Millonario, bisexual, drogadicto...
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Millonario, bisexual, drogadicto...
Fue la suya una existencia que simboliza el reverso bizarro del ‘sueño americano’. Empieza por el happy end: un niño mimado que, al cumplir 18 años, se convierte en uno de los hombres más ricos del mundo tras heredar la Hughes Tool Company, una empresa de perforadoras que administra la mayor parte del petróleo de EE.UU.
Y acaba convertida en la peor de las excéntricas pesadillas: un setentón pirado que pasa sus últimos años aislado en el séptimo piso de un hotel de Managua de su propiedad, donde se pasea desnudo por una zona acondicionada para estar libre de gérmenes mientras se alimenta de helados de vainilla y conserva su orina en pequeños recipientes [que luego archiva y clasifica escrupulosamente] hasta que muere solo y corroído por la sífilis.
En medio, se extiende la vida, tan complicada como desconcertante, de un apasionado del cine y la aviación, bisexual y fetichista, drogadicto y maltratador, megalómano y corrupto.
Nada parecía pararlo: a su leyenda del cine multimillonario y extravagante, añade una lista de sonados romances con actrices y actores del Hollywood dorado. Lana Turner, Bette Davis, Rita Hayworth, Katharine Hepburn, Marilyn Monroe e incluso, según las malas lenguas de la época, Cary Grant forman parte de su ‘colección’ particular de ‘novias’ estelares.
De Humphrey Bogart se dice que le hace encargos clandestinos, como buscarle chaperos o llevar a Jean Harlow a una clínica para que aborte tras dejarla embarazada.
Ejemplo del perfecto tiburón tanto en la cama como fuera de ella, entre otros muchos negocios. El aviador llega a hacerse con el control de una pequeña compañía aérea, la Trans World Airlines (TWA), por la que se ve implicado en un escándalo de corrupción junto a Elliot Roosevelt, hijo del presidente.
Durante todo ese tiempo esquiva a la justicia estadounidense por un asunto de monopolios hasta que decide que ha llegado el momento de cumplir otro de sus sueños: comprarle Las Vegas a la mafia y dejar a éstos fuera del negocio del juego. Es juzgado por corrupto y, al verse implicado en nuevos escándalos, desaparece. Ocurre a raíz de un accidente aéreo.
Pero este alejamiento voluntario no le impide participar desde la sombra en diversos avatares. Parece ser que Hughes, republicano convencido, se dedica a ‘pagar’ grandes sumas al partido demócrata tras el asesinato de Robert Kennedy, para ‘asignar’ un nuevo candidato a la Casa Blanca. Aunque nunca pudo demostrarse nada.
El aviador se convierte en magnate de RKO, de la que toma la dirección en 1948 para llevarla a la quiebra rodando costosos filmes que suponen fracasos comerciales.
Cineasta sagaz y atrevido, casi de vanguardia, produce, entre otros clásicos, Primera plana o Río de sangre. Dirige El forajido, un western que cuenta con Jane Russell (otra de sus conquistas) como protagonista. Antes gana un Oscar al producir Hermanos de almas, su primera película, rodada cuando tiene 23 años.
Curiosamente, la expresión ‘jet set’ surge a mediados de los 50 con relación a nuestro ‘aviador’ y su círculo de amigos. Se da la feliz circunstancia de que todos ellos tienen reactor particular y el mismo día pueden desayunar en Hollywood y almorzar en Nueva York.
Megalómano extravagante, Howard Hughes realiza el sueño surrealista de fabricarse una sala de cine en el fondo de una piscina [con motivo del estreno de La sirena de las aguas verdes, producida por él] y bate un récord al dar la vuelta al mundo en tres días a bordo de un avión con diseño propio.
En 1953, además, funda el Instituto Howard Hughes, la segunda fundación de investigación médica mejor dotada del mundo, puntera en la investigación biocientífica actual. ¿Alguien da más?