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El bloc del cartero

Alimento

Lorenzo Silva

Viernes, 16 de Febrero 2024, 10:13h

Tiempo de lectura: 6 min

Andamos últimamente tan distraídos con las novedosas dimensiones virtuales de la existencia y con las posibilidades de la inteligencia artificial, tan diestra y tan eficaz para desenvolverse en ellas, que nos olvidamos de que nada tendrá mucho sentido si no acertamos a mantener algunas condiciones básicas de partida. Por ejemplo, que los llamados a disfrutar del festín de bytes y píxeles dispongan de las proteínas, las calorías y las vitaminas necesarias para seguir viviendo. El campo, del que nos llega esa materia prima indispensable, se ha hartado del desprecio que recibe por parte de una sociedad dirigida por urbanitas. Todo se presta a la manipulación demagógica, también sus reivindicaciones, pero algo parece claro: habrá que darles a los que nos alimentan condiciones justas si queremos que nos continúen sustentando.


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

¿Cómo nos alimentaremos?

El pasado 30 de enero, las tres principales organizaciones agrarias españolas (Asaja, COAG y UPA) anunciaron que se sumarían a las protestas del campo francés, con movilizaciones conjuntas en España en respuesta a la situación que atraviesa el sector agrícola en ambos países: baja rentabilidad, elevada competencia internacional y aumento de los costes de producción. En el caso de España, los agricultores están ante todo preocupados por el acuerdo de libre comercio entre la UE y Marruecos, en especial en hortalizas y frutas, al considerar que pone en riesgo la producción nacional. En el país galo, los agricultores han bloqueado carreteras y autopistas en protesta por la misma situación. Pero no son los únicos: en Alemania, desde el pasado 21 de diciembre, los agricultores se han lanzado a la calle ante los recortes al subsidio del diésel agrícola. Italia y Polonia también se han sumado a estas protestas por las mismas razones. Sin duda, el cambio climático, al que se añade el mundo globalizado, repercute en estas manifestaciones. A esta situación se le une la edad media de 61,4 años de los agricultores en España, donde los menores de 35 años representan el 15 por ciento. Hoy hablamos de estas movilizaciones y, en pocos años, lo haremos de la falta de trabajadores agrícolas. El relevo generacional va a ser un problema en el campo, la pesca y el transporte. ¿Cómo nos alimentaremos en la próxima década? ¿Estas manifestaciones repercutirán en las elecciones europeas de junio? A la pérdida de competitividad mundial de la industria europea se le une la de los alimentos. ¿El viejo continente será un territorio de servicios? Vamos camino de decir «quién te ha visto y quién te ve, mi querida Europa».

Pedro Marín Usón. Zaragoza


Vivir la vida

«¡Estás igual!». Frase que suelo escuchar al encontrarme con antiguas alumnas; un saludo que, la verdad, me hace pensar: ¿era mayor de joven y entonces me ven joven de mayor? «¡Estás igual! ¿Con quién haces el pacto?». Y rápidamente me viene un escáner de mi vida. Sí, puede que sepa dónde está la clave. Aprendí desde pequeña a trabajar con esfuerzo, ilusión en compartir, a asumir situaciones, emprender decisiones sin importarme el fracaso porque hay una receta ante él: ¡volver a empezar! Aprendí de los niños a sonreír, a disfrutar de la vida con los amigos, a montar sueños entre piedras y también a jugar, y hay que ver cómo me mantienen la cabeza despierta y me funcionan las neuronas con más agilidad. Aprendí a conocer mis limitaciones y buscar mi 'talla' y convencerme de que el ahora es el mejor tiempo para mí. Aprendí a reírme de

mí misma y a reír con los demás. No. No estoy igual, estoy mejor. He encontrado la 'óptica' que me hace ver que vivir vale la pena en cualquier etapa de la vida.

Isabel Torres Moliner. Correo electrónico


El árbol y el columpio

Estamos viendo que en toda Europa los agricultores protestan porque les es imposible sobrevivir debido a los costes que el exceso de burocracia les causa. Al parecer, los políticos, para justificarse por sus enormes sueldos y prebendas, no paran de imponer al sector agrario normas que terminan yendo en contra de los ciudadanos a los que supuestamente quieren mejorarles la vida. Pero no solo sobrecargan a los agricultores: todos llevamos décadas sufriendo las perlas burocráticas que nos hacen la vida más difícil y nos empobrecen haciendo nuestro esfuerzo menos rentable. Me viene a la memoria el cuento 'El árbol y el columpio', en el que un señor mandó colocar un gran columpio en uno de sus hermosos árboles. Tanto éxito tuvo entre sus amistades, que ordenó a su jardinero poner otro columpio en un árbol aún muy joven. Aunque el jardinero repitió mil veces que el árbol no soportaría esa carga, tanto insistió su señor que acabó poniéndolo. Al poco tiempo, la rama se desgajó, y el árbol malherido acabó muriendo. Igual que en el cuento, el exceso de normativa acabará por destruir el tejido productivo hasta que no quede nada, y cualquiera persona que tenga un negocio, una empresa, o sea autónomo, sabrá a lo que me refiero. No tenemos por qué conformarnos, desgraciadamente los agricultores tienen razón y debemos solidarizarnos con su lucha contra la burocracia inoportuna y contra esos políticos que no esperan a que el árbol crezca lo suficiente para soportar el peso de una nueva normativa.

Juan Magaña Busutil. Ourol. Lugo.


Razón, causas y protestas

Echo en falta un debate en profundidad de las causas últimas del malestar que están manifestando nuestros agricultores y ganaderos. El modelo económico que padecemos todos, todos, desde hace cuatro décadas, que se llama neoliberalismo, nos ha llevado a la situación actual. Las recetas económicas que se están aplicando en toda Europa y en las economías occidentales son la causa del empeoramiento de las condiciones económicas de la inmensa mayoría de la población y de que crisis tras crisis, los que más tienen tengan cada vez más. Las cosas no pasan por casualidad. La concentración del capital en pocas manos y pocas empresas asfixian a los pequeños agricultores que son la mayoría. Sin embargo, según los estudiosos del tema y escuchando a quienes se erigen en portavoces de las protestas, parece que el apoyo de la mayoría de la gente del campo se dirige a los partidos políticos que defienden ese modelo económico neoliberal. Es totalmente contradictorio. Hay que saber de dónde vienen los palos para saber de qué defenderse y no dar palos de ciego. Otra particularidad de las protestas es la capacidad de coacción de la que disponen. No todos los sectores que sufren las inclemencias de la economía tienen el potencial de cortar carreteras con el beneplácito de la Benemérita. Las empleadas de hotel protestan pero no tienen tractores para cortar carreteras. Perjudicarnos a otros trabajadores no les da más razón de la que ya tienen. A mí me ha costado dinero sus justas protestas y no me sobra. Y no ha cambiado mi modo crítico de ver las cosas; no me gusta como va la economía. Pero creo que ese modo de protestar no va a cambiar el fondo del asunto si encima se apoya políticamente a quienes no van a mover un dedo por cambiar las cosas, más bien todo lo contrario. Si fuera así pueden contar con mi Twingo, pero me temo que desgraciadamente no se va a conseguir más que pan para hoy y hambre para mañana.

José Luis García. Badajoz.


LA CARTA DE LA SEMANA

LA TIENDA DEL OLVIDO

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+ ¿Por qué la he premiado?

Porque de hipocresías no estamos libres ninguno, y es un acto de higiene señalarlas.

Como cada jueves fui a la tienda de Vicent a hacer mi compra semanal. También iba otros días si me faltaba algo. Cuando llegué al barrio, quince años atrás, él y su esposa ya estaban allí. Abrían seis días a la semana. Años atrás murió Empar. Se quedó él solo al frente del local repleto de cuanto necesitaras. Ese jueves, al entrar, observé el cartel en la puerta: «Cierre por jubilación». En los últimos tiempos, las ventas cayeron a la par que sus ojos se iban ensombreciendo. Aguantaba como podía, perdiendo dinero. Dejé que él hablara. «Siempre me ha gustado ser vendedor –dijo–, aunque en los últimos años esto se ha convertido en la Tienda del Olvido. Veo a mis vecinos pasar con bolsas del supermercado y, cuando llegan a casa, ven que se les ha olvidado la sal. Entonces van a la tienda de Vicent. El otro día dos de esos vecinos, miembros de una asociación, vinieron para que firmara en defensa de las tiendas de barrio. Los miré a los ojos. Al final bajaron la mirada mientras yo rompía el escrito. Les pregunté: '¿Sois cínicos o hipócritas?'. La gente, Josep, nos abandona por unos céntimos de diferencia y luego se erigen en nuestros defensores».

Josep Sarrion i Roig. València

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