Vuelve a repetirse el trágico escenario de incertidumbre, miedo, nerviosismo y caos inicial que se vivió hace un mes en Zamora. Aquel incendio arrasó más de 31.000 hectáreas en la Sierra de la Culebra y apenas una semanas después 2.700 personas personas viven ... la misma pesadilla y vuelven a protagonizar una triste realidad, la que les ha obligado a salir precipitadamente de sus casas sin mirar atrás por el incendio que afecta de nuevo a la sierra zamorana y amenaza con devorar sus naves, sus negocios, su ganado, sus tierras; su vida.
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El recinto ferial Ifeza se ha convertido en epicentro y lugar de destino para cientos de evacuados que llegan con lo puesto, cansados, asustados, algunos ausentes y la mayoría sin ganas de hablar. Las temperaturas asfixiantes se alivian dentro del recinto acondicionado con camas, donde se prepara avituallamiento y se dispone de aire acondicionado y distintas zonas de descanso, aunque, «por orden de la Junta de Castilla y León» los medios de comunicación tienen la entrada prohibida para captar cualquier imagen o recoger testimonios de las personas que han tenido que dejarlo todo para ponerse a salvo del humo y de las llamas.
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Los voluntarios de Cruz Roja, muchos llevan sin dormir desde ayer, ayudan sin parar para tratar de poner orden en el caos que se va restableciendo con el paso de las horas. También efectivos de Protección Civil, de Policía Municipal y de Guarda Civil atienden sin parar a las personas que necesitan apoyo o asistencia.
En su mayoría son personas mayores, las que viven en los 14 pueblos desalojados por el avance de las llamas que se han cobrado la vida de dos personas, un brigadista y un pastor, en un voraz incendio al que se suman temperaturas y condiciones climáticas extremas cuya evolución no invita al optimismo.
«Lo importante no es nuestro nombre, lo importante es que hemos venido aquí para apoyar a nuestros vecinos de Escober de Tábara, para ver si necesitan algo, porque muchas personas son ancianos que no saben qué hacer», explica un matrimonio de mediana edad vecinos de la localidad a la salida del recinto ferial. Conocían al pastor que ha perdido la vida en el incendio. «Allí nos conocemos todos. Es un drama lo que está pasando, no hay palabras que lo describan, de verdad. Muchas personas mayores llegan en estado de shock y tienen miedo a perderlo todo», comentan sin tan siquiera pararse unos segundos. Se van a Zamora donde tienen casa.
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El trasiego de personas que llegan hasta Ifeza es un no parar. Muchos lo hacen por su propio pie con niños pequeños que preguntan ajenos a la realidad. «¿A dónde vamos?», mientras sus padres contestan forzando una sonrisa «vamos a pasar un día aquí fresquitos». Otros necesitan de la ayuda de personal de Cruz Roja, son mayores y no lo entienden, hay quienes ni siquiera quieren entrar a Ifeza porque piensan que es una residencia donde le han a dejar.
Es la triste realidad de una pesadilla que deja a muchas personas desorientadas y en estado de shock.
En otro coche se repite el protocolo de cariño y buena atención de los voluntarios de Cruz Roja. «Abrázame por el cuello como si fueras mi novia», le dice cariñosamente una voluntaria para ayudar a bajar del vehículo a Carolina Panizo, una mujer anciana de 81 años. Llega en silla de ruedas y acompañada por su yerno desde Morales de Valverde y ha sido trasladada a una de las tres residencias donde la Junta ha habilitado unas 80 plazas para las personas que necesitan mayores cuidados. «No salen las palabras de lo que estamos viviendo», explica Luis de Prada que no se separa de su suegra y nos pide que entendamos «que no son momentos ni hay tiempo para hablar», con evidente preocupación por un situación como la que están viviendo.
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Alejandro Hernández responsable de Cruz Roja Zamora atiende a los medios a las puertas de Ifeza para informar del protocolo activado sobre el que están trabajando. «Nos estamos preparando para poder acoger entre 400-600 personas a lo largo del día, aunque esperamos que no sean tantos», informa Hernández. En estos momentos hay 300 personas entre el albergue de Carbajales de Alba e Ifeza «y la mayoría de la población que está llegando son personas de avanzada edad, que en estos casos supone una dificultad añadida».
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Las sillas y las mesas se recogen para instalar más camas porque la jornada en Ifeza se antoja larga. Decenas de efectivos trabajan sobre la marcha mientras sigue llegando gente portando las pocas pertenencias que han podido coger. Muchos de los voluntarios llevan sin dormir desde ayer, cuando fueron avisados y no descansan porque hay mucho trabajo por hacer. Acondicionan una zona de descanso, donde casi nadie duerme y donde la mayoría miran al suelo cabizbajos y sin apenas entablar conversación. Todos esperan noticias del avance de las llamas y muchos coinciden a las puertas de Ifeza «es todo muy confuso de momento vamos a intentar calmarnos pero la situación pinta muy mal», confiesan abatidos.
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