Estamos rodeados de miles de criaturas que nos paralizarían de terror si tuvieran nuestro tamaño. Solo en la cama se calcula que se “acuestan” con nosotros entre cien mil y diez millones de ácaros, que devoran los diez gramos de piel muerta que cada uno de nosotros genera a la semana.
Viernes, 18 de Marzo 2022, 10:51h
Tiempo de lectura: 3 min
Parecen sacadas de una película de ciencia ficción y configuran un mundo de formas extrañas repleto de criaturas extravagantes que medran a su antojo, ¡en nuestras casas! Menos mal que son microscópicas.
Nuestros hogares son el hábitat perfecto para la vida
Parecen sacadas de una película de ciencia ficción y configuran un mundo de formas extrañas repleto de criaturas extravagantes que medran a su antojo, ¡en nuestras casas! Menos mal que son microscópicas.
Nuestros hogares son el hábitat perfecto para la vida microscópica. Desde pequeños artrópodos que todos encontramos esporádicamente en armarios y rincones hasta animales tan pequeños que se escapan al ojo humano, aunque los tengamos delante por millares. Para los primeros nos bastan nuestros sentidos. ¿Quién no se ha encontrado con una cucaracha, una polilla o una pequeña araña en casa? Estos son los gigantes de la microfauna de nuestros hogares. Luego hay otra serie de insectos que, con fobia a la luz y escondidos en los más remotos rincones, se esconden a nuestras miradas.
Los pececillos de plata por ejemplo, son unos insectos de origen prehistórico que recuerdan a una lágrima rematada por antenas y cercos. A estos pacíficos vegetarianos casi nadie los ve. Pero están ahí, en su casa. Y acechándolos, como un leopardo que en la sabana buscase un antílope, están las más conocidas tijeretas; uno de los mejores cazadores de nuestros hogares. Este singular safari se pone mucho más interesante cuando pasamos a la escala siguiente, más allá de lo que nuestros ojos perciben. Con ayuda del microscopio electrónico, capaz de aumentar más de cinco mil veces la potencia de aumento del mejor microscopio óptico, los científicos han descubierto un mundo asombroso a nuestro alrededor.
En nuestra cara, nariz, pestañas... viven pequeños ácaros que se alimentan de sebo y células muertas
Nuestras cortinas, alfombras, sofás y almohadas están cubiertos de ácaros que pastan sobre las fibras de los tejidos buscando el alimento del que viven la mayoría de estos diminutos seres hogareños: nuestra piel. Un ser humano promedio genera alrededor de diez gramos de piel muerta cada semana. Tanto es así que se calcula que alrededor del 80 por ciento del material que se ve flotando al trasluz en nuestras casas y al que denominamos genéricamente 'polvo' está compuesto de células muertas de piel humana. La mayor parte de estos residuos que desprendemos diariamente –piel, pelo, grasa...– son eliminados por este ejército de limpiadores invisibles. Y los hay en cantidades ingentes. Se ha calculado que en una cama promedio puede haber entre cien mil y diez millones de estos ácaros devoradores de piel muerta. La última parte del safari es más desagradable y produce mucha mayor inquietud. Porque es sobre nuestro propio cuerpo. Pequeños ácaros del género Demodex se apiñan en los folículos de nuestros pelos, alimentándose de células muertas y del sebo que producimos. Están en el interior de nuestra nariz, en la cara, en las pestañas...
Tienen aspecto de un pequeño gusano y resultaría terrible verlos asomar a través de nuestra piel, pero nos están ayudando. Inofensivos para nuestro organismo, limpian los folículos y poros de células muertas y excesos de grasa. Otros compañeros habituales son los piojos y pulgas, que desde una fuente externa nos llegan casi todos los años —especialmente a las familias con niños en edad escolar—, desatando una auténtica batalla hasta su exterminio total. Si algo se concluye de este safari doméstico es que en cualquier rincón, en cualquier parte de nuestra casa, incluso de nuestro cuerpo, una naturaleza invisible comparte el día a día con nosotros, íntimamente. Millares de animales de toda forma y tamaño escenifican la eterna historia de la vida y la muerte. Hay manadas que pastan el sustrato, esquivos y veloces herbívoros y silenciosos cazadores armados con dientes, pinzas, garras y ganchos. Todos buscan alimento, matan y mueren, encuentran pareja y se reproducen. La vida parece tener prisa en este universo desconcertante.
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