Alexandr Tsipko Filósofo y politólogo ruso "Putin nunca tirará la toalla, temo que todo acabe en desastre"
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Este intelectual ruso no solo conoce el alma de su país, la ha estudiado como pocos... y sigue haciéndolo. En esta entrevista, Alexandr Tsipko nos explica por qué la autocracia, el desprecio a la vida y el zarismo están en el ADN de Vladímir Putin .
Nos recibe en un pequeño pueblo a unos 120 kilómetros al norte de Moscú. El filósofo y politólogo Alexandr Tsipko lleva décadas siendo una de las figuras más destacadas de la intelectualidad rusa. Creció en Rumanía, a donde su familia huyó tras la Segunda Guerra Mundial. De vuelta a la Unión Soviética, su padre fue condenado a diez años de cárcel. Con la llegada de la perestroika fue miembro del equipo de Mijaíl Gorbachov.
XLSemanal. ¿Qué hubo tras la marcha de Yevgueni Prigozhin y los mercenarios de Wagner sobre Moscú?
Alexandr Tsipko. Detrás no estuvo tanto el radicalismo de Prigozhin como un sentimiento de cansancio por la prolongación de la llamada 'operación militar especial' en Ucrania. Es decir, fue un aviso. Pero que miles de hombres armados pudieran avanzar hasta casi las puertas de Moscú en un solo día evidencia la enorme fragilidad del país.
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XL. Cuando se produjo el golpe de Estado de 1991, la gente se echó a la calle para defender a Gorbachov. Esta vez no se ha visto al pueblo por ningún lado. En Rostov incluso hubo vítores a los mercenarios.
A.T. Rostov es zona fronteriza, la gente allí está especialmente cansada de la guerra. Por eso, los recibieron tan bien. Pero el pueblo no apoyó el levantamiento. La mayoría no hizo nada. Eso debería dar que pensar a los gobernantes de Moscú. Han herido de muerte el derecho de la gente a participar en la vida política, le han arrebatado su sentimiento de ciudadanía. Y por eso los rusos permanecen en silencio.
XL. Usted defiende que falta cultura política en Rusia y que existe un sentimiento de inferioridad que fue determinante para el Gobierno autocrático de los zares... y ahora para el de Putin. ¿En Rusia la autocracia viene de abajo, del pueblo?
A.T. Nuestra revolución contra el comunismo, propiciada por Gorbachov, fue una revolución desde arriba. Fue un movimiento de la intelectualidad surgida en la Unión Soviética, pero inspirada por los valores liberales occidentales. Pero la mayor parte de la población se mantuvo al margen. ¿Qué movía a los rusos por entonces? No queremos seguir con las tiendas vacías.
"Ningún país de Europa ha sacrificado tantas vidas humanas por ideas sin sentido a lo largo de la historia como Rusia"
XL. ¿Las razones de la mayoría de la población para el cambio no eran políticas, sino económicas?
A.T. Para el 70 por ciento el objetivo fundamental era sobrevivir. Mire, la democracia tuvo su origen en Francia, donde los burgueses crearon una administración propia. En Rusia nunca hubo nada parecido. Es posible que la libertad genere atracción, pero también miedo. Y a los rusos siempre les ha dado miedo. La democracia se basa en distintas opciones, en la competición de ideas. Para los rusos, lo más terrible del mundo es tener que buscar alternativas. Se vio en los noventa tras la perestroika.
XL. ¿Se refiere a las elecciones que pusieron fin al gobierno de los liberales?
A.T. Efectivamente. El 20 por ciento de los diputados terminaron siendo deportistas famosos, porque la gente no quería votar un programa político, sino a rostros famosos: el boxeador Nikolái Valúyev o Alina Kabáyeva, la bella campeona del mundo de gimnasia rítmica...
XL. … de quien hoy se dice que es amante de Putin.
A.T. La gente no quería responsabilizarse de su voto ni de su destino. Y eso no es nuevo en Rusia: dejemos el poder en manos de los zares. La gente sigue pensando igual.
XL. ¿Putin como reencarnación de los zares?
A.T. Lo trágico es que hemos llegado a un momento en el que todo el mundo le dice lo que él quiere oír. Con Gorbachov estuve en reuniones del politburó en las que se le llevaba la contraria con virulencia. Sin embargo, en el entorno de este nuevo zar no hay ningún problema para decir las cosas más disparatadas. Por ejemplo, en la Duma se ha llegado a decir que no necesitamos el inglés. Y luego está esa enloquecida jefa del canal de noticias RT que dice que la única salida es una guerra nuclear. Incluso en los tiempos del férreo totalitarismo soviético había cierta altura intelectual. Se decía que en una guerra nuclear no habría vencedores.
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XL. Usted ha dicho que las inclinaciones occidentales de Gorbachov contradecían el tradicional ejercicio del poder en Rusia e incluso las peculiaridades del carácter nacional ruso. ¿Cuáles son esas?
A.T. Hagamos memoria: en 1906, la Rusia zarista, con su absolutismo, tuvo su primera constitución, se eligió la primera Duma –de una forma bastante limpia, todo hay que decirlo– y la intelectualidad fundó los primeros partidos. Pero la mayoría de la gente era analfabeta y para entender la política hay que saber leer. Luego siguieron 70 años con un Gobierno autoritario en su forma más severa, con una población que vivía con miedo. Hoy vuelve a existir ese miedo, la gente no dice lo que piensa. El destino del país depende del capricho de una persona. La tragedia rusa reside en que la conciencia legal y la cultural están muy poco desarrolladas y el pueblo carece de una cultura del pensamiento, necesaria para la comprensión sistémica del mundo.
XL. En uno de sus libros escribe que en Rusia no se da valor a la vida humana.
A.T. Dar valor a la vida humana está relacionado con la existencia de esa cultura, una actitud que solo se da en países vinculados a la filosofía griega, que pasaron por el Renacimiento y la Ilustración, que recibieron el influjo del derecho napoleónico. Rusia no conoció nada de eso. Ya durante el largo dominio de los mongoles (de 1240 a 1480), la vida valía poco, lo que tuvo un efecto muy negativo en la psicología del pueblo. No hay país en Europa que haya sacrificado tantas vidas humanas por ideas sin sentido. La Revolución de Octubre de Lenin nos costó al menos 50 millones de vidas. Y aquí volvemos a toparnos con esa peculiaridad del carácter ruso de la que hablábamos. Para muchos rusos, la supresión de la servidumbre fue una tragedia porque querían seguir bajo el dominio y la protección del señor, a pesar de que este podía venderlos como ganado, a 300 rublos la cabeza. Una nación a la que se puede vender como ganado, eso marca.
XL. Los rusos han sido poco de mirar más allá de sus fronteras.
A.T. Y siguen sin serlo. ¿Qué porcentaje de la población tiene pasaporte? Pues el 20 por ciento como mucho. El 80 por ciento nunca ha salido del país, no ha conocido otra cosa que Rusia.
XL. ¿La autocracia lo destruye todo?
A.T. Sí. Es evidente. Cuanto más fuerte es el poder de Putin, menos percibes una sensación de vergüenza en toda esa gente que lo apoya en televisión. Un hombre respetado llegó a decir en uno de esos programas que, si Rusia no se convertía en una alternativa a Estados Unidos, entonces mejor que todo se fuera al infierno. En última instancia viene a ser lo mismo que dice Putin. Ni siquiera en la época soviética se oían esas cosas. Hacer de la idea de la destrucción de la humanidad materia de conversación en torno a una taza de té es una frivolidad increíble. Estamos asistiendo a la pérdida del sentido de la humanidad.
"Ni en la época soviética se oían las cosas que se dicen hoy en el entorno de PutIn. Entonces había cierta altura intelectual"
XL. ¿Cómo puede salir Rusia de este círculo vicioso?
A.T. No veo una salida sencilla. La guerra se está alargando. Estados Unidos está actuando de forma egoísta y confía en una victoria ucraniana para darle jaque mate a Rusia. Rusia, por su parte, nunca tirará la toalla por ese orgullo tan suyo y por el ambiente que reina en el entorno de Putin, irán hasta el final. Temo que todo acabe en una catástrofe.
XL. Suena aterrador.
A.T. En un plano puramente intelectual, impedir la catástrofe sería sencillo. Hay personas con talento, razonables, que aprecian la cultura occidental. Putin no se ha rodeado solo de locos, también de gente como Anton Siluanov…
XL. … el ministro de Finanzas.
A.T. … Elvira Nabiúllina…
XL. … la presidenta del Banco Central de Rusia.
A.T. … o Alexéi Kudrin.
XL. … el hasta hace poco presidente del Tribunal de Cuentas. Pero en los puestos claves están los de la línea dura.
A.T. Así es, pero la única posibilidad pasa por que personas como las que he nombrado hagan oír su voz. En la situación actual, solo hay una salida: que el propio Putin encuentre la senda correcta. Lo que me inquieta es que los rusos carecen de instinto de conservación. He empezado a sentir cierto miedo a que Rusia pueda desaparecer.
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XL. Habla de la posible influencia que podrían ejercer los liberales en un cambio de rumbo. Pero en Occidente solo se conoce como opositor a Alekxéi Navalni...
A.T. Respeto la actitud heroica de Navalni, lo suyo es casi un suicidio. Pero en Rusia no se ama a la gente capaz de pensar por sí misma. De todos modos, como político nunca me ha gustado. Cuando lo conocí, hará 20 años, pensé: «Es un nuevo Lenin». ¿Cómo llegó Lenin al poder? Avivando la envidia, denunciando el enriquecimiento de los profesores, los nobles. Navalni no tiene programa, se limita a llamar 'ladrón' a Putin. Dios quiera que lo dejen en libertad, pero en política hay que elegir entre una popularidad barata, decir lo que a la gente le gusta, o lo que los demás no dicen.
XL. ¿La tesis de Putin de que rusos y ucranianos son el mismo pueblo es propaganda?
A.T. Él lo cree de verdad. En la Unión Soviética solo existía un pueblo, el soviético. Pero, desde un punto de vista histórico, es una falsedad. Los ucranianos no aparecieron en el imperio zarista de Moscú hasta mediados del XVII. Durante 400 años fueron dos naciones. Los ucranianos estaban influidos por la cultura polaco-lituana, una cultura, por otro lado, muy elevada. La intelectualidad ucraniana formaba parte de la europea. Por el contrario, la rusa era una nación inculta. Nikolái Gógol dijo que somos dos pueblos vecinos, pero totalmente diferentes. Durante la época soviética se silenciaron esas diferencias.
XL. ¿Putin es hoy un hombre diferente al que era cuando llegó a la presidencia?
A.T. No lo sé, es posible que hace 20 años fuera distinto, sí. Quizá más liberal, pero desde el primer momento fue un egocéntrico, orgulloso. Los norteamericanos lo subestimaron.
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