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La pasión del autor de 'La voz a ti debida' 90 años de un clásico de nuestra literatura La infidelidad del poeta Pedro Salinas: suicidio, dolor y una estudiante norteamericana

El triángulo amoroso entre el poeta Pedro Salinas, su mujer –Margarita Bonmatí– y la joven estudiante norteamericana Katherine Prue Reding dejó tras de sí años de pasión, dolor, cartas incendiarias y la bellísima trilogía poética La voz a ti debida, de la que se cumplen ahora 90 años.

Viernes, 24 de Marzo 2023, 11:37h

Tiempo de lectura: 6 min

Qué de noches me he despertado, a altas horas, alarmado, como si hubiese oído un grito, y era solo mi alma, que se preguntaba anhelosa: '¿Te querrá aún?'. Sensación espantosa de que en aquel momento, sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo, tú estabas empezando a dejar de quererme». Así se expresa el poeta más lírico de la generación de 1927 en una de las emotivas cartas de amor que escribe a su amante, Katherine Prue Reding, angustiado por los cinco meses que llevan separados desde que se inició su relación furtiva, solo conocida por otro poeta, su amigo del alma, Jorge Guillén.

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Triángulo doloroso.Cuando Margarita Bonmatí (a la izquierda) se enteró del romance de su marido, Pedro Salinas, con Katherine Whitmore se intentó suicidar.

Estamos en el Madrid republicano de 1932, nuestro protagonista es un flamante escritor que ha pasado por París y Cambridge, ha obtenido una cátedra, ha traducido a Proust y ha fundado revistas, y cuenta en su haber con dos poemarios, Presagios y Vísperas del gozo. Quince años lleva casado con Margarita Bonmatí; la pareja tiene dos hijos pequeños, Soledad y Jaime.

La amiga americana

Ese verano de 1932, a propuesta del ministro Fernando de los Ríos, se pone en marcha la Universidad Internacional de Verano, en el palacio de la Magdalena de Santander. Y es aquí, entre estas paredes creadas para albergar a principios de siglo a la familia real, donde ocurre la historia de amor entre el profesor y la alumna. Pedro Salinas imparte un curso sobre la generación del 98, y entre el alumnado figura una joven y atractiva estudiante americana que después se convertirá en profesora de Literatura Española en Estados Unidos. Se llama Katherine Prue, es mucho más joven que el poeta; independiente y moderna, trabaja en el Smith College de Massachusetts y ha venido a España para ampliar su formación como docente de Literatura Española.

Fue un flechazo: primer día de clase, ella llegó tarde y él, que era su profesor, quedó prendado

El flechazo es de película: el primer día del curso, ella llega tarde, irrumpe en la sala con la clase iniciada, y él queda prendado. Katherine tiene carisma físico e intelectual, es el contrapunto de Margarita, esposa tradicional, devota de su marido y sus hijos, tal como la quería el poeta: «He soñado siempre con una mujer como tú, recogida y sencilla, que sepa mirar más hacia sí misma que hacia el mundo», le escribía un jovencísimo Pedro Salinas a su novia quince años antes, en pleno noviazgo.

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Exilio. Pedro Salinas, su mujer y sus hijos en Madrid antes de la guerra. En 1936 salieron de España por separado y se encontraron en Estados Unidos.

Caer rendido de amor por Katherine supone para Salinas no solo una nueva aventura, un revivir de los sentidos, significa algo mucho más importante: ahondar en su creatividad, convertir la experiencia amorosa en palabras, un amor nuevo con el que alimentar su poesía. Y lo consigue, Katherine se convierte en la musa, en la inspiración de su gran trilogía del amor, La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento, los tres poemarios escritos entre 1933 y 1937, que lo elevan al Olimpo y lo convierten en el gran poeta amatorio del siglo.

Amor en vilo

Los amantes se separan al finalizar el curso, Salinas se queda en Madrid y Katherine regresa a su país para continuar sus estudios, pero el amor a distancia continúa vigoroso a través de cartas y poemas: «Yo no puedo darte más. / No soy más que lo que soy». No mentía el poeta, de ninguna manera pensaba en abandonar a su mujer, para él era suficiente, «vivir sintiéndose vivido». A pesar de esa convicción, el temor a ser descubierto emerge entre la lírica de sus misivas: «No puedo desprenderme de nada tuyo. Mira, por ejemplo, las cartas. Sería más prudente (perdona esta palabra) que yo no las hubiese dejado en Madrid y que las que reciba aquí las rompiese. Pero no puedo, no. Necesito conservar esta forma, de tu palabra, de tu vida».

Salinas no entendió la ruptura: "Otra, en tu lugar, se habría sentido afortunada", le dijo a Katherine

Al verano siguiente, el amor físico cobra otra vez impulso, Katherine regresa a España y la pareja disfruta de su encuentro, aunque el poeta manifiesta su inquietud: «La realidad empezó a filtrarse por las nubes de nuestro amor en vilo». Un año más tarde, el presagio se confirma. Margarita se entera de la infidelidad de su marido, en un arrebato se derrumba, intenta quitarse la vida y se tira a un río. La tentativa de suicidio es el detonante para que la americana decida poner fin a la relación –el amor en vilo–, como más tarde confesará, genera el sufrimiento de terceros, consecuencias dolorosas que hay que evitar.

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Recogida y sencilla. Así describió Salinas a su novia, Margarita. Se casó con ella a los 24 años (aquí de recién casados) y se mudaron a París.

Margarita opta por poner un paréntesis en su matrimonio, se aleja con sus hijos un tiempo. Katherine regresa a su país y se entrega a su trabajo. La Guerra Civil es la nueva espita que altera la red de las emociones y dificulta la ruptura de los amantes, Salinas se exilia con su familia en Estados Unidos, el matrimonio se ha reconciliado.

Él buscó el reencuentro

Katherine se casa, en 1939, con el profesor Brewer Whitmore y toma su apellido, el matrimonio dura poco y ella enviuda. A pesar de que la ruptura no tiene vuelta atrás, el amor epistolar entre los amantes continúa hasta 1947, pero poco a poco la implacable realidad se cuela por las rendijas. El poeta confiesa: «Vivo más tranquilo, camino por mis días con menos recelo. Pero no olvido que la vida y todas sus grandes cosas son eternas y momentáneas, y que de pronto en un instante podemos quedarnos ciegos en medio de la luz, muertos en medio de la vida, solos en medio del amor».

Algunos estudiosos dicen que Salinas intentó reencontrarse con Katherine en varias ocasiones y lo cierto es que en 1951, en el transcurso de una conferencia en Northampton, se vieron; se cuenta que ella le preguntó si había entendido por qué había roto la relación, «no, la verdad es que no. Otra mujer, en tu lugar, se habría considerado muy afortunada». Él ya estaba enfermo y a los pocos meses falleció, Margarita le seguiría dos años más tarde y Katherine cerraría el círculo veintinueve después.

Antes, aconsejada por Jorge Guillén, entregó a la Biblioteca de Harvard las trescientas cartas que conservaba de Salinas, con la condición de que no se publicaran hasta pasados veinte años. Sin embargo, por un afán de cautela excluyó de este valioso material las cartas que ella le envió, nos ocultó así la mitad de la historia de amor con el poeta que un día le propuso: «Vive conmigo en esa especie de mundo imaginario que vamos a construir con las cartas. Ahí seremos altos y felices».


Soledad Salinas –hija de Pedro Salinas y Margarita Bonmatí– fue una crítica literaria de renombre, casada con el historiador Juan de Marichalar, a ella le debemos la publicación de 104 cartas de las 600 que Salinas escribió a su mujer, Cartas de amor a Margarita (1912-1915). Jaime Salinas, cinco años más joven que su hermana, fue un destacado intelectual y un prolífico editor. Sin embargo, mantuvo una relación compleja con su padre. En sus memorias comenta con Gil de Biedma la relación de Salinas con Katherine Whitmore y la califican de 'ligue de 5 a 7', señalando que una relación más comprometida no habría cuadrado con el carácter acomodaticio de su padre, poco dado a historias que alterasen sus costumbres, «capaz de grandes pasiones siempre y cuando no implicaran tomas de posición».


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