción de quedarse, sólo esperan que un juez decida.
En función de lo que determine se mantendrán varios meses más -si hay opción al recurso- o acabarán por marcharse.
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