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Misterio resuelto Casi 700 años después Esta calavera trajo la peste negra

Acabó con la vida de más de veinte millones de personas en la Europa medieval, pero el origen de la Muerte Negra ha sido un enigma durante siglos. Hasta ahora. Los científicos acaban de descifrarlo... en el cráneo de una doncella.

Domingo, 14 de Agosto 2022

Tiempo de lectura: 6 min

La tragedia empezó con un barco que arribó al puerto siciliano de Mesina en 1347. A bordo viajaban un puñado de hombres moribundos y un montón de ratas infestadas de pulgas. Nada más atracar, los roedores bajaron a tierra. La bacteria Yersinia pestis, escondida en los cadavéricos marineros y en las ratas, no tardó mucho en afectar a los habitantes de la ciudad. Los contagiados empezaban con fiebre alta y dolores de cabeza terribles. Luego, los ganglios linfáticos se inflamaban y formaban bubones como huevos de gallina. Muchos sufrían alucinaciones, algunos tosían una sangre altamente contagiosa. La mitad moría en una semana. La epidemia alcanzó Francia y llegó a Constantinopla, a Barcelona y más tarde apareció en Londres y Oslo. Se llevó a la mitad de los habitantes de Europa. Las gentes de la Edad Media la llamaron la 'muerte negra', por el color de los bubones que aparecían en la ingle, la axila o el cuello.

Los expertos llevan tiempo especulando sobre dónde se inició la cascada de contagios. Ahora, un equipo del Instituto Max Planck parece que ha descubierto el misterio. «Sabemos dónde y cuándo se desencadenó la megapandemia y cómo pudo llegar a Europa», dicen.

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La gran pandemia.La peste fue la mayor plaga medieval y ha sido representada en numerosas obras de arte. En la imagen que abre este reportaje: uno de los cráneos encontrados en Kirguistán, que ha sido clave para determinar su origen. |getty images

El rastro de sus investigaciones conduce hasta el valle del río Chu, en Kirguistán. En 1885 se encontraron allí enterramientos con cientos de inscripciones de los siglos XIII y XIV. Pertenecían a una comunidad de mercaderes cristianos del este de Siria y contenían mensajes muy reveladores. Por ejemplo, en una de las lápidas en idioma sirio-arameo se lee el nombre de la «doncella Qïz Terim», que había muerto de «mawtana». Otra correspondía «Sanmaq», fallecido por la misma causa. La palabra 'mawtana' aparecía mencionada diez veces y los filólogos la suelen traducir como 'gran mortandad' o como 'peste'.

Sin embargo, estos hallazgos fueron ignorados por los especialistas hasta hace tres años. El profesor escocés Philip Slavin, de la Universidad de Stirling, fue quien decidió volver a examinarlas. Estudió las inscripciones de 620 lápidas y encontró que en solo tres años, 1337, 1338 y 1339, se concentraban 114 inscripciones. Eso quería decir que en ese periodo se habían producido 17 veces más fallecimientos que en el resto. ¿Era prueba de una epidemia, quizá de la peste? Es posible: las dimensiones de aquella mortandad «no son muy distintas» de la registrada en Europa entre 1348 y 1350, afirmaba Slavin en su trabajo.

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Aquí empezó todo.El valle de Chu, en Kirguistán, donde aparecieron los restos que confirman el origen de la peste. |Istock

El historiador aportaba otro indicio que explicaba por qué la gran peste pudo haber surgido allí. El estudio de muestras de abetos de la región le permitió reconstruir las precipitaciones y, según se apreciaba en los anillos, los años de 1323 a 1327 estuvieron marcados por el bochorno y la humedad. Estos factores favorecían la existencia de mayor cantidad de comida para los roedores y ofrecían las condiciones óptimas para las larvas de las pulgas.

Los mongoles recurrieron a las armas biológicas. El kan ordenó lanzar sus cadáveres infectados por encima de las murallas; una letal lluvia de cuerpos propagadores de la peste

Pero en 1336 comenzó una fase seca. Es muy posible que el alimento disponible para ratas, marmotas, topillos, hurones y demás reservorios de la bacteria fuese considerablemente menor. ¿Una necesidad acuciante llevó a estos animales a acercarse a los entornos habitados por los humanos? ¿Introdujeron así la bacteria, junto con unas pulgas hambrientas de nuevos anfitriones, en sus casas? Es factible. Con todo, tampoco es descartable que los propios habitantes de la zona salieran a cazar roedores y se contagiaran al consumir la carne de animales infectados.

El secreto de las tumbas cristianas

Las investigaciones de Slavin apuntaron la tesis de Kirguistán como primer hogar de la peste. Pero los recientes análisis genéticos de material óseo procedente de las tumbas cristianas han aportado la prueba definitiva. Es aquí donde entra en escena Johannes Krause, director del Instituto Max Planck y uno de los más destacados especialistas en arqueogenética del mundo.

Este investigador y Slavin localizaron en el Museo de Antropología de San Petersburgo numerosos huesos y fragmentos de mandíbula del valle de Chu. Tras analizarlos, Krause encontró ADN de la Yersinia pestis en algunos dientes. De esa forma quedaba claro que la doncella Qïz Terim y muchas de las personas inhumadas junto a ella habían muerto de peste.

Además, el análisis del genoma antiguo de la plaga permitió constatar que las demás cepas de la enfermedad que asolaron Europa desde la Baja Edad Media descendían del patógeno de esa región de Ysyk-Kol, su antepasado común más reciente.

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Dientes con historia.Una de las mandíbulas de las que se extrajo ADN. |contacto

«Por fin conseguimos identificar la cepa de origen de la peste negra y el punto exacto en el que se desató la epidemia», dice Maria Spyrou, la arqueogenetista que encabeza la lista de autores que firman el trabajo publicado recientemente en la revista Nature.

De todos modos, sigue sin estar claro qué camino tomó la bacteria tras contagiar a aquella comunidad de mercaderes cristianos. Según las fuentes de la época, la plaga llegó en 1340 a la llamada Horda de Oro, un estado mongol que mantenía estrechos contactos comerciales con la República de Génova. Las relaciones entre ambas potencias no eran siempre cordiales. De hecho, los italianos lograron hacerse con el control de Caffa, una próspera metrópoli portuaria, situada en la Crimea dominada por la Horda de Oro. Para expulsar a los intrusos, el kan Jani Beg puso la ciudad bajo asedio en 1343. Aunque los genoveses rechazaron el primer ataque, los mongoles no dieron su brazo a torcer. Ni siquiera cuando los soldados del kan empezaron a caer enfermos, con alucinaciones y unos bubones terribles, los sitiadores levantaron el campamento: decidieron recurrir a las armas biológicas. Según cuenta el cronista italiano Gabriele de Mussis, Jani Beg ordenó que se lanzaran con catapultas los cadáveres infectados por encima de las murallas. Sobre sus habitantes cayó una lluvia de cuerpos, más letal que cualquier arma que los mongoles hubieran usado hasta ese momento.

La peste se adueñó de la ciudad y muchos genoveses subieron a sus barcos para ponerse a salvo. De esta manera, el germen mortal emprendió su viaje hacia Europa… y llegó a Mesina en el otoño de 1347.

La pandemia tardó seis años terribles en empezar a retroceder. Los que sobrevivían a la infección desarrollaban unos anticuerpos que les garantizaban inmunidad de por vida. Pero la bacteria no desapareció, resistió en las ratas. Y con cada niño que nacía aumentaba el número de personas que carecían de protección. Ese es el motivo de que la plaga regresara cada cierto tiempo.

La rata doméstica es oriunda del sur y el este de Asia y es especialista en adaptarse al ser humano y a sus condiciones de vida. Eso le permitió llegar a Europa acompañando a comerciantes, emigrantes y conquistadores. Estos roedores desaparecieron casi totalmente del continente en el XVIII, con los últimos focos registrados de peste. Según los investigadores, el motivo fue la llegada de otra especie: la rata gris, Rattus norvegicus (arriba).

Esta variante especialmente agresiva también llegó a Europa en las bodegas de los barcos. Y emprendió una campaña de exterminio contra su pariente más pequeña: la cazaba para comérsela. Es posible que este fuera el punto de inflexión en la historia de la peste. Porque la rata gris puede ser igualmente un reservorio para la Yersinia pestis, pero no vive tan en contacto con los humanos. Así que es probable que no solo fueran las ratas las que trajeron la peste, sino que también fueran ellas las que la hicieron desaparecer.

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