El amplio pabellón acristalado del recinto ferial de Ifeza se ha convertido en improvisado hogar para unas 350 personas de decenas de localidades zamoranas evacuadas por el incendio forestal de Losacio. Sorprende la resiliencia, esa palabra tan de moda, de las personas que han ... tenido que dejarlo todo, sin mirar atrás para escapar de un voraz fuego que avanza a una velocidad jamás vista. Han dormido y descansado muy poco, pero no se quejan, sino que solo tienen buenas palabras para destacar la «exquisita labor» de los que les están cuidando.
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«Si Dios quiere, esperamos que esta tarde podamos volver. ¿Está todo bien allí, verdad?», pregunta una anciana de 85 años, Máxima Mateos, en referencia a su pueblo Melgar de Tera. Esa es la única y principal preocupación que ronda en las cabezas de todos. Tratan de mantenerse optimistas y de sobrellevar como pueden una experiencia que, tal y como explica el servicio de psicólogos del Servicio de Emergencias de Castilla y León, «les resulta traumática».
«De dormir ni hablamos», dice Máxima cuando se le pregunta si ha descansado algo. Sus vecinas de Melgar y Pumarejo asienten con la cabeza porque han dormido apenas unas horas. Tras el desayuno, el ir y venir de los evacuados es constante, paseos por los pasillos improvisados entre multitud de camas plegables, corrillos para charlar y matar el tiempo y a las puertas, hoy que las temperaturas dan un pequeña tregua, se suceden las llamadas de teléfono, los pequeños paseos y los incisos para el cigarrillo.
Testimonios del incendio
Por megafonía se escucha un escueto mensaje: «Las condiciones del fuego han mejorado, pero se mantiene la restricción en todos los pueblos. Muchas gracias». Aunque corta, la información «tranquiliza» algo a las personas que habitan en el pabellón desde el lunes. «Hombre, ya era hora de que nos dijeran algo, aunque han dicho que no se puede volver, por lo menos han dicho unas palabras», comenta Francisco Marais el vecino de Tábara que hablaba este lunes con El Norte de Castilla para pedir «más información sobre la situación y el avance del incendio y el estado de los pueblos». Ha podido descansar, aunque repite la misma respuesta que todos. «No como en mi cama ni como en mi casa, pero qué le vamos a hacer».
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A lo largo y ancho del pabellón tratan de matar el tiempo como pueden para esperar la noticia que todos ansían. «Que podamos volver cuanto antes a ver cómo ha quedado todo», dice Esmeralda Rodríguez, de Friera de Valverde. Esta vecina de 70 años está acompañada desde anoche por sus hermanos, sus primos y otros vecinos del pueblo. «Aquí estamos los mayores, porque los jóvenes quedaron en los pueblos haciendo cortafuegos». Entonces, con un sonrisa, cuenta que «daba impresión cómo desde las casas se veían las llamas y el humo». Aunque de momento no les dejen volver Esmeralda tiene la esperanza de que sea esta tarde. «Tengo tantas ganas de que termine, Dios mío...», dice mientras se lleva la mano a la frente.
La capacidad de aguante de las personas mayores que habitan desde el lunes en Ifeza, su actitud y comportamiento, siempre con buenas palabras para «los que nos están cuidando», es digna de admirar.
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Muchos no quieren hablar y se muestran silenciosos, reflexivos. Otros matan el tiempo en los corrillos o jugando a la brisca. Grupos de voluntarios del Consejo Local de la Juventud de Zamora juegan con los pocos niños que hay en Ifeza. Ahí encontramos a Pilar Álvarez, la vecina de Santa Croya de Tera, que llegaba ayer a Ifeza con «su tropa». Sus cuatro nietos, César, Martín, Alejandro y Julia -de cinco a doce años- y una pequeña amiga de la familia, Valentina. Su rostro denota el cansancio de quien es consciente de la trágica situación que viven los pueblos de Zamora cuyo entorno ha quedado arrasado en dos devastadores incendios en menos de un mes. «Estamos bien», dice con calma, mientras no quita ojo de dos de sus nietos, que corren alegres por el pabellón.
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Mientras tanto, los voluntarios de Cruz Roja, los jóvenes del Consejo Local de Juventud de Zamora, Protección Civil y Policía Municipal se vuelcan con las personas que han tenido que dejar sus casas. Se preocupan por ellos para que se mantengan hidratados, lleven al día la medicación y hagan todas las comidas. Lo que más les reconforta son las conversaciones que entablan con ellos, para que olviden por un rato lo que están viviendo, víctimas de un fuego que se ha cobrado la vida de dos personas, ha dejado heridas a 14 y ha obligado a desplazarse a otras 5.800 de 34 localidades que han tenido que ser evacuadas. «Esperamos que ni una más», finaliza Esmeralda antes de seguir hablando con sus familiares y vecinos en uno de los corrillos de Ifeza.
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