La Adrada: Un castillo para interpretar la historia

Dice la leyenda que el rey Alfonso VI y la princesa Zaida, hija política del rey Al Mutámid de Sevilla, anduvieron en amores por estos pagos. Bien podría ser, por lo cercano de la frontera con los reinos musulmanes. Y sobre todo por los innumerables encantos naturales de la comarca. Los mismos que sí disfrutaron, con toda seguridad, Enrique III, Juan II y Enrique IV, además de los Reyes Católicos. Una larga historia que se recuerda en el Centro de Interpretación Histórica del Valle del Tiétar, que actualmente se aloja en este monumental castillo, construido sobre restos anteriores a finales del siglo XV, cuando el condestable Ruy López Dávalos recibió La Adrada como recompensa a sus servicios a la corona. Levantado en sillería y mampostería de granito, después de una espléndida restauración el castillo muestra hoy sus orgullosas torres, así como la casa del alcaide y el puente levadizo. También un bello patio renacentista y una iglesia de tres naves, ya que fue construido más para la caza y la vida palaciega que para la defensa.

De mediados del siglo XVI es la iglesia de El Salvador, levantada bajo la dirección de Pedro de Tolosa, el cantero de El Escorial. Aunque se terminó de construir ya entrado el siglo XVIII. En su interior destaca el gran retablo churrigueresco de la capilla mayor, con las figuras de El Salvador y San Blas. En el Parque de la Nava se localiza la Ermita de la Yedra, también del XVI, levantada sobre otra anterior para acoger a la patrona, la Virgen de la Yedra, cuya leyenda vincula esta imagen con la Abadía de Burgohondo. Antes que ermita, seguramente fue éste el segundo templo principal de la villa, después de la iglesia del castillo.

La Plaza Mayor, punto de encuentro secular de los vecinos de La Adrada, es el lugar perfecto para disfrutar del rico patrimonio de la villa recorriendo sus calles principales. En la calle de la Feria se localiza la Casa del Tío Talis, un espléndido ejemplo de arquitectura popular construido en piedra natural y teja cerámica, con dos plantas y buhardilla. Y la calle Larga luce una magnífica colección de casas blasonadas, lo mismo que alrededor de la Escalerilla, al abrigo del castillo. En la propia plaza se encuentra el edificio del Ayuntamiento, de finales del siglo XVIII, con su balcón de piedra y su Torre del Reloj, rematada en campanario, así como la Casa de los Jerónimos, del siglo XVI, y una fuente del XIX.

El patrimonio popular de La Adrada se complementa con algunas casas muy conocidas de la villa, como la Taberna Museo, antes casa del Tío Pedrón, o el antiguo comercio de la Tía Piedad. Y el patrimonio artístico, con dos ilustres vecinos nacidos de la mano de Luis Arencibia: el Gato, en hierro fundido, y la Niña de La Adrada, en bronce. Un disfrute que sin duda se puede complementar con más patrimonio pétreo, en busca de los puentes de la ciudad, que no son pocos: Puente Mosquea, Puente Chico, Puente Nuevo y el Martinete. De origen romano, Puente Mocha sirvió de comunicación entre padre e hijo cuando Carlos V estaba en Yuste y Felipe II en El Escorial. La historia, también de puente a puente.

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