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Pequeñas infamias

'Valentina'

Carmen Posadas

Viernes, 04 de Abril 2025, 09:50h

Tiempo de lectura: 3 min

Decía Cabrera Infante que existen dos historias que se pueden replicar mil veces y siempre funcionan. Una es la trama de El conde de Montecristo, la otra es la de La Cenicienta. La novela de Alejandro Dumas, una de las más leídas de todos los tiempos, cuenta la historia de un hombre víctima de una gran vileza que vuelve al cabo de años para hacer justicia, castigar a quien lo traicionó y premiar a los que lo apoyaron. Un planteamiento muy similar ofrecen, por ejemplo, El gran Gatsby o Ben-Hur, así como infinidad de series televisivas que, si bien no pueden considerarse alta literatura como las obras antes mencionadas, gozan de enorme popularidad y resultan muy rentables.

¿Han dejado de existir los viejos y absurdos prejuicios del pasado? ¿O solo desaparecen temporalmente mientras el amor lo inunda todo para aflorar de nuevo una vez que la pasión se extingue?

En lo que se refiere a La Cenicienta, el fenómeno es aún más llamativo. El personaje Cenicienta es como los de Pretty woman o Betty la fea, pero también, y con más talento literario, como varias de las heroínas de Jane Austen o Edith Wharton, e incluso la protagonista de la inquietante novela Rebeca, de Daphne du Maurier, que Hitchcock convirtió en un clásico del cine de misterio. Porque lo interesante de este arquetipo es que no solo permite diversos enfoques, desde el más rosa y romántico hasta el más psicológico y profundo. También, y sobre todo, actúa como retrato de época, describiendo cómo es la sociedad en ese momento, el modo en que se emparejan las personas, el equilibrio de poder entre hombres y mujeres, así como el modo en que nosotras nos movemos en el mundo que nos ha tocado vivir.

Por eso me ha interesado mucho Valentina, la última novela de María Zabay. En ella se cuenta la historia de una chica nacida en uno de los barrios más conflictivos de Nueva York que accede a la alta sociedad de Manhattan e intenta abrirse camino al tiempo que encuentra el amor. Valentina es, ciertamente y tal como la describe Pérez-Reverte en la solapa, una novela «pícara y desvergonzada» que se inscribe en la tradición erótica que autores del pasado calificaban con el eufemismo de 'novela filosófica'. Pero para mí es también un retrato perfecto de aquellos, ya sean hombres o mujeres, que luchan por su lugar en el mundo con la rebeldía de quienes se niegan a aceptar el destino marcado por las barreras de clase y género.

Otro punto interesante que se desprende de la lectura de esta novela es cómo el poder, ya sea económico, social o emocional, influye en las relaciones amorosas sin que uno se dé cuenta. Vivimos en un mundo en el que pensamos que se han superado ya viejas discriminaciones. Si mira uno alrededor parece que ya no existen limitaciones de esta índole a la hora de enamorarse: parejas del mismo sexo, otras formadas por personas de etnias diversas, mujeres que se casan con hombres veinte o treinta años más jóvenes, parejas de muy distinto origen social o cultural… ¿Pero realmente han dejado de existir los viejos y absurdos prejuicios del pasado? ¿O solo desaparecen temporalmente mientras el amor lo inunda todo para aflorar de nuevo una vez que la pasión se extingue? De esta particularidad y otras similares se han hecho infinidad de estudios que enfocan el problema desde el punto de vista psicológico, sociológico, etnográfico, etcétera. Pero ninguna estadística, estudio o encuesta es capaz de retratar el mundo y reflejar lo que en él ocurre con la eficacia que lo hace una obra de ficción. De ahí la grandeza de la literatura y la razón por la que nos gusta tanto que nos cuenten historias. Porque la cualidad primordial de la ficción es narrar algo que nunca ocurrió para relatar lo que pasa todos los días.