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Un grupo de monjas cismáticas de Belorado ha generado un terremoto religioso difícil de prever incluso por las mentes más dotadas para la ficción. Porque la realidad en este caso supera, con mucho, cualquier trama novelesca, sumando capítulos cada vez más rocambolescos mientras aumenta la tensión entre las religiosas excomulgadas, el arzobispado de Burgos y la Iglesia.
Burgosconecta relata que todo comenzó el pasado 13 de mayo con a publicación de un manifiesto por parte de un grupo de monjas, entonces clarisas, del convento de La Bretonera en Belorado. En este extenso documento de 70 páginas argumentaban su ruptura con Roma, con la Iglesia conciliar y apoyaban la tesis de que todos los papas nombrados tras el Concilio Vaticano II son ilegítimos.
Desde que estallara la bomba mediática a raíz de las similitudes con el Palmar de Troya, la polémica no ha hecho sino aumentar sumando nombres nuevos y dejando entrever una trama oscura relacionada con un pelotazo inmobiliario de fondo.
Muchos apuntan a que el problema de fondo es, en realidad, inmobiliario. En medio, la incapacidad de las monjas de cumplir el contrato de comprar del monasterio de Orduña (Álava), al que se habían trasladado en 2020 y que pensaban sufragar con la venta del edificio que habían abandonado, otro monasterio en Derio (Vizcaya).
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La venta de Derio nunca se llegó a efectuar, por lo que las monjas ahora excomulgadas siempre han culpado al arzobispado de Burgos y al Vaticano. La realidad es que no hay comprador conocido para la propiedad de Derio y la exabadesa, Sor Isabel, hablaba de un supuesto benefactor del que nunca desveló la identidad. Y ahí entró la figura del falso obispo excomulgado, Pablo de Rojas, al que consideran ideólogo de la trama para hacerse con los monasterios para su agrupación, la Pía Unión. Esta supuesta trama inmobiliaria sería la que habría desencadenado en realidad la rebelión de las monjas cismáticas de Belorado.
El terremoto religioso coincidía con la llegada de dos hombres con perfiles más que llamativos al convento de Belorado. Pablo Rojas y José Ceacero se instalaban en la Bretonera haciendo suponer que las monjas cismáticas se habían unido a su grupo, La Pía Unión, a la que la Iglesia considera una secta.
Ceacero fue, durante más un mes, el portavoz de las monjas ante los medios de comunicación. La prensa descubrió que era coctelero en Bilbao y que el supuesto obispo excomulgado Pablo de Rojas era su amigo desde la infancia. Juntos se «disfrazaban» por las calles de la ciudad vasca pero ninguno había sido ordenado realmente por la Iglesia.
Abandonaron el convento de Belorado el 26 de junio por orden de las propias monjas, que les habrían echado al tener alguna desavenencia o aconsejadas por sus abogados. En declaraciones a Burgosconecta, Ceacero y Rojas se reafirman en que la ruptura con el convento es irreversible y aseguran que no van a regresar.
El arzobispo de Burgos, Mario Iceta, tomaba el 29 de mayo el mando, la responsabilidad y la administración del convento de La Bretonera de Belorado, tras encomendárselo la Santa Sede, junto a una comisión gestora formada por él mismo, por la presidenta de la Federación de Clarisas Nuestra Señora de Aránzazu, María Javier, la secretaria, Carmen Ruiz, el vicario judicial, Donato Gómez y el responsable jurídico de la diócesis, Rodrigo Saiz.
Le hacían saber a la todavía abadesa, sor Isabel de la Trinidad, mediante un burofax «el fin de su mandato y el nombramiento del arzobispo de Burgos como comisario pontificio con efectos inmediatos». Ordenaba también en aquel momento la expulsión de la propiedad de Belorado de Pablo de Rojas y de José Ceacero. Estos desobedecieron y no abandonaron Belorado hasta casi un mes después.
Tras el anuncio del arzobispo de Burgos, Mario Iceta, de que tomaba las riendas del convento y de que gestionaba los bienes de la comunidad, la respuesta de las exclarisas era acudir a denunciar al arzobispo de Burgos ante la Policía Nacional.
Fue el mismo 29 de mayo cuando, todavía apoyadas por Pablo de Rojas y José Ceacero, las monjas excomulgadas presentaban una denuncia «por violación del derecho fundamental de asociación y el principio de separación, libre separación voluntaria, así como también por abuso de poder y por usurpación de la representación legal por parte del señor Iceta».
Tras enrocarse en su postura, no presentarse ante el tribunal eclesiástico y no abjurar de sus postulados preconciliares, las monjas rebeldes del convento de Belorado fueron excomulgadas por el arzobispo de Burgos el 22 de junio.
Además, fueron advertidas de que debían abandonar la propiedad de Belorado antes del mes de julio o se iniciarían los procedimientos judiciales necesarios para desalojarlas. Ellas se mantienen en su postura de no entregar las llaves del convento y de marcharse solo con una orden judicial. El procedimiento legal está en marcha y las monjas cuentan con la representación legal de un bufete de Santander.
Al romper con Roma y ser excomulgadas la duda que surge es si se las puede expulsar del convento. Tras la consulta realizada por Burgosconecta al Registro de la Propiedad de Belorado, consta aún que la propiedad del monasterio de Belorado es de la Comunidad de Religiosas Clarisas de Belorado, con el 100 % del pleno dominio. El cenobio fue adquirido por inmatriculación en virtud de un documento privado de fecha de inscripción 22 de octubre de 1969. A este argumento se aferran las monjas rebeldes junto a sus abogados.
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Pero la congregación de Belorado «es propietaria como persona jurídica, con un NIF e identificación concreta». Las religiosas «como personas físicas no tienen propiedad del monasterio», afirman fuentes jurídicas.
Al ser excomulgadas y dejar de pertenecer a la congregación que está acogida bajo la jusrisdición canónica de su Orden y de Roma, «pueden perder la condición de ser monjas de esa congregación, que seguirá siendo la propietaria». En este caso, esa congregación, adscrita a la Federación de Clarisas de Arantzazu, «si así lo establecen sus estatutos, podría ser la propietaria del monasterio», aseguran estas fuentes jurídicas.
Los últimos comunicados de las monjas de Belorado tratan de dañar la imagen de Mario Iceta y del Arzobispado de Burgos. En ellos piden dinero y acusan al arzobispo, gestor de los bienes y cuentas bancarias del convento, de no pagar las facturas. La líder del convento de La Bretonera, Sor Isabel, llama «usurpador ilegítimo» a monseñor Mario Iceta. No obstante, el pasado 26 de junio pedían 21.000 euros al arzobispado para hacer frente a sus deudas.
Esta misma semana, el lunes 8 de julio, volvía a cargar contra el arzobispo de Burgos, vertiendo acusaciones sobre la gestión de Mario Iceta en su participación en Cajasur: «Resulta especialmente alarmante que la persona ahora a cargo de nuestras cuentas haya sido previamente sancionada por el Banco de España debido a irregularidades en la gestión de cuentas de terceros». El Arzobispado, por su parte, daba a conocer que las monjas de Belorado acumulan ya una «sólo en facturas» deudas de 42.000 euros, «con exclusión de los préstamos».
Desde el Arzobispado demuestran que algunas de las facturas «tienen hasta dos años de antigüedad», afirmación que choca con la realizada por la exabadesa, que asegura que su comunidad estuvo «siempre al corriente de las obligaciones financieras hasta la intervención del Arzobispado».
Entre todos estos acontencimientos no han faltado polémicas publicaciones en redes sociales, apariciones en televisión y una repercusión mediática espectacular. Incluso la petición de limosna a través de su perfil de Instagram, donde aceptan donaciones porque, afirman, se encuentran en una situación económica precaria. La última ha sido iniciar un crowdfounding para recaudar 20.000 euros para poder saldar parte de su deuda aunque, como ellas mismas dicen, lo necesitan «para subsistir económicamente».
Además, incluyen un número de cuenta en su perfil de Instagram y en sus publicaciones en el que se puede ingresar dinero para ayudar a las monjas rebeldes en su causa. Una forma muy moderna de pedir limosna para unas monjas de clausura.
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