Viernes, 05 de Julio 2024, 09:30h
Tiempo de lectura: 5 min
Es el campo de batalla de nuestro tiempo. Por doquier nos asaltan estímulos que atraen nuestra atención, en concurrencia, cuando no en conflicto con otros. Los que saben y mandan se han dado cuenta de que nuestra atención es la mercancía más valiosa, y se aplican con ahínco a captarla. Quien tiene tu atención se lleva de propina tus datos personales, tus intereses, tu perfil, el poder de tentarte con aquello a lo que sabe que serás más receptivo. Con la IA actual se da un paso más: mientras jugamos con ella le vamos regalando lo que pensamos, a cambio de un pobre batiburrillo de pensamientos ajenos reciclados. Hay quien la compara con la invención del libro. Hay una sutil diferencia: el libro solo te da, no toma nada de ti a cambio de tu atención. El tiempo que le prestas sigue siendo tuyo.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Nostalgia del futuro
Cuando me queda poco para esos escalones que hay a la entrada de la panadería, un joven me adelanta por la derecha y los sube de dos en dos. Ganas me dan de buscar una confrontación verbal, pero el muchacho me sujeta la puerta mientras yo venzo uno a uno los escalones y asumo que esa será toda mi victoria. Al otro día, en la cola para pagar en el súper, un adulto con un precioso pelo blanco y mostacho a juego que me recuerda al México que solo conozco por novelas, me cede el paso, aunque mi carro está más lleno que el suyo. Le doy las gracias y también cuando termino de recoger mi compra y él me sonríe satisfecho; creo que esta ha sido su victoria de hoy. Cuando me meten en el grupo de los nostálgicos del pasado, siento no poder explicárselo a los que reparten las etiquetas. No queremos volver al pasado, ya somos mayorcitos para creernos ese cuento. Lo que queremos para los que hoy son jóvenes es algo parecido a lo que nosotros tuvimos, porque estuvo bien. No se trata de egoísmo ni de querer imponernos. Es nostalgia de un futuro que quisiéramos entregarles mejorado. Es la tristeza de constatar o preguntarnos si igual no hemos sabido cuidar lo que hemos amado, para dárselo a los que vienen detrás. Esa es la victoria que aún buscamos, en el tiempo de descuento.
Teresa Rivera. Urduliz (Bizkaia)
El tenis como metáfora
Mis hermanos y yo amamos el tenis. Mi padre fue un pionero de este deporte en un pequeño pueblo de Castilla y León, allá por los primeros años setenta, manejando raquetas casi el doble de pesadas que las actuales y soportando rachas de viento helado que, en no pocas ocasiones, desviaban la bola varios metros más allá de donde tú, en situaciones normales, la esperarías. Aun así, disfrutaba muchísimo jugando. Tengo dos hijos cerca de la treintena que empiezan a enfrentarse solos a los primeros reveses más o menos duros de la existencia. Siempre les digo que la vida es lo más parecido a un partido de tenis: siempre debemos manejar con pericia la raqueta. Hay épocas en las que las bolas vienen suaves y directas, se despejan fácilmente... Entonces podemos disfrutar incluso del alegre aleteo de un pájaro cercano. Otras veces, las pelotas vienen desde un ángulo no previsto y a una velocidad endiablada: aquí es preciso agarrar con fuerza la raqueta y mantener la calma para devolver la bola, recuperar el aliento, y seguir raqueteando, a la espera de que el partido de la vida se vuelva de nuevo un poco más amable. Mi padre esquivó desde la infancia una mayoría abrumadora de bolas difíciles, y aun así jugó un partido digno hasta el final. De eso se trata: de no tirar la raqueta y seguir devolviendo pelotas, sin desfallecer, y poder sentir al final que ha merecido la pena jugar el partido con dignidad. Gracias, Federer.
María Dolores Bermejo Gómez. Mairena del Aljarafe (Sevilla)
Responsabilidades
«No le des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendes que necesita; y soporta luego la ingratitud». Esta máxima de Unamuno, que debería enmarcarse en todas las casas de aquellas personas que tenemos hijos. Así como tatuárnosla las personas que nos dedicamos a la docencia. Resulta que no está de moda, bro. Que no es, del todo, respetuosa con el otro. Y es que, hoy en día, somos muy autónomos, singulares, autosuficientes… Pero aquello que de verdad esconde, es que nadie está dispuesto a asumir la responsabilidad de sus decisiones y de sus acciones. Y tenemos interiorizadas dichas excusas. Nos faltan referentes, o no los queremos ver, que sepan asumir, para bien o para mal, las responsabilidades que sus actos conllevan. Escuchen el discurso de Felipe VI con motivo de su décimo aniversario de su proclamación como Rey, y su reflexión sobre la integridad, la coherencia, el discernimiento, los principios y valores... Háganlo sin complejos. Mejor, hagamos madura, de una puñetera vez, a esta sociedad nuestra.
Vicent Roig Fito. Bétera. Valencia.
Así en plan o sea como...
Sobresaliente. Todas, once, uno a continuación de otro hasta completar el boletín de calificaciones, por supuesto digital y en línea. Tiene 13 años y medio, acaba de terminar 2º curso de ESO, es mi hija y ha conseguido el objetivo que se marcó: obtener sobresaliente en todas las materias. Paso por alto el orgullo y la satisfacción del logro, por pasajeros, para detenerme en lo que subyace: determinación, tesón, constancia, esfuerzo, trabajo, renuncia, sacrificio. Con el valor añadido de ser camino elegido por propia iniciativa. Me asomo al balcón para pensar en ello, hay que celebrarlo, hay que premiarlo. Todo esto, no la calificación. Abajo, como cada tarde, dos o tres grupos de chicos juegan al fútbol. Llevan horas haciéndolo. En un banco, varias chicas comentan sus cosas sin levantar apenas la mirada del teléfono. Sé que a una parte de ellos y ellas no les ha ido del todo bien: mi hija los conoce, van al mismo instituto. Ella se ha privado de mucho durante muchos meses. Ahora merece ser dueña de su tiempo. Y sí, mi hija también dice así en plan o sea como. Pero después identifica el adverbio de modo. Del mejor modo.
Ricardo Pérez. Correo electrónico.
LA CARTA DE LA SEMANA
TIEMPO Y ATENCIÓN
El curso que viene no estaré en este centro. Hoy me he despedido de mis alumnos. Nos apreciamos. Quería decirles muchas cosas. A su edad, la asignatura que imparto no era mi favorita. El modo en que la enfoco parte de mi incomprensión y desidia originales: busco poner luz donde yo vi oscuridad. Al explicar Literatura, intento presentar seres humanos donde solo me dieron nombres y títulos. Recuerdo que en la ESO dejé en blanco un examen sobre Berceo. Quién me diría que, años después, ese autor me enternecería al releer en clase el Milagro del monje borracho, a quien la Virgen arropa tras noquear al demonio que lo acosaba. No estudiamos a esos autores porque sí. Para descubrir su valor, qué tienen aún hoy que decir, hay que dedicarles tiempo y atención. Pero la lectura requiere silencio y soledad; y concentración. Y mis alumnos, aunque me estiman, no han aguantado mi sentida despedida sin sacar el móvil. Queda la esperanza de que su epifanía, como la mía, venga luego. Pero, entonces, ¿sirve de algo ser mejor profesora que la que yo tuve?
Eva Ortiz Aguado. Correo electrónico
-
1 ¿Cómo han convertido las adolescentes la medicina estética en algo tan habitual como ir a la peluquería?
-
2 Tres propuestas para que tu dieta antiinflamatoria sea, además de saludable, sabrosa
-
3 Pódcast | Drogas, abortos, abusos... el dolor de Maria Callas en el rostro de Angelina Jolie
-
4 Cada vez más cerca del otro planeta 'habitado': así trabaja el telescopio Tess
-
5 Elogio de la mediocridad: asúmelo, no todos podemos triunfar
-
1 ¿Cómo han convertido las adolescentes la medicina estética en algo tan habitual como ir a la peluquería?
-
2 Tres propuestas para que tu dieta antiinflamatoria sea, además de saludable, sabrosa
-
3 Pódcast | Drogas, abortos, abusos... el dolor de Maria Callas en el rostro de Angelina Jolie
-
4 Cada vez más cerca del otro planeta 'habitado': así trabaja el telescopio Tess
-
5 Elogio de la mediocridad: asúmelo, no todos podemos triunfar