Martes, 17 de Diciembre 2019
Tiempo de lectura: 8 min
Una paradoja que nos resume es la coexistencia de un consenso creciente en torno a la obligación de combatir el cambio climático y una fiebre desbocada por unirse a esas jornadas de consumismo apoteósico que cada poco tiempo se nos proponen. Cuesta ignorar que inventos como el Black Friday, con su exhortación a comprar más allá de cualquier necesidad, o el no menos popular Cyber Monday, que sobre lo anterior genera la expedición de millones de paquetes, están muy lejos de contribuir a la reducción de emisiones. Sabiendo lo que sabemos, toda compra compulsiva, como toda mercancía que se envía a cientos de kilómetros, debería suscitar una reflexión previa, y en muchos casos merecería reproche. Sin embargo, seguimos vendiendo (y comprando) una cosa y su contraria. Así somos.
LA CARTA DE LA SEMANA
Al fin, en la gran ciudad
Yo quería tomar unas notas en un libro, pero no tenía con qué. Por suerte, me dije, me encontraba en el centro de una gran ciudad, donde, según cuentan, uno puede encontrar de todo. Compraría un portaminas. Sin embargo, para mi infortunio, allí no había ni una sola papelería, así que contra mi voluntad me vi forzado a buscarlo en unos grandes almacenes. Pero no lo hallé. Pensé que habría buscado mal, así que pregunté a una dependienta, que pronto me sacó de mi fatal error. «Es que los portaminas ya no están de moda», me aclaró, grave. Rendido ante la evidencia, opté por comprarme un lápiz. Solo los tenían en paquetes de tres, generosamente envueltos en plástico. Cuando fui a pagar, la dependienta, la sonrisa repentinamente iluminada, me felicitó como si acabase de ganar la lotería: «¡Mire, están rebajados por el Black Friday!». Aquella tarde cogí el autobús y regresé a mi pueblo. Allí tengo portaminas en casa, pero me dio igual. Bajé a la papelería de la esquina y me compré uno. Por rebeldía. Solo por cobrarme el placer negado. Con él escribo el borrador de esta carta.
Ricardo Ramos Rodríguez, Calatayud (Zaragoza)
Por qué la he premiado… Por la sana insumisión a esas modas que saben hacerse odiosas, por inapelables.
Emergencia climática
Qué gravísimo y craso error mío. Releyendo el Planeta inhóspito, de repente me he caído del burro. Llevo años preocupado por el cambio climático, alertando sobre su malignidad, y ahora me he dado cuenta de que la imagen muy catastrófica que yo tenía era falsa. Falsa, pero por muy moderada. Ahora veo con horror, al revisar mejor con este libro los datos conocidos, la extensión y la incomprensible brutalidad de la emergencia climática. Todas las catástrofes y masacres históricas resultan mínimas ante las que incuba para nosotros el calentamiento. Increíble, pero verdad. Intento imaginar las acciones que tomaría un demiurgo experto que pudiera hacer todo lo que hay que hacer, superando todas nuestras resistencias, hasta aplacar del todo el avance del calentamiento. Impondría una reducción rápida e intensa de nuestro consumo. De los vuelos. De consumo de carne. El veganismo, a ultranza. El cien por cien de energía sostenible ya. La descarbonización total. Una intensa reforestación. El control de la natalidad. Impondría por lo menos mil veces más acciones que las previsibles que va a decidir esta actual COP25 de Madrid. Dejaría así en evidencia nuestra suicida inercia ante el cambio. Tremendo, pero el planeta pronto será inhóspito, si la COP25 no descubre a tiempo la brutalidad de nuestra emergencia climática. He perdido la esperanza.
Pablo Osés Azcona (Fuengirola)
Cuando los maestros perdemos la vocación
Como pasa en la mayoría de los ámbitos de nuestra vida, la suerte desempeña un papel fundamen-tal. A veces, los maestros interinos tenemos la fortuna de trabajar en colegios en los que te otorgan total libertad para enseñar y, junto con tus alumnos, vas descubriendo y experimentando qué métodos funcionan mejor. En otras ocasiones, tienes la desventura de trabajar en centros en los que hay miedo al cambio y a la revolución de la enseñanza. En estos lugares se rechaza tu forma de actuar con comentarios como: «aquí no trabajamos así», «acabas de empezar», «vienes con muchas ganas e ilusión», y mi favorita: «aquí siempre se ha hecho así». Cuando te encuentras en un colegio así, solo hay dos opciones posibles: dejar de lado tus ideales y aceptar todo aquello que te indican, o ser un rebelde y luchar por tus alumnos día a día. Independientemente de la opción por la que te decantes, sentirás que el día a día hace mella en tu forma de ser y en tu actitud con respecto al trabajo. No solo pierdes la fe en el sistema educativo, sino que también empiezas a perder la ilusión por ir a trabajar; poco a poco dejarás de crear material para tus clases, comenzarás a improvisar y, casi sin darte cuenta, tu vocación habrá sufrido un revés del que te costará mucho sobreponerte. Año tras año, te encontrarás con las mismas opciones; habrá años que podrás recuperar el amor por la enseñanza y otros que añadirán más desengaños a tu vocación. Así hasta que consigas sacar la ansiada plaza y convertirte en funcionario. En ese momento tendrás que elegir tu centro definitivo. ¿Será ese último centro la cura para todos los años de decepciones o será la estocada final para esa vocación herida de muerte?
Eva Fernández Peña, Gijón (Asturias)
Black Friday
Otro tipo de Amazon nos debería venir a la cabeza al escuchar 'Black Friday' y otro tipo de negro tendríamos que asociar al escuchar el mismo término: el negro de la falta de empatía, el negro de la falta de compañerismo, de no saber ponernos en el lugar del otro, del pisarle al otro con tal de subir nosotros, el del solo importar uno mismo, el no ayudar. El negro de la oscuridad del alma, el que intenta tapar a quien luce con luz propia; a ese negro que pertenecen los dictadores que vemos en la televisión y a los que tanto criticamos, pero que, a pequeña escala, imitamos en nuestro día a día. Porque ese negro no solamente se da los viernes; se da el resto de los días de la semana y es la base de que el Amazonas se esté devastando porque es el fundamento de la propia destrucción del ser humano, que se está volviendo egoísta, egocéntrico y no piensa en nada más que en sí mismo.
Sandra Iraizoz Cía, Auza (Navarra)
La amistad
La amistad es algo difícil y cada vez más complicado. A pesar de todo, procuramos tener amigos y es muy duro escuchar a alguien que te dice que no tiene amigos. Nos parece que es casi insoportable vivir así. Tener un amigo es demostrar una conexión especial con alguien, que lo hace único y distinto a los demás, que requiere paciencia y generosidad, porque lo propio de la amistad no es recibir, sino darse. Cualquier persona debería situar la amistad en uno de los primeros lugares de sus valores, y el mejor modo de ganar nuestro tiempo es perderlo con los amigos. Mejoran así también nuestra humanidad y el mundo. Los hemos elegido a nuestro gusto y podríamos decir que en buena parte somos los amigos que tenemos. Al fin y al cabo, fue el propio Cristo el que dijo a sus apóstoles que eran sus amigos –incluyendo ahí también a los que vendríamos después–, aunque no todas las respuestas sean iguales. Si es algo tan importante, ¿por qué escuchamos hablar tan poco de la amistad?
Rafael de Mosteyrín Gordillo (Sevilla)
Los olvidados
Hoy hace más de veinticinco años que, puntualmente, venía Antonio a mi casa; antes que él fue María; y antes, Ignacio. Pero hoy Antonio no ha llamado y lo he echado en falta. Heredé de mis padres esta bella costumbre de recibir visitas mensuales. Fueron ellos quienes me inculcaron la magia de la lectura. Aunque nunca fue mi pretensión recoger medalla alguna, me convertí en socia de oro, antes lo fui de plata y quizá, con diez años más, podría haber atesorado una estatuilla de socia honorífica, ¡quién sabe! Durante doce años la revista que María me traía a casa fue consumida de forma voraz por sus páginas infantiles. Después, cumplidos los dieciséis, mi hijo me dijo algo así como que en Internet estaba todo. Pero no me dejé influenciar porque pertenezco a esa rara estirpe que supo franquear la barrera entre lo analógico y lo digital sin renunciar a sus medallas. En realidad yo nunca las quise, ni de oro ni de plata, tampoco quería cosméticos, ni viajes con descuento, solo quería un buen catálogo de literatura. También quería disfrutar de la amabilidad de María, la sonrisa de Antonio o los buenos consejos de Ignacio. Me pregunto qué será ahora de ellos. Quería soñar que si un día sucedía un fatal desenlace, tal y como ha ocurrido, alguien tuviera la sensatez de dirigirme una carta (como en el 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff), una carta de agradecimiento por este cuarto de siglo de confianza en una empresa con mi amor por los libros. No ha ocurrido así, no hay carta, y sinceramente me siento... olvidada.
Laura Garrido Barrera, Vitoria-Gasteiz (Álava)
Proteger a los animales
En cierta ocasión, le preguntaron a la actriz francesa Brigitte Bardot, gran activista en defensa de los derechos de los animales, por qué no se ocupaba de defender los derechos de los niños antes que los del mundo salvaje, a lo que la famosa actriz contestó: «Ya hay personas que se ocupan de los niños, también debe haber personas que defiendan a los animales». Efectivamente, y a Dios gracias, es así, pues resulta que los niños crecen y la fortaleza crece con ellos, aunque, por supuesto, cuando son pequeños hay que velar por su seguridad. Pero por los animales hay que velar siempre, pues siempre serán vulnerables ante las injusticias que puedan sufrir, por lo que debemos ser una voz para todos ellos. Por eso, me encanta leer en XLSemanal las noticias de animales a los que se los ha salvado de un posible fatal desenlace, como el de la pobre ardilla cuya cabecita se le quedó atrapada en el hueco de una alcantarilla. Afortunadamente, unas buenas personas que pasaban por allí dieron la voz de alarma y la historia tuvo un final feliz, porque poco después ya estaba sana y salva en su hábitat, en un bosque del centro de Europa. Debo decir que me encantan los gatos. Tengo en casa un gato al que cuido personalmente; es y ha sido mi mejor terapia en momentos que, sin su compañía, hubieran sido más difíciles. Sé que hay muchas personas famosas que, como la exactriz Brigitte Bardot, utilizan su influencia para proteger a los animales y procurar que tengan una vida digna. Lo celebro de todo corazón, pues colaboran valiosamente para que el mundo sea más justo.
Carmen Fernández García (Murcia)
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