El salvaje oeste
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El salvaje oeste
El canto del jefe de los yakamas resuena en el valle del río Yellowstone. Pide a los dioses que les concedan búfalos para alimentar a su pueblo. Sus ruegos son escuchados. Tras un risco aparece una madre bisonte con su cría. Se los distingue perfectamente a través de la mira telescópica. Surgen nuevos ejemplares. Pronto son ya 14. La manada sale a campo abierto.
Solo los indios tienen permiso para disparar. Más tarde, cuando llegue el momento de descuartizar a los animales, contarán con la ayuda de un grupo de rostros pálidos. Todos los años se reúnen durante la temporada de caza para aprovechar la carne y la piel de los bisontes abatidos. Se hacen llamar Buffalo Bridge.
En 2006 se volvió a permitir la caza del bisonte. La autorización es exclusiva para las tribus que vivían originariamente en Yellowstone, antes de que los colonos blancos y los soldados los expulsaran y arrinconaran en sus reservas.
La caza del bisonte es un asunto muy controvertido. Tras años de desavenencias y discusiones, finalmente las autoridades del parque, los estados limítrofes y los ganaderos firmaron un acuerdo por el que se permitía que pastaran en la reserva hasta 3000 búfalos, aunque la cifra actual ya excede el límite en dos millares. Estas cacerías se ocupan de reducir el excedente.
Los carniceros del grupo Buffalo Bridge desuellan y destripan a los bisontes recién abatidos. Ellos se quedan con los huesos, las entrañas y la piel. Conocen la forma de sacar partido a prácticamente todos los huesos y órganos de estos animales. Se trata de una sabiduría tradicional que los propios cazadores indios han olvidado.
Sacan la vejiga del bisonte, la vacían, la inflan y después la utilizan como bolsa. En la foto, la carnicera Hari Ronkin a punto de comenzar el proceso de conservación. Sus pantalones, chaquetas y gorros se los han hecho con la piel y el cuero de los búfalos (como llaman los americanos a los bisontes).
Las familias de Buffalo Bridge viven sin agua corriente. Sí tienen electricidad porque venden sus pieles por Internet. En la foto, en la tienda comunal donde se reúnen para comer. Mientras los ecologistas se oponen a la caza de bisontes y exigen la creación de zonas protegidas más grandes, los ganaderos quieren reducir las poblaciones de este 'tanque con pelo', al que acusan de comerse los pastos reservados para sus vacas.
Invierten horas en retirar los restos de carne y grasa de piel del animal. Las vísceras las cocinan a la manera india: han recuperado recetas ancestrales.
Para curtir la piel del bisonte, extienden con los pies una pasta hecha con los sesos del animal. Después la ahúman para ablandarla y que dure más.
Tras descuartizar la carcasa del búfalo –que se ve al fondo de la foto–, Kari Ronkin cuece los huesos en ollas a presión. La grasa se separa y guarda en tarros.
Alex y Ephona Heathen vivían en California, él hacía trabajos ocasionales y ella estudiaba Antropología. En 2008 vendieron todo y se embarcaron en el estilo de vida del salvaje Oeste.