Daniel Gullón en una fotografía de 2015. el norte
Perfil

El brigadista fallecido: un apasionado de la bici y la huerta que anhelaba jubilarse

Compañeros y vecinos de Ferreras de Abajo recuerdan a Daniel Gullón, peón manguerista y padre de dos hijas que murió en el fuego de Losacio

Jesús Bombín

Valladolid

Lunes, 18 de julio 2022, 20:43

Con un hombro dañado, camino del hospital en Benavente, Pilar Blanco llora mientras conduce. Viene del operativo que se bate contra el fuego en la zona de Carballeda y no deja de pensar en Daniel Gullón, el peón manguerista que el domingo por la tarde ... murió rodeado por las llamas cuando combatía el incendio en el entorno de la localidad zamorana de Losacio. Era un brigadista entre los más de 400 miembros de los operativos contra el fuego que cada verano se movilizan en la provincia. Le conocía Pilar Blanco desde hace cinco años, «cuando comenzó conmigo en las cuadrillas en Alcañices y Aliste; estuvimos viéndonos muchos días durante diez horas, trabajando juntos».

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La última refriega contra el humo en la que se vieron tuvo lugar hace apenas unos días en San Pedro de Ceque, otro de tantos territorios zamoranos asolados este fatídico verano. Pilar conducía un camión cisterna (carroceta) y se cruzó con Daniel en el monte. «Él salía de un fuego y yo entraba, así que nos paramos a saludarnos unos segundos. 'Hola Daniel, ¿qué tal, a ver si te jubilas', le dije. 'Es lo que quiero', me respondió. Nada más. Continuamos cada uno a lo nuestro, como cada verano que nos jugamos la vida. Siempre que sales con la carroceta estás con el corazón encogido todo el día, porque una cosa es ver las llamas y el ruido de todo lo que arde en imágenes y otra estar allí pasando miedo con tus compañeros».

En el bar Juventud

La víctima tenía su hogar en Ferreras de Abajo y deja viuda y dos hijas. Algunos vecinos recuerdan que después de pasar varios años trabajando en Suiza decidió retornar a su pueblo, donde se asentó trabajando primero en una fábrica de productos dietéticos y después halló acomodo trabajando seis meses al año como fijo discontinuo en el operativo antincendios de la Junta de Castilla y León. En el bar Juventud, el único de Ferreras de Abajo, Laura Vara, de 36 años, atiende un local en el que paraba habitualmente Daniel Gullón. «Solía venir a diario cuando no trabajaba, le gustaba jugar la partida al tute con el grupo de amigos», cuenta la dueña del local. «Era vecino de mi madre, una buena persona que el resto del año, fuera de la campaña de incendios, se dedicada a su casa y a la huerta». La evocación del vecino fallecido da paso al enfado que, explica Laura Vara, tienen los poco más de cuatrocientos vecinos de la localidad. «Se nos está quemando la poca tierra que nos quedaba y no hay medios, en toda la mañana no ha pasado ningún helicóptero y la carretera N-631 está cortada; esto ya lo hemos vivido hace poco».

Alcalde y amigo del fallecido, Jesús Hernández López constata el ambiente de tristeza en el que ya se hallaba sumido el pueblo y al que se añade «la pérdida de un hombre deportista, le gustaba mucho la bici y era un vecino muy querido entre nosotros». Teme el regidor que el pueblo acabe siendo evacuado por segunda vez en un mes con sus habitantes buscando de nuevo refugio en el polideportivo de Benavente. «Ahora mismo tenemos el fuego encima como una gran amenaza, no sabemos si en minutos tendremos que dejar nuestras casas si no cambia la dirección del viento».

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En bicicleta de madrugada

En la naturaleza que tanto disfrutó halló Daniel la muerte víctima del fuego. Conocido entre los vecinos era su gusto por las salidas de madrugada con la bicicleta tanto como su afición a la huerta, donde pasaba horas entregado a sus cultivos. El viernes de la semana pasada estuvo en uno de los operativos que intervino en la extinción del incendio en Figueruela, y luego en la base de Villardeciervos, donde se le recuerda «bromeando con los más jóvenes de las cuadrillas».

Daniel trabajaba como fijo discontinuo en la campaña de incendios de la Junta de Castilla y León, «unas veces estaba en puestos de cuatro meses y otras de seis», señala Visitación Peral, de UGT Zamora. «Era una persona con experiencia».

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Que quería «con locura a sus hijas y era un amor con ellas» es lo primero que se le viene a la cabeza a Pilar Blanco, camionera que hace años cambió tráiler y el asfalto por la carroceta que estos días lleva agua allá donde el paisaje se convierte en una pira ardiente. Es el primer año que tiene contrato durante nueve meses y nunca había visto tanto abatimiento entre los compañeros. «Uno de ellos lleva desde las tres de la tarde del domingo y acaba de irse a casa ahora; intentamos no llorar cuando estamos entre nosotros para no desmoronarnos más; ver cómo arde esto un día tras otro es un agotamiento, y si muere gente como Daniel es muy difícil seguir». Mientras Pilar conduce camino del hospital de Benavente cuenta que el horizonte que aprecia por encima del parabrisas es humo avanzando sin parar. Y con él arrastra miedo, naturaleza muerta, vidas perdidas y el pavor de tener que abandonar casas, despedirse de paisajes de toda una vida.

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