Francisco Igea, Alfonso Fernández Mañueco y Verónica Casado, en una rueda de prensa telemática, con la sala de prensa de la Junta desierta. Ical-Junta de Castilla y León
Especial cinco años de la pandemia

La política y el vértigo de enfrentarse a un enemigo desconocido y letal

Quienes estuvieron al frente de la pandemia asumieron decisiones difíciles en un momento en el que el virus era una incógnita: incluso la ciencia erraba en el modo en el que se contagiaba

Antonio G. Encinas

Valladolid

Viernes, 14 de marzo 2025, 08:40

Verónica Casado era médico de familia. La mejor del mundo, decía el título que le concedieron. ¿Qué es lo que no era? Política. Y hoy, cinco años después de que estallara aquella crisis, no solo ha olvidado por completo la política, sino que tampoco ejerce ya como médico. Jubilada, sus lágrimas al recordar a los sanitarios fallecidos en una comisión en las Cortes fueron una de las imágenes de la pandemia. «A Marisol Sacristán, celadora en el hospital general de Segovia... Cuánto lo siento». Casado ejerció aquellos días como médico-política o viceversa, con ruedas de prensa diarias en las que una y otra vez recomendaba «higiene de manos, distancia de seguridad», o el uso de la mascarilla cuando las autoridades sanitarias, al principio reacias, decidieron que eran un modoeficaz de protección.

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Verónica Casado rompe a llorar al recordar, el 27 de abril de 2020, a los sanitarios fallecidos entonces por la pandemia. Ical

Los políticos castellanos y leoneses que se vieron en la tesitura de afrontar una situación única, desconocida. Hoy, alguno de ellos ni siquiera quiere ponerse a recordar lo que aquello supuso. Como les ocurre a muchos ciudadanos, revivir el drama puede desatar muchos recuerdos complicados. Decisiones difíciles, cifras de contagiados y fallecidos que nunca amainaban, amenazas de olas, confinamientos. Desde entonces, y no hace tanto, la situación política en la comunidad ha cambiado mucho. Alfonso Fernández Mañueco continúa al frente de la Junta, pero en este tiempo ganó unas elecciones pese a dejarse 50.000 votos en la gatera. Cambió a un socio como Ciudadanos, impertinente puertas adentro pero leal puertas afuera, por un Vox imprevisible que ha roto el matrimonio de conveniencia para evitar un naufragio demoscópico.

A su lado ha crecido la relevancia de Isabel Blanco, que era la consejera de Familia y que hoy combina el cargo con la Vicepresidencia. Es la tercera en menos de seis años de Gobierno. Blanco, justo un día después de las lágrimas de su compañera, también compareció en la comisión. Pidió perdón por los posibles errores. Que, claro está, los hubo. Hasta los científicos los cometieron. Solo hay que recordar que durante mucho tiempo se pensó que el contagio se producía por gotículas y no por aerosoles.

Antes de ella y de Juan García-Gallardo la vicepresidencia de la Junta fue para Francisco Igea. Entonces en Ciudadanos, hoy sin partido y apoyo de una formación de nuevo cuño, Izquierda Española. Fue la cara de la gestión de la pandemia en muchos momentos, como Verónica Casado, y hoy es un azote unipersonal de sus excompañeros de Gobierno en el hemiciclo de las Cortes. De su etapa en la Junta ya no queda ni el partido, reducido a un puñado de militantes en toda España. «Es verdad que no fuimos muy populares. Somos los tipos que en los momentos más duros de nuestra comunidad hicimos lo que debíamos», decía cuando comenzó la campaña electoral anticipada de 2022.

Javier Izquierdo, entonces delegado del Gobierno, es ahora un hombre fuerte en Ferraz y senador del PSOE. Cuando comenzaron las disputas por los suministros, ya fueran respiradores, mascarillas, equipos de protección o vacunas, era el que confrontaba la versión del Ejecutivo central con las quejas de la Junta de Castilla y León. Y tuvo el encargo de defender las aportaciones económicas del Gobierno cuando comenzaron las batallas por el relato político.

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En la misma comparecencia en la que Verónica Casado bebía agua para pasar el trago emocional al recordar a las víctimas, la médico-política admitía: «A día de hoy las certezas son pocas y muchas las dudas: a partir de aquí tenemos un panorama con numerosas incertidumbres». A su derecha se sentaba quien hoy ostenta su puesto, el consejero Alejandro Vázquez (PP). Añadía Casado, aquel 27 de abril de 2020, cuando la tragedia cabalgaba desbocada: «Existen dudas sobre fechas ciertas en las que podamos volver a pasear por nuestras calles con nuestra familia, en las que podamos visitar a otros familiares o amigos en sus casas o compartir una comida en un restaurante». Hoy, cinco años después, esa vieja normalidad que entonces era un sueño es una realidad. La ciencia lo hizo posible.

Tensión en la gestión municipal

Para Óscar Puente fue difícil. El entonces alcalde de la ciudad se encontró con una situación «impensable» en aquel momento, pero a la que había que hacer frente con urgencia en una capital con 300.000 almas. «Mi recuerdo de la Plaza Mayor vacía y en silencio es imborrable. Cuando acudía a mi despacho a trabajar no podía evitar asomarme a verla. Nunca creí que llegaría a vivir algo así. Y espero que nunca tengamos que volver a vivirlo», comenta como primera sensación personal.

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De la gestión municipal recuerda la «tensión» que vivieron él y su equipo. «Sobre todo por el desconocimiento, no sabíamos cómo actuar, fregábamos el suelo con un tractor que nos dejó una empresa y luego con el tiempo supimos que no valía para nada. Y también recuerdo los nervios de la gente cuando ya se empezaba a poder hacer algo, lo que generaba incidentes ante los que había que actuar», rememora.

Pero hay que sobreponerse a la adversidad y no se le olvida al exalcalde y ahora ministro aquellos pasos hacia la normalización que ayudaron a todos a superar un miedo que atenazaba. «Fue importante organizar los primeros eventos sorteando la pandemia, como por ejemplo el concurso de pinchos, que fue el primero que se hizo con pruebas PCR en España», apunta.

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Pasados cinco años, Óscar Puente ha pasado página y asegura convencido que no cree que la pandemia nos haya hecho más fuertes. «Nos afectó de manera muy importante a nuestros modos de vida. Desde entonces no somos los mismos, creo que hay mucha más tensión, a todos nos afectó a todos psicológicamente aquella etapa y rompió unos años en los que había muy buen ambiente, buen clima», reflexiona poniendo su mirada de manera concreta en los jóvenes, que sufrieron con especial virulencia los encierros, la desconexión física con sus iguales y las restricciones en su ocio.

En Palencia, su entonces alcalde, Mario Simón, de Ciudadanos, recuerda casi dos años «terribles en todos los sentidos. Fue una odiosa realidad que combinó el miedo inicial provocado por las primeras olas e incidencias tan elevadas, pasando por las restricciones y siempre con el estrés de peticiones, organización de centros para cribados primero, y 'vacunódromos' después, pero siempre con la sensación de que hacía falta más y no poder hacer más. Por suerte ya todo pasó y lo único que no se puede olvidar es a quienes por desgracia nos dejaron, y fueron demasiados», señala.

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Ángeles Armisén, presidenta de la Diputación de Palencia, destaca que su primer recuerdo «es de mucha responsabilidad ante la incertidumbre y de estar a la altura de lo que muchos ciudadanos esperaban del apoyo de las administraciones públicas. Financiamos limpieza de cuarteles de guardias civiles y sufragamos hoteles para los médicos del Hospital Río Carrión que no podían volver a su casa después de atender a los pacientes. Hubo un compromiso total por ayudar, por salvar vidas y como lo público tenía que estar ahí, la Diputación de Palencia tenía que estar ahí», rememora.

En Segovia, su entonces alcaldesa, Clara Luquero, recuerda una tarde en las escaleras de su casa «en la que rompí a llorar yo sola de la impotencia». Rememorar aquellos días, cinco años después, todavía quiebra su voz, sobre todo al pensar en las personas mayores que fallecieron o que vivieron el confinamiento aisladas.

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Miguel Ángel de Vicente, presidente de la Diputación de Segovia, recuerda un viaje en Ave a comienzos de marzo en el que «medio vagón iba tosiendo». Ahí empezó a darse cuenta de la magnitud de las semanas que se avecinaban. Aunque ninguna imagen tan impactante como el trayecto diario entre Segovia y su pueblo, Collado Hermoso. «Tan solo te cruzabas con ambulancias y coches fúnebres».

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