Minucioso en el manejo de la cámara fotográfica, lo es aún más en su estudio, ante el lienzo, cuando replica, concienzudo con el pincel, detalles de una avenida de Nueva York o del Paseo del Príncipe del Campo Grande de su ciudad. La atención al detalle es irrenunciable para Luis Pérez (Valladolid, 1978), con clientes particulares y galerías que le piden obra desde Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Suiza... y por supuesto, España. Mantiene la querencia por un hiperrealismo ya premonitorio en sus primeros dibujos de ambiente de cafés y estaciones que de joven colgaba en las paredes del Café Teatro o La Tertulia. Luego vendrían retratos de actrices y actores de Hollywood, como uno que no olvida de Greta Garbo. «Tuve cierto éxito, vendía lo que hacía, se me daba bien, la gente me preguntaba por qué no me dedicaba de lleno a pintar», recuerda de su época como estudiante de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid. Ya entonces tenía claro que no se dedicaría a la docencia, así que la salida natural era pintar y pintar, lo que más le llenaba y con lo que se sentía a gusto.
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Un viaje a Londres con su novia de entonces y hoy su esposa le llevó a afincarse allí durante cuatro años, entre 2004 y 2008, un paréntesis «inolvidable» que asentó en él ciertas convicciones pictóricas. Entre ellas, ese aire hiperrealista plasmado en acrílico sobre lienzo que sedujo a algunos galeristas londinenses que le solicitaban sus creaciones cada vez con mayor frecuencia.
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«Tenía 24 años y aquella ciudad me fascinó; pintaba cuadros que después me compraban clientes de unas galerías, me pagaban dinero y me pedían más, así que empecé a dedicar todo mi tiempo a pintar». Tanto le marcó aquella época que sigue pintando sobre una mesa, en horizontal, «porque el estudio donde vivíamos era pequeñín, sin espacio para un caballete, así que solo recurro a esta estructura cuando tengo que pintar un lienzo grande, y me resulta incomodísimo».
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Los cuatro años de vivencias londinenses fueron suficientes para que la nostalgia cuajara en el retorno con su pareja a Valladolid, donde reside actualmente y sigue trabajando para galerías y atendiendo a encargos de particulares nacionales e internacionales, así como exposiciones. «En 2012 fue elegido para participar en un taller del programa municipal CreArt impartido por Antonio López en el Museo Patio Herreriano. De aquella experiencia recuerda al artista manchego como «un hombre muy zen, calmado, siempre queriendo enseñar y transmitir cosas». Aunque ambos militan en el hiperrealismo, recuerda con una sonrisa la «lucha» que tuvieron ambos: «Él es de pintar al natural, así que me pedía que acudiera al lugar cuya escena iba a captar, pero a mí me gusta lo contrario, trabajar primero con la fotografía y luego plasmarlo en el estudio».
La sensación de que cada objeto está en su sitio impera en el espacio en el que pasa sus horas el artista vallisoletano, entre pinceles y un centenar de tubos de pintura perfectamente alineados dentro de una caja, a la vista y a mano, para no perder tiempo en caóticas búsquedas. Se intuye que esta sensación de armonía fluye después por contagio por sus lienzos, cuando hermana proporciones, estructuras y composiciones rectilíneas. Y el detalle. Siempre pendiente del matiz más recóndito de las escenas que traslada de sus fotografías al cuadro.
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¿Qué responde a quien cuestiona al hiperrrealismo por copiar la realidad cuando ya existe la fotografía? «Para mí lo bonito es la fase de creación, no solo el resultado final del cuadro, sino el proyecto previo de ir a hacer las fotos, jugar con ellas.... al final son muchos los parámetros que influyen en la captación de una escena. Y hay muchas decisiones que tienes que ir tomando a medida que avanzas en la creación. Y un cuadro, vale, es equiparable en cierto modo a una fotografía, pero jugamos con muchas exposiciones y una gama de opciones que no manejamos en la fotografía.Lo que pintamos puede parecerse al resultado de una foto pero no pretendemos hacer una foto», dice quien cuenta entre sus inspiraciones a Mark Rothko –«que no es precisamente realista»– y también a Edward Hopper y a Richard Estes.
Mientras habla, sigue extrayendo Luis Pérez detalles de su última creación en un estudio de paredes blancas, bañadas por una luz matinal que entra por un ventanal con vistas a una masa boscosa de árboles de un jardín en trance de mutar el verde por el anaranjado otoñal. Es aquí donde haya sosiego para captar la esencia de las imágenes que ha tomado con su cámara fotográfica. En escenas urbanas de las calles de Nueva York es donde más han reincidido sus pinceles. «Es la ciudad que más he pintado y donde más me reclaman cosas en España, quizás por ser el lugar al que mucha gente quiere viajar o conocer alguna vez por la influencia del cine y todo lo que identificamos por familiaridad. También he pintado mucho de San Francisco y Chicago».
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A su estancia en Londres debe su pasión por pintar automóviles, «un objeto en sí de diseño; al llevarlos a un lienzo puedes analizarlos de muchas maneras, dan mucho juego», anota este artista en cuyo salón cuelgan dos ejemplares de su hacer con la paleta y el pincel. Uno de ellosrepresenta la Casa de la Cascada, emblemático edificio diseñado por el arquitecto estadounidense Frank L. Wrigth. «Me encanta la arquitectura, y esta casa en concreto me transmite calma, es una maravilla», cuenta quien se confiesa también atraído por la cultura y el arte japonés.
Otro de los cuadros que lleva su firma en un extremo del salón de su casa en Simancas muestra una calle de Nueva York repleta de nieve. Porque las escenas de nevadas son un clásico entre su clientela. «Me piden muchos cuadros de nieve, una de las especialidades que me identifica; a mí no me gusta la nieve real, pero visualmente es muy atractiva, a un pintor le ofrece texturas y luminosidades que dan mucho juego».
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Sigue cavilando este creador autodidacta futuros espacios que atrapar, primero en fotografías, después con el pincel. Protagonista estelar será el río Duero, desde su nacimiento en los sorianos Picos de Urbión hasta su desembocadura en Oporto. «Tengo ya un montón de fotos tomadas en varios lugares con diferentes luces, ambientes y perspectivas; se me ocurren tantas cosas... pero me falta tiempo para pintarlas». Después, le aguarda una serie sobre vistantes de museos observando obras icónicas de otros artistas.
Galerías, coleccionistas y amantes de la pintura en España, Reino Unido, Francia, Italia, Suiza, Estados Unidos, Australia, Canadá, México y Japón, entre otros países, tienen obra de Luis Pérez, vallisoletano de 46 años. Formado en Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, comenzó en 2001 mostrando sus dibujos de ambientes de cafés en bares de su ciudad. Cuatro años de estancia en Londres le valieron para trabar contacto con galeristas a quienes vendía su obra en lienzo sobre acrílico, principalmente paisajes urbanos. A su vuelta a Valladolid se dedicó de lleno a la pintura hiperrealista. En 2012 realizó un taller con Antonio López dentro del programa municipal CreArt. Ha participado en exposiciones nacionales e internacionales de la mano de galerías en las que ha popularizado las escenas de calles de Nueva York, Chicago, San Francisco, Londres o París. En noviembre abrirá un local temporalmente en la calle Miguel Íscar con la idea de exhibir y vender su obra. Incluirá retratos, paisajes naturales y urbanos.
Como parte de la celebración por su 170 aniversario, El Norte de Castilla distribuye junto con el periódico de este 25 de octubre un libro especial de 256 páginas que, bajo el título de '170 años caminando juntos', incluye un recorrido por la trayectoria del diario, así como reportajes –históricos y actuales–, artículos de opinión y alguna sorpresa más. Entre todas esas piezas, que se publicarán además en la página web del diario decano de la prensa se encuentra esta que estás leyendo y que explica el proceso creativo de Luis Pérez.
El libro repasa además, de la mano de Enrique Berzal, la historia menos conocida de Valladolid a través de 45 reportajes que evocan acontecimientos significativos y personajes singulares del siglo XIX y primeros años del XX. Los artículos reflejan la modernización de la ciudad a través de hitos como la llegada del ferrocarril, los mercados de hierro, los tranvías, el alcantarillado y la luz eléctrica.
De gran formato, el tomo recoge también las historias de jóvenes que cuentan su experiencia en una comunidad autónoma en la que tradición y modernidad se dan la mano. Son personas que rechazan dejar su tierra y encarnan el futuro de Castilla y León.
Setenta portadas de El Norte –seleccionadas por Hismedia, el grupo de investigación de historia y medios de comunicación de la UVA, y Carlos Aganzo– sirven de ejemplo para recordar cómo abordó el diario algunos de los acontecimientos más importantes de los que ha sido testigo. El especial cuenta también con medio centenar de artículos de opinión de autoridades y personalidades de la comunidad, así como de los articulistas del periódico.
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