Figura clave de la industria discográfica española, este catalán de 53 años ha estado metido en los 'fregados' musicales más relevantes de las últimas tres décadas, acumulando experiencias y conocimiento del medio al alcance de muy pocos. Presidente de Universal Music en España y Portugal por nueve años, dirige ahora Global Talent Services (GTS), la mayor agencia de representación de artistas latinos. Rodeado de memorabilia musical y arte contemporáneo, recibe a XLSemanal en su despacho para diseccionar el sector, las millonarias emociones que genera, los artistas que han marcado su vida, y su viaje desde una adolescencia punk a la cima de la industria.
XLSemanal. Como marido de la duquesa de Montoro y grande de España, ¿cuál es su tratamiento?
Narcís Rebollo. No estoy muy puesto en esto, pero creo que soy consorte...
XL. Duque consorte y, como esposo de una grande de España, ¿«excelentísimo señor»?
N.R. No sé, no sé; tampoco le doy importancia. Conozco gente con abolengo más humilde y sencilla que muchos que han hecho fortuna hace poco, aunque también es cierto que, al final, hay de todo en todas partes.
XL. ¿Se les enfadó la familia por casarse en Las Vegas, sin avisar?
N.R. Nooo... Bueno, siempre hay quien..., pero no, todo bien.
XL. Bisbal fue su padrino de boda y Rosario en la renovación de votos. ¿Tan amigo es de 'sus' artistas?
N.R. No, no. Tengo una relación cercana con algunos, pero no de amistad o familiar; en lo profesional no debes perder la distancia. Voy a bautizos, bodas, conozco a la familia, pero no estoy en su núcleo duro.
XL. ¿Casarse disfrazado de Elvis era cumplir un viejo sueño?
N.R. Solo fue una ocurrencia que nos pareció divertida e informal. Íbamos todos los años a los Latin Grammys, nos encanta disfrazarnos, nos hizo gracia la idea y lo hicimos.
XL. De niño, ¿soñaba con imitar o ser como algún músico?
N.R. No, aunque toqué la batería en una banda punk. Era malísimo no, lo siguiente [se ríe]. Compraba discos de Patti Smith, Talking Heads, Damned, Ramones; hice mis pinitos en la radio y tuve dos programas: Orinal y Migraña, donde pinchaba punk y heavy, pero no lo veía como modo de vida. Yo iba para psicólogo...
XL. ¿Y cómo se 'torció'?
N.R. Mi novia se fue a Barcelona y me habló de una discográfica, Divucsa, que buscaba gente. Iba a compaginarlo con mis estudios, pero...
XL. ¿Con quién trabajó allí?
N.R. Luis Aguilé, Salomé, José Guardiola, Betty Missiego, Karina; figuras al final de sus carreras que actuaban mucho en televisión. Luego pasé tres años en BMG Ariola, hicimos el primer álbum de Rosario, el último de Antonio, Kiko Veneno… Hasta que me ficharon de Max Music, una compañía de electrónica.
«Los concursantes de 'Gran Hermano' promocionaban nuestras canciones sin saberlo. Creamos unos cuantos 'hits' gracias a ellos»
XL. Y en 1997 arrancó Vale Music, el sello tras Operación Triunfo. ¿Cómo surgió aquel programa?
N.R. En realidad, los programas de búsqueda de talento son antiguos. En España hubo Salto a la fama, Gente joven, el propio Festival de Benidorm… Eran el gran escaparate.
XL. Y, empujado por el éxito del primer Gran Hermano, OT fue el nuevo escaparate, pero en reality...
N.R. Era actualizar la idea con un nuevo formato. OT surge de nuestra colaboración con Gestmusic, la productora de Toni Cruz y José María Mainat, de La Trinca, y el hermano de este, Juan Ramón, con la que, juntos, habíamos inventado el product placement musical.
XL. ¿Eso es colarnos la música sin que seamos conscientes?
N.R. Lo hicimos primero en Crónicas marcianas con unos minutos musicales cada semana, donde machacábamos una canción. Funcionó de maravilla. Y lo aplicamos a Gran Hermano. Toda la música que sonaba en la casa era cien por cien nuestra.
XL. ¿Y los concursantes se la promocionaban sin saberlo?
N.R. Ellos creían que escuchaban la radio con los hits del momento. Los despertábamos con la canción en cuestión y se la poníamos cada dos horas. Al llegar el prime time, todos se la sabían, la cantaban como si fuera un número uno y, con ellos, la audiencia.
XL. ¿De qué canciones hablamos?
N.R. Yo quiero bailar, de Sonia y Selena; No rompas mi corazón, de Coyote Dax; La bomba, de King África. Pusimos de moda el line dance, con los sombreros y demás… Así se lanzaron esas canciones.
XL. ¿El atractivo de OT, entonces, era crear un vehículo de promoción que, además, le permitiera seleccionar talento gratis?
N.R. Fue una idea brillante. Cuando Toni y los Mainat nos plantearon lo del talent, lo vimos clarísimo. Tendríamos acceso a un casting brutal exclusivo para la discográfica. La clave, sin embargo, fue publicar los álbumes de las galas semanales y las firmas de discos para crear un fenómeno paralelo en la calle. Y fue una locura. Nadie esperaba aquel éxito.
XL. Eran los tiempos de Napster, con grandes pérdidas para las compañías. ¿Salvaron la industria?
N.R. La salvamos, sí, porque el sector estaba en crisis. Con Napster, todo el mundo empezó a compartir archivos de forma gratuita. La industria en pleno declive y nosotros vendiendo discos como churros. Todo lo que lanzábamos pasaba de las cien mil copias. Y vendimos millones...
XL. Lleva desde el principio con Bisbal, el artista de OT que más lejos ha llegado. ¿Cómo fue su evolución vista desde dentro?
N.R. David es una persona muy disciplinada, receptiva, trabajadora y que siempre tuvo el foco muy claro. No solo escucha, sino que interviene y opina sobre todo. Le perseguía el estigma de 'triunfito', y eso le generaba una gran inseguridad al no sentirse aceptado por el gremio. Así que planificamos una gira cantando en un tono más bajo, con una buena banda y en grandes y emblemáticos escenarios: Royal Albert Hall, Carnegie Hall... Eso le proporcionó gran seguridad y, poco a poco, se construyó una zona de confort hasta que dejó de ser solo el chico de la voltereta y de OT.
«Paco de Lucía rechazó trabajar con Quincy Jones. 'Es que no me apetece', me dijo. Ya no quería ser esclavo de su propia carrera»
XL. ¿Su vocación de psicólogo lo ha ayudado con sus artistas, gente con cierta fragilidad emocional?
N.R. Pero, más que por mis estudios, por mi actitud. Soy más de escuchar que de hablar, y eso es fundamental para entender los sueños, ambiciones y miedos del artista y trabajar con él como un socio. Con los cambios que se han producido en el mercado es cada vez más importante asesorarlos bien y acompañarlos. Por eso salgo ahora de Universal para dedicarme cien por cien al management con GTS y centrarme en esas relaciones.
XL. Imagino que los artistas no siempre siguen sus directrices. ¿Algún caso para recordar?
N.R. Paco de Lucía sería un buen ejemplo. Llegó un momento en que empezó a rechazar ofertas. Se iba a su casa de Cancún y se pasaba meses sin coger una guitarra. Cuando se ponía de nuevo en marcha, entrenaba de forma muy intensa. Su muñeca era recta, por la musculatura...
XL. ¿Qué ofertas rechazó?
N.R. La última vez que lo vi fue en mi casa, con su familia; le habían propuesto un proyecto con Quincy Jones y una gran filarmónica. «Es que no me apetece», decía.
XL. ¿Y qué le dijo usted?
N.R. «Es que tú, Paco, ya no eres dueño de tu carrera. Eres de todos y tienes una obligación». Pero no lo hizo. Ya no quería ser esclavo de su carrera. Con tanto éxito, encontrar el equilibrio es muy complejo.
XL. ¿Cuáles son las grandes claves para lidiar con la fama?
N.R. Ser capaz de separar cómo te ven los demás, cómo crees tú que eres y cómo eres de verdad. Cuando hay tanta gente alrededor que te idolatra y te odia, necesitas hallar la verdad sobre ti mismo. Nosotros, por ejemplo, tenemos a diferentes mánager asignados a cada artista, y cuando uno se me queja porque le lleva la contraria le digo: «La idea es que te diga sin miedo lo que piensa cuando no está de acuerdo. Decides tú, pero escucha sus argumentos porque está para ayudarte».
XL. Cuando Isabel Pantoja salió de la cárcel, la ayudó a relanzar su carrera. ¿Por qué afrontó aquel reto?
N.R. Porque es una artista muy grande, con una capacidad única para conectar con la audiencia, y había mucha gente esperándola. Ya habíamos trabajado juntos, pero no teníamos mucha relación. Su hermano Agustín me llama porque tenía un disco que había empezado a grabar con Juan Gabriel, artista de Universal, y se trataba de terminar aquello y ayudarla a recuperar su carrera. Salió de prisión muy motivada, así que hicimos ese álbum y le cerramos una gira, incluida su presentación en Viña del Mar, donde le dieron la Gaviota de Diamante, que solo la tienen ella y Luis Miguel. Y ahí terminamos.
«Rosalía mostró su inteligencia desde el principio. En lugar de dinero para ella, pidió inversión para su proyecto de cambio de rumbo musical»
XL. ¿Por algún desencuentro?
N.R. Es que Isabel vive en un mundo paralelo muy complejo. El modo en que entiende que deben funcionar las cosas no coincide con lo que te dije antes de ser socio de un artista, así que nos desligamos. Sin más.
XL. Lanzó el primer disco de Rosalía, Los Ángeles. ¿Qué pensó al verla arrasar con el segundo?
N.R. Es evidente que me hubiera gustado trabajar más juntos, pero ella ya tenía la ambición clara de fichar por una compañía americana. Se fue a Los Ángeles y todo le salió estupendamente. Y demostró su inteligencia desde el principio porque, en lugar de un anticipo, nos pidió inversión para su proyecto de cambiar de rumbo. Otra cosa es que, como empresa, puedas justificar una inversión en una artista de flamenco que quiere darle un giro así a su carrera... Pero me alegro por ella.
XL. ¿Alguna vez se ha dejado llevar por los dictados del algoritmo, su impacto en redes y en streaming, a la hora de fichar artistas?
N.R. El algoritmo lo ha cambiado todo, sin duda, pero nunca he firmado a un artista sin conocerlo y tratarlo antes. Dicho esto, fichar así es un procedimiento habitual en muchas compañías con un perfil casi de brokers. Si el algoritmo sube, lanzan una oferta sin conocer al artista ni lo que hay detrás.
XL. Los artistas se quejan de cierta indefensión, de que ganan poco con las descargas. Por cada reproducción se cobra de 0,002 a 0,007 euros, de los que la discográfica se queda la mitad...
N.R. Vale, pero es que los viejos paradigmas ya no funcionan y hay que pensar en el streaming como en la FM de antes; incluso mejor porque los jóvenes escuchan a sus artistas favoritos y tienen acceso a catálogos de veteranos cuyos discos ya no se editan. Las compañías han tenido que transformarse y los artistas también, pero todos hemos salido beneficiados. Lo que pasa es que la generación anterior siempre se siente atacada...
XL. Olvidamos lo que nuestros padres decían sobre la música que escuchábamos...
N.R. Totalmente. Cuando Beethoven presentó su Quinta sinfonía con cuatro notas, lo criticaron; a los crooners, que imitaban a las orquestas; a Elvis y compañía, que copiaban a los negros; a los Beatles, que eran un grupo para chicas; a los Sex Pistols, Ramones y demás, que no sabían tocar; a los reguetoneros, que eso lo hace cualquiera... Todo es parte del ciclo en que los mayores desprecian la música de los jóvenes.
XL. ¿Qué papel desempeña el streaming en el éxito de la música latina?
N.R. Ha sido determinante por su capacidad de distribución global. Nunca habíamos visto tantos hits latinos globales porque asistimos a un empoderamiento latino en el mundo. Mucha gente en Estados Unidos te ocultaba que hablaba español, pero las terceras y cuartas generaciones ya no se avergüenzan. Al revés, es un orgullo. Y es música pegadiza, bailable; es ritmo, es fusión y funciona en todos los países, desde Rumanía hasta Australia.
XL. Otro factor nuevo son las redes sociales. ¿El estrés al que obligan está generando más problemas de salud mental entre los artistas?
N.R. Esa es la realidad; por las nuevas formas de consumo y porque la gente es menos fiel. Piensa que hoy, cada día, se lanzan dos millones de canciones cuando hace apenas diez años eran dos mil. Por eso el artista que no goza de cierta solidez no descansa por miedo a pasar al olvido. Y no hablo de grabar o girar, sino de tener actividad constante en redes porque, en cuanto se despista, los fans lo abandonan. Las redes son los nuevos clubes de fans, mucho más interactivos y con haters al acecho.
XL. ¿Queda algo del viejo lema «sexo, drogas y rock and roll» en el negocio musical?
N.R. Poco, porque fue el reflejo de la sociedad de un momento concreto que ya pasó. Dicho esto, mucha gente mentía y exageraba para no ser menos. Como siempre, el que menos lo menciona es el que más lo practica y el que más se exhibe es porque quiere determinar el modo en que lo miran los demás. Así es hoy en las redes sociales, donde moldeamos la imagen que queremos que el mundo tenga de nosotros; crear nuestra propia leyenda, digamos. Es la actualización de todo eso.