La Semana Santa de los modestos
Litos, una pedanía zamorana con poco más de cien empadronados, implica a todos los vecinos en la procesión del Cristo de las Angustias, que cumple tres años
Antonio G. Encinas
Viernes, 3 de abril 2015, 00:58
En Litos no se sabe cuántos habitantes hay. Dicen que algo más de cien empadronados, aunque como es una pedanía de Ferreras de Abajo, en Zamora, resulta complicado darlo por cierto. El otro censo, el de la Peña el Pilo, en la que están inscritos todos aquellos que hacen posibles las fiestas de agosto con sus cuotas, rebasa los ochocientos. Y a la puerta del bar de Javi, por la cantidad de coches que se desplazan a diario hasta allí, un visitante despistado podría colegir que se encuentra en un núcleo urbano de primer orden necesitado urgentemente, además, de un 'parking' subterráneo.
Escondido hasta para Google Maps -hay que ampliar mucho el zoom para poder encontrarlo al norte de Tábara-, Litos trata de recuperar y dar brillo a tradiciones que datan de cuando el pueblo tenía más vida. O de incorporar otras nuevas. En los últimos años ha habido incluso cabalgata de Reyes Magos para los tres niños de menos de diez años que viven allí. O Carnaval con concurso de disfraces.
Y desde hace tres años se ha instaurado la procesión del Jueves Santo en honor al Cristo de las Angustias.
Ese día el pueblo se queda a oscuras. Eso, en Zamora, a los pies de la Sierra de la Culebra, significa noche cerrada y cielo cuajado de estrellas. Las casas particulares, el bar, las farolas que alumbran la carretera que cruza el pueblo. Todo apagado. Solo brillan las velas que se han repartido en la iglesia, un edificio moderno que sustituyó a la anterior, reconstruida tras un incendio, en 1970. Velas portadas por los doscientos litenses que toman parte en la procesión. Porque en días así, grandes, los de Litos se agrupan. En este pueblo de emigrantes, primero a Francia, a Alemania, al País Vasco, a Cataluña, ahora allende la crisis, el retorno es cíclico.
El alcalde, Eduardo Alonso, abre la comitiva con los faroles. Él, ganadero, vive en Litos y es el gran impulsor de todo lo que tenga que ver con revivir las costumbres del pueblo. El primer año el desfile fue sin capuchones, pero no faltó la saeta, cantada además por un vecino, curiosamente, llamado Julio Iglesias. El año pasado y este sí ha habido capuchones. Cuatro, los que portan las andas que sostienen al Cristo de las Angustias. Y banda. Un quinteto. Tres vientos, caja y bombo. Y los vecinos cantando en cada parada, aunque en este caso las saetas han dejado paso a estrofas que describen el camino del calvario.
Acabada la procesión, vuelve la luz. Pero eso aquí, en el corazón de Zamora, no impide seguir viendo las estrellas. «Se cogen a puñados», solía decir un vecino cuando las tradiciones que ahora regresan aún no habían emigrado.
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