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El móvil de Sonia Monte (43 años, cuidadora de personas mayores) escupe malas noticias. «Mira -señala hacia una fotografía que le acaban de enviar-, todo arrasado, y yo que tenía esperanzas de volver este lunes a mi casa», dice esta vecina de Riofrío. Son las once de la noche y es la única que, junto a su pareja, Iván de Ramón (41 años, desempleado), pasa la noche en el albergue improvisado en el polideportivo Carlos Sastre de Ávila capital para los vecinos de los núcleos desalojados ante el voraz avance de las llamas. No tienen otro sitio en el que pasar la noche. Aunque anticipa: «Voy a dormir poco o nada». El fuego escala, traicionero, y abrasa 'su' tierra. «Si el fuego llega a mi casa, ¿dónde me meto? Se quema mi vida, la sierra que me ha visto crecer, mis recuerdos», reconoce, mientras posa sus dedos índice sobre sus lagrimales, en un intento -en vano- de contener un llanto que en las últimas horas se ha vuelto usual.
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Saca de su bolsillo un pañuelo de papel. Lo estruja. Está disgustada. Busca explicaciones. Mientras, su acompañante está sentado en una silla de plástico, con la mirada fija en el parqué del pabellón. Cabizbajo. «Lo raro es que no haya pasado antes. Que un coche haya preparado todo esto es la mejor muestra de que somos la España vaciada y abandonada. No puede ser, se llevan por delante nuestras vidas», suelta a bocajarro, sin levantar la vista, sin apenas inmutarse. «Es horrible, estamos fatal. Es un infierno, nadie puede imaginárselo. Ves las llamas a lo lejos y en menos de dos horas están encima del pueblo», sostiene esta abulense, a quien únicamente le dio tiempo a preparar «una mochila con algo de ropa porque sabíamos que no podríamos regresar a casa a dormir».
Vecinos y comerciantes de Ávila mostraron este fin de semana su cara más solidaria para ayudar en todo lo que pudieran a los afectados por el incendio de Navalacruz. Tanto es así, que Protección Civil recibió durante «todo el día» llamadas de ciudadanos que prestaban su colaboración. «Llevamos desde primera hora recibiendo llamadas de gente diciendo que nos aportaba víveres o se prestaba a hacer bocadillos. Ávila es una ciudad muy solidaria», afirmaba el jefe de la agrupación, Roberto Hernández.
Es domingo, medianoche. El Carlos Sastre rezuma cansancio. Sonia Monte e Ivan de Ramón conversan, pausados, en una de las esquinas de la pista. Dos voluntarios de Cruz Roja y Protección Civil se recuestan sobre unas camillas habilitadas en un primer momento para los afectados. Pero muy pocos las han usado a lo largo del domingo. Para pasar la noche, solo esta pareja de Riofrío. El «pico», como se refiere el jefe de Protección Civil de Ávila, Roberto Hernández, se alcanzó hacia el mediodía, cuando contabilizaron poco más de un centenar de vecinos desplazados hasta el polideportivo a la espera de buenas noticias. A primera hora de la tarde no quedaba casi nadie. «Según ha ido evolucionando el incendio prácticamente todos los que teníamos alojados han vuelto a sus correspondientes pueblos porque ya ha pasado el fuego por allí y está la situación mejor y otros han optado por alojarse en casas de amigos o familiares», desvela el representante del colectivo.
Fuera, en la calle, se libra otra batalla. La de la coordinación y el despliegue de medios. Una intensa humareda anaranjada que tapa toda la ciudad alerta al alcalde, Jesús Manuel Sánchez Cabrera. «En este momento afortunadamente ha cambiado el aire, no está cerca de la ciudad pero se está acercando a otro municipio y esperamos poder ayudar y seguir ayudando», comenta, mientras confirma que, independientemente de que reciba o no la llegada de vecinos afectados, el pabellón seguirá habilitado hasta nueva orden, con comida, bebida y un lugar para reposar para quienes lo necesiten.
Cerca, a apenas dos kilómetros, a los pies de la muralla, está el otro 'búnker', este para que las cuadrillas que participan en el operativo de extinción cojan fuerzas y descansen. Los últimos en incorporarse al centro de exposiciones y congresos Lienzo Norte, a última hora de la noche, son los brigadistas de León. Son más de las doce y muchos están dando los primeros bocados a su cena (pizza en algunos casos, bocadillos en otros). «Han llegado hace nada, ahora cenan y se marchan a descansar porque en unas horas se incorporan al operativo», explica Trini Mateos, voluntaria de Cruz Roja llegada desde Salamanca.
Lo montaron en tiempo récord. Efectivos llegados de Zamora, León y Burgos llegan de forma progresiva a las instalaciones. La gran mayoría prefiere no relatar su experiencia, mantenerse en el anonimato. «Hemos preparado 81 camas. De momento tenemos 72 ya ocupadas, pero puede ser que según avance la noche lleguen más», subraya esta voluntaria, que vive esta «pesadilla» en primera persona. «Hay mucha incertidumbre por la información que nos va llegando, y luego ves venir a los efectivos, exhaustos, que dicen que todavía hay varios puntos activos y te desanima», apunta.
Es la una y media de la mañana. Las cuadrillas marchan a descansar. Terrazas semivacías, calles desiertas y miradores repletos de vecinos preocupados por la embestida de las llamas. Se apaga la noche en la capital abulense. Una intensa llamarada ilumina los márgenes de la sierra. Está aún lejos el fuego, pero cerca. Tanto, que quema. Rezan en la provincia porque el fuego dé una tregua, aunque saben que la herida no cicatrizará.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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