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Cuando Mateo Pascual vuelva, tal vez este miércoles, a casa, con toda probabilidad nada habrá cambiado de puertas para adentro. La tele seguirá en su sitio. Y los sofás. Y la cocina. También los armarios llenos de ropa y los álbumes repletos de fotos. Todo ... seguirá igual en su hogar de El Hoyo de Pinares. Una vivienda que este lunes por la noche tuvo que abandonar a la carrera ante el peligro de que las llamas (y sobre todo el humo) invadiera el pueblo. Como él, 2.100 vecinos tuvieron que marcharse. Desalojados. La mayoría buscó techo y cama en casa de familiares, en su casa de Madrid (muchos tienen segunda vivienda en esta comarca abulense). Pero cerca de doscientas personas tuvieron que ser hospedada en los albergues de emergencia que Cruz Roja y Protección Civil habilitaron en colegios, institutos y polideportivos de Las Navas del Marqués.
Cuando Mateo vuelva a casa, nada habrá cambiado en el interior. Otra cosa será cuando abra la ventana. Y entonces ese «paraíso» que era El Hoyo de Pinares habrá desaparecido. Esfumado. Convertido en cenizas. Abrasado por las llamas. «Tengo ganas de volver, pero no de ver cómo habrá quedado todo», dice Angelines, hermana de Mateo, con lágrimas en los ojos. No quiere pensar en los pinares achicharrados, no está preparada para despedirse del paisaje de su infancia, del orgullo de su pueblo. «Y tal vez ya no lo vuelva a ver. Los jóvenes quizá sí, pero nosotros ya, a estas alturas». Lo dice junto a Beni, su madre, 94 años, que ha pasado la noche en una cama articulada en el polideportivo del instituto María de Córdoba, en Las Navas del Marqués. Le ofrecieron alojamiento en una residencia (como a las personas mayores o dependientes), pero Beni dijo que no, que prefería pasar la noche junto a sus hijos.
«No he dormido del todo mal», dice sobre las 14:00 horas, tumbada en la cama y cubierta por una de las mantas amarillas que les ha repartido Protección Civil. Los voluntarios de esta entidad, junto a los de Cruz Roja, han atendido a los vecinos de El Hoyo de Pinares que no tenían este lunes donde pasar la noche. Y tampoco el martes, porque la situación del incendio no preveía su regreso hasta por lo menos el miércoles.
Ávila vuelve a arder
«No quiero pensar en cómo estará todo», cuenta Rosa Fuentes, cordobesa que hace 45 años se instaló en El Hoyo de Pinares tras casarse con Pascual Díaz. El lunes por la noche estaban en casa. No del todo tranquilos, porque las columnas de humo que se veían por las inmediaciones del pueblo no presagiaban nada bueno. Pero no se les pasó por la cabeza que tuvieran que abandonar su hogar. «Acabábamos de cenar una sopa de calabacín y un poco de queso. Esperábamos a que empezara 'First dates'». Y entonces, una patrulla de la Guardia Civil, con megafonía, recorrió el pueblo informándoles de que tenían que salir. Cojan lo imprescindible, les decían. Documentación, algo de dinero, los medicamentos si era necesario. «Yo también metí un peine y el lápiz de ojos», dice Rosa. Y con apenas una mochilita y lo puesto dejaron sus casas sin saber lo que se encontrarían al volver. Con toda seguridad, el interior seguirá tal cual. La tele en su sitio. Y el sofá. Y la ropa dentro del armario. Pero nada será lo mismo al otro lado de la ventana, cuando los vecinos de El Hoyo caminen por esos pinares que prestan su apellido al pueblo y que ahora están abrasados por las llamas.
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