Viernes, 21 de Marzo 2025, 11:20h
Tiempo de lectura: 3 min
Dos amigos se han puesto de acuerdo para darme una alegría. Uno es un querido fantasma que nos dejó hace tres años, el otro también ha flirteado con la muerte, pero al final la Vieja Señora le ha permitido regresar al mundo de los vivos para escribir El pensamiento vuelve a la sangre. Así se llama el libro que Juan Bas ha escrito sobre Fernando Marías.
Fernando se fue dejando un sinfín de huérfanos. Ya sé que, según la RAE, el término sirve para describir a aquellos, en especial niños, a los que se les ha muerto un progenitor. Sé también que, en una segunda acepción, el Diccionario añade: «Adj. poét: Dicho de una persona a quien se le han muerto los hijos». No existe de momento palabra que dé entidad de quien pierde un amigo, un dolor que, no pocas veces, deja un vacío igualmente imposible de llenar.
Ciertas complicidades son exclusivas, personales e intransferibles porque la amistad es alquimia
Fue quizá Miguel Hernández quien mejor describió esa llaga sin nombre cuando en su Elegía, tras la muerte de Ramón Sijé, escribió: «Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento», un canto a la amistad trunca que acaba con «Tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero». Es precisamente a completar ese diálogo con el amigo muerto que Juan Bas dedica las 340 páginas de su libro. Porque, cuando alguien esencial en nuestras vidas nos deja, a medias quedan complicidades, risas, conversaciones.
Quién, por ejemplo, no ha cogido alguna vez el teléfono con la intención de comentar tal cosa o tal otra con esa persona que ya no está. Y acaso incluso llegue a marcar su número hasta caer en la cuenta de que lo que pensaba compartir con ese compañero del alma ya no tiene receptor. Comprender de pronto que nada será igual a antes de que nos «doliera hasta el aliento», porque ciertas complicidades son exclusivas, personales e intransferibles, y compartirlas con otro amigo no es lo mismo porque la amistad es alquimia y con cada persona se produce una relación, ni peor ni mejor, simplemente distinta, única.
Son muchas las novelas que hablan de amistad: Emma, de Jane Austen; Tom Sawyer, de Mark Twain; El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, y, por encima de todos, el Quijote. Amistades aventureras, cómplices, abnegadas, épicas, otras tormentosas y contradictorias, pero todas necesarias porque, como dijo ahora no recuerdo quién, los amigos son la familia que uno elige. Y las elecciones pueden ser de diversa índole.
Hay personas que tienen multitud de amigos; las hay (entre las que me cuento) que prefieren tener amigos para sus diferentes yoes: unos para mi lado frívolo y mundano, otros para mi côté introspectivo, y los tengo también para mi yo más torturado y contradictorio. Y luego está ese amigo/a del alma con el que ya no tenemos demasiado en común, pero que es un baluarte en nuestras vidas, el puerto en el que buscar refugio cuando vienen mal dadas. Y qué decir de aquel amigo, todo sensatez, con el que nunca nos iríamos de vinos, pero que cuando hay que poner cabeza a un asunto resulta insustituible.
Amigos para las risas, amigos para el llanto, para el deporte, amigos para filosofar, compartir, conspirar, amigos hasta en el infierno. Porque si la familia es insustituible y la pareja, vital, los amigos son la tercera pata sin la que el banco de nuestro equilibrio emocional no se mantendría en pie. Todo esto he pensado leyendo el libro en el que Juan Bas evoca a Fernando Marías.
De Fernando aprendí mucho y aún aprendo. Porque otro de los maravillosos regalos de la amistad es que, incluso cuando esa persona desaparece, nos deja su estela, su palabra, su forma de ver la vida. Hace tres años que se fue y el estupor y el dolor por su temprana muerte que tantos sentimos se ha ido atemperando. Su hueco nadie lo rellenará porque los amigos no son intercambiables. Y, sin embargo, y gracias a esa alquimia rara de la que antes hablaba, siento que aún va conmigo. Como sé que acompaña también a todos quienes tuvimos la suerte de llamarnos sus amigos.
-
1 La niña de sus ojos: cómo la nieta 'influencer' de Trump se ha convertido en un activo del presidente
-
2 Las residencias milagro que vencieron al Covid
-
3 Pódcast | Ocho lecciones básicas para ser feliz (según la Universidad de Yale)
-
4 ¿Por qué el mundo entero se está volviendo miope?
-
5 La primera persona en volver a andar tras un lesión medular completa: «Tras el primer paso, no pude hablar»
-
1 La niña de sus ojos: cómo la nieta 'influencer' de Trump se ha convertido en un activo del presidente
-
2 Las residencias milagro que vencieron al Covid
-
3 Pódcast | Ocho lecciones básicas para ser feliz (según la Universidad de Yale)
-
4 ¿Por qué el mundo entero se está volviendo miope?
-
5 La primera persona en volver a andar tras un lesión medular completa: «Tras el primer paso, no pude hablar»