Zamora
Del siglo XIX a la democracia: un paseo por las aulas de la escuela pública españolaEl Museo Pedagógico de Zamora recrea con detalle la evolución del interior de los colegios en un viaje en el tiempo a través de la educación.
Óscar F. Civieta
Domingo, 11 de mayo 2025, 12:06
Es imposible no imaginarse a los niños y las niñas de la época, escuchando con atención y máximo respeto al maestro. Sobre las mesas no hay pinturas, ni bolígrafos, ni juegos. Eso llegará más adelante en este viaje secular que propone el Museo Pedagógico de Zamora, que muestra cinco aulas de la escuela pública, desde el siglo XIX hasta la democracia, que dibujan, con impactante exactitud, la historia de España desde el punto de vista de una de las áreas capitales para lograr una sociedad más justa e igualitaria: la educación.
El centro, situado en el espacio que antes ocupaban los Laboratorios Municipales –en los jardines del Castillo de la capital zamorana–, se inauguró el pasado 24 de marzo con una inversión que ronda los 600.000 euros. María Eugenia Cabezas, concejala de Cultura, lo califica como «un museíto pequeño en tamaño, pero muy rico en contenido».
Y eso es gracias al verdadero protagonista, el ideólogo de este lugar, que epata al visitante desde el primer momento. Bienvenido Martín Fraile, actualmente profesor en la Universidad de Salamanca, quien, durante más de veinte años, dio clases en la Escuela de Magisterio del zamorano Campus de Viriato.
Allí, recuerda, surgió en 2003 esta idea de recoger vestigios de las aulas escolares a lo largo de los siglos. «En un principio lo hacía para enseñar a mis alumnos de Magisterio, de una manera gráfica y motivadora, la historia de la educación», asegura. Pero llegó un momento en el que ya tenía suficiente material para recrear la escuela en época franquista y lo hizo en un espacio que le dejaron en Magisterio. «La gente lo veía y me preguntaba que por qué tenía ese tesoro escondido, que debería estar abierto al público. Lo comenté por primera vez con el Ayuntamiento de Zamora en 2015, y, aunque ha sido lento, aquí está».
De finales del XIX a principios del XX

Recorrer con Bienvenido Martín este museo es un auténtico lujo. Por el conocimiento, las anécdotas y la pasión que emana. Sobre la mesa de los pupitres del aula del siglo XIX se ven pizarrines, plumas, cuadernos y algún libro. Una pizarra al fondo y una bola del mundo sobre la mesa. El crucifijo presidiendo.
Es un ambiente oscuro, lóbrego. «Era una escuela pobre, con muy pocos recursos», enfatiza el profesor, «con un solo maestro o maestra, ratios enormes y mucho absentismo, puesto que los niños tenían que ayudar en el campo y las niñas en casa». En esta época «se les daban conocimientos básicos: escribir, contar, leer. También nociones de moral y religión. Era una escuela con resultados pobres y mucho analfabetismo».
La II República

En apenas cinco pasos, recorres decenas de años. El aula de la II República impresiona a primera vista dentro de una tónica de cuasi perfección en la reproducción de lo que fue la clase de esta época.
El creador del Museo subraya que la escuela primaria en España siempre ha sido muy pobre, y los pocos recursos que había se mantenían. Por eso, sobre los pupitres de las clases en la II República sigue habiendo pizarrines, plumas y cuadernos.
Pero eso no quiere decir que no se produjera un cambio, aclara, ya que «la II República apostó mucho por la escuela, una escuela laica (desaparece el crucifijo) en la que se hizo hincapié en la formación de los maestros». Se produce un «giro tremendo», destaca, y empiezan a aparecer mapas y láminas que permiten la enseñanza a través de la visión.
Las aulas en el franquismo
Las piezas, explica Martín, han salido de diferentes lugares, «sobre todo, de la parte occidental, las hay de Orense, León, Zamora, Cáceres, Badajoz, Ávila...». Algunas son suyas, otras las encontró en escuelas abandonadas que iban a cerrar o que todavía estaban en funcionamiento. También a través de amigos, maestros, que sabían de su afición. Incluso alguna la compró en los rastros de Madrid o Salamanca.
Así consiguió material suficiente para recrear las cinco aulas, pero todo empezó con la de la época franquista, que fue la primera que tuvo completa. En esta vuelve el crucifijo: «Cristo es el maestro celestial del que debe aprender el maestro terrenal», comenta el profesor; y el dictador está muy presente al lado de la pizarra, junto a José Antonio Primo de Rivera.
«Es la escuela del nacional catolicismo, patria y religión son el binomio que decora la clase, y lo que va a conducir los contenidos que hay que aprender». Al fondo, en una lámina, hay una referencia a lo que se denominaban «las grandes gestas de la historia de España»: la expulsión de los árabes, la Reconquista, el Descubrimiento de América, la colonización, la guerra contra los franceses. «Había que ensalzar el Imperio», indica.
El tardofranquismo

Lo anterior, que se regía bajo las normas de la conocida como Ley Moyano, llega hasta 1970. Después, llega un segundo modelo escolar, al albur de la Ley General de Educación. Todavía con Franco vivo, va apareciendo el color. Sobre los pupitres, ya individuales, hay pinturas. «Es una escuela con muchos más materiales, más recursos, es la escuela de la EGB». Algunos de esos materiales son del propio Bienvenido, que muestra risueño la que fue su cartera y su carpeta.
Es una enseñanza, comenta, «que nos introduce ya en la Europa Occidental y en la España industrial, que había abandonado la España agrícola».
Duraría hasta 1978, cuando se aprobó la Constitución Española, y, por tanto, todas las leyes hubieron de ser adaptadas. También las educativas.
Aula de la Democracia

En 1990 llega la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) y se entra en la escuela de la democracia. Juegos, colores, mesas verdes de diferentes tamaños y hasta una pizarra digital.
«Hemos conseguido una escuela de calidad y de equidad, y Castilla y León destaca especialmente en este aspecto, como lo demuestran los informes PISA», recuerda el artífice de este maravilloso viaje, que llega ya a su fin. Media hora para ir del pasado al presente. Un pasillo que funciona como pasarela hacia una experiencia inmersiva asombrosa.
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